La inteligencia asertiva en la comunicación

La inteligencia asertiva en la comunicación

@ProfGastonPerez
@ProfGastonPerez
1 Follower
2 months ago 217

Exploring assertiveness as a vital communication skill, this work discusses its significance in fostering authentic relationships. It covers the spectrum of assertive behavior, the impact of passive and aggressive responses, and how to cultivate a healthy self-image. Personal anecdotes and research underpin the practical guidance offered, emphasizing growth through effective expression and emotional intelligence.

1/139
2/139
3/139
Gerente editorial: Alejandra Schmidt Urzúa.
Editora: Camila Domínguez Ureta.
Director de arte: Ju…
4/139
A mis hijos Nicolás y Constanza, de quienes me llenaría de alegría que recibieran
estos simples ap…
5/139
Agradecimientos
A Mirentxu Busto, maravillosa sicóloga de carne y hueso, quien me introdujo en la …
6/139
Índice de contenido
Agradecimientos
Reconocimientos especiales
Prólogo
Palabras y reflexiones i…
7/139
Mundo interior
Sentido del humor y asertividad
Asertividad y deporte
¿Quiere saber cuán asertivo…
8/139
Prólogo
Me emociona el apreciar que este libro, hecho con tanto cariño, se ha
convertido en lectu…
9/139
las cuales se cuentan: transpirar copiosamente por nerviosismo, tiritar mientras
se habla frente a…
10/139
Palabras y reflexiones iniciales
Uno de los rasgos distintivos de la sociedad chilena actual es la…
11/139
personales, pero alejada de la consideración del otro, de sus derechos afectivos,
produjo muchas v…
12/139
otros y la pérdida de valores fundamentales para una convivencia humana
afectiva y solidaria con n…
13/139
necesita de un manual adicional para poder alcanzarlo. Sólo se requiere
motivación por el tema de …
14/139
Asertividad: En busca del equilibrio
¿Cuántas veces usted se ha sorprendido diciendo sí, cuando lo…
15/139
Para alcanzar un equilibrio entre ambos extremos –sumisión y
agresividad– lo más indicado es trata…
16/139
como un estado afectivo que podemos alcanzar los seres humanos que
deseamos vivir en un mundo mejo…
17/139
autorrespeto y la satisfacción de hacer algo con la capacidad necesaria para
aumentar la confianza…
18/139
severamente a la misma persona que explotó, sintiéndose finalmente muy mal
con ella misma.
En sín…
19/139
20/139
Volviendo atrás: cuando afirmamos que la asertividad implica decir lo que se
siente o se piensa en…
21/139
Profecías autocumplidas
Aparte de los problemas ya descritos que causan este tipo de actitud, hay …
22/139
cuando un hombre es una especie de rey intocado en su oficina, al que todos le
obedecen ciegamente…
23/139
Un ejemplo clásico es cuando se tiene que hacer una presentación frente a
una audiencia, lo que si…
24/139
estas conductas nacen por no decir lo que se piensa en el momento oportuno,
por dejar de realizar …
25/139
Este tipo de ideas puede combatirse exitosamente. Para ello es necesario
reestructurarse cognitiva…
26/139
Imagen propia versus espejo social
No hay que ser genio para darse cuenta de que vivimos en una ép…
27/139
los valores propios, puntos de vista y objetivos a cumplir, según sus propios
gustos y valores.
E…
28/139
vivir comparándonos constantemente con los otros. Si alguien es aprobado
socialmente, sentimos que…
29/139
Es importante darse cuenta de que todas las personas somos
valiosas. Independientemente de lo que …
30/139
sinceros, autónomos y libres internamente, ello redundaría en
una calidad de vida más plena y, con…
31/139
través de su propio esfuerzo y persistencia puede surgir laboral, educacional o
espiritualmente en…
32/139
Gradualmente se abrieron caminos, transformando el rótulo de “pobladoras
de La Pintana”, por el de…
33/139
tensión acumulada y, de manera sabia, reacciona haciendo llegar una clave, que
puede ir de leve a …
34/139
Hay quienes, a pesar de todas las explicaciones de tipo sicológico que pueden
recibir acerca de su…
35/139
como la luz amarilla del semáforo, que muchas veces nos ayuda a
evitar serios accidentes.
Cuando …
36/139
inevitablemente, cansancio crónico, irritabilidad, angustia y altos niveles de
impaciencia y desaz…
37/139
Incorporar en nuestra vida actividades como la relajación, técnicas de
imaginería y actividad físi…
38/139
39/139
Un factor determinante para cambiar conductas estresadas por otras
cómodas y relajadas, es reorgan…
40/139
también nos tomaremos más tiempo en lo que nos gusta. Por lo tanto,
seremos personas más distendid…
41/139
fragilidad. Los síntomas conductuales y fisiológicos más comunes en las
personas tímidas, cuando t…
42/139
un día para otro, pero la idea es que a mayor puesta en práctica de la nueva
conducta que se quier…
43/139
de hablar en público o abandonar el lugar, efectivamente disminuye la
ansiedad, pero nunca se hace…
44/139
que es el nombre que recibe el temor persistente, o fobia, a ponerse
colorado.
Reestructurarnos y…
45/139
46/139
Se puede aprender a iniciar conversaciones con personas que no conocemos,
las cuales nos pueden se…
47/139
la posibilidad de conocer a alguien valioso, que muchas veces por
timidez no nos lo hemos permitid…
48/139
conducta agresiva no da los mejores frutos, sino que baja la calidad del clima
sicológico laboral,…
49/139
todo este peso recae en el inocente conductor que está adelante y que se
demora dos segundos en pa…
50/139
decir nada, se dice más que el todo, y generalmente de maneras muy poco
apropiadas e hirientes.
L…
51/139
aprensivos frente a las personas agresivas y tienden a acoplarse con la
tonalidad afectiva de ese …
52/139
una persona agresiva nos provoque.
Asumamos nuestro cuerpo
También es muy fácil ser agresivo y de…
53/139
No borremos nuestras experiencias de vida tratando de aparentar
lo que no somos. Cada persona es m…
54/139
Aquí, siempre el concepto central es la opción. Si elegimos ser diferentes
físicamente, que ello s…
55/139
simplemente para ver que son capaces de participar en actividades como nadar
o tomar sol en traje …
56/139
Para los adultos es conveniente pensar en la verdadera escuela de la
seguridad o de la inseguridad…
57/139
lejos tanto de la agresividad como de la sumisión. En la práctica, esto supone
el desarrollo de la…
58/139
hora.
Los lugares o momentos inapropiados. Por ejemplo, decir las cosas que no
nos gustan cuando …
59/139
Escuchar activamente. Por ejemplo: estar realmente interesados en lo que
nos dice el otro.
Empati…
60/139
también nuestros, y que debemos respetarlos para internalizarlos y aprender a
no pasarnos a llevar…
61/139
aquejada tiene todo el derecho de pedir una reparación a la tienda, como,
por ejemplo, un descuent…
62/139
63/139
Percepción social
La percepción social es la idea que nos hacemos de las demás personas, aun
sin …
64/139
En cambio, las posturas corporales encogidas, con los hombros hacia
adelante, de alguna manera se …
65/139
También son importantes los gestos que se hacen con el rostro, como la
elevación de las cejas, las…
66/139
67/139
En fin, el tema del lenguaje del cuerpo –o no verbal- da para escribir
verdaderos tratados. Y de h…
68/139
Aunque en muchos párrafos de este libro se ha hablado, de alguna manera,
de lo importante o aserti…
69/139
Entonces, la tarea es aprender a decir no de manera asertiva. En otras
palabras, de forma directa …
70/139
grados de libertad en relación al espejo social?
Mi opinión es que básicamente ocurre lo contrario…
71/139
habrá quienes nos contradigan o simplemente no nos estimen (lo que en
realidad no tiene ninguna im…
72/139
Padres y adolescentes
Muy pocos que hayan pasado por la adolescencia pueden decir que nunca se
si…
73/139
dignos de imitar en el día a día– en un momento dejan de ser todopoderosos y
progresivamente los a…
74/139
mayores, y muchas veces esconden tristezas y frustraciones,
debido a que no se sienten acogidos po…
75/139
comunicarse con nosotros distante e irónica. Frases del tipo “Claro, como ellos
nunca se equivocan…
76/139
lo bueno y respetuosos con el prójimo, los hijos van a tomar ese
comportamiento como una conducta …
77/139
Pero hay otras situaciones sobre las cuales no hay cabida para la negociación.
Por ejemplo, defens…
78/139
Para fomentar la seguridad y la desenvoltura en el hijo, lo que puede hacerse
es aprender a explic…
79/139
por ellos. Es decir, aunque les estemos quitando algo que les guste, eso no
ocurrirá con nuestro c…
80/139
disertaciones, exposición de temas y potenciamiento de la creatividad.
Cuando se trata de comproba…
81/139
de los hijos, sin olvidar que llegó el momento en que tal vez sean ellos mismos,
como padres, los …
82/139
En este punto tal vez resulte clarificador recordar que el cerebro humano
tiene dos hemisferios. U…
83/139
todo a sus padres, lo que piensan, lo que les está pasando o lo que están
sintiendo. Los padres, p…
84/139
aceptación como persona por parte de los mayores, independientemente de
que sus gustos o usos sean…
85/139
Por todo lo anterior, no es difícil imaginar que si los adultos no se manejan
de manera asertivísi…
86/139
permiten los engaños por parte de los adultos. Ello podría transformarse en
desilusión y falta de …
87/139
puede ayudar a ir formándose una mejor opinión de lo que significa el ser
orientado por sus padres…
88/139
Niños asertivos
Es difícil separar la conducta asertiva en las distintas etapas de la vida. En
re…
89/139
relaciones interpersonales más confiadas y parejas. Los niños asertivos se
atreven a hacer variada…
90/139
Al momento de casarse o decidir vivir juntos, todo es miel sobre hojuelas y
pareciera que el amor …
91/139
Es cierto que las situaciones anteriormente descritas son una caricatura de la
realidad. Pero hay …
92/139
Después de un tiempo de convivencia, no despreocupar ni las formas ni la
manera que tenemos de arr…
93/139
parejas que, muchas veces, distan por completo de ser compañeros de vida
maduros y cálidos.
Muy p…
94/139
la culpa de aquellos abusos o defienden a sus parejas argumentando que “lo
hacen sin darse cuenta”…
95/139
Los padres deben poner especial atención a que, una vez realizada la
separación conyugal, se respe…
96/139
Igual como sucede en otros ámbitos de la vida, la asertividad también es un
factor importante cuan…
97/139
para compartir con la familia o con las amistades. Salta entonces a la vista por
qué se insiste en…
98/139
Todos los aspectos detallados anteriormente deben ser explicitados por el
líder, quien también deb…
99/139
Ser directo. Debe ser directo en relación a lo verbal. Esto significa
expresarlo en primera person…
100/139
sienten que la organización abusa de ellos y concluyen que nunca más harán
nada para nadie.
Una f…
101/139
102/139
Es importante destacar que toda idea es considerada por el equipo,
pensándola como un posible apor…
103/139
competitividad destructiva e inescrupulosa y, en lugar de eso,
demostrar que se puede trabajar inc…
104/139
consideradas de menor valía; y encontrar algún nuevo trabajo es casi
imposible. ¿No les parece que…
105/139
muchos abuelos se quejan de los comentarios que les hacen sus nietos cuando
ellos participan de un…
106/139
cambien su costumbre de quejarse casi por todo, aludiendo a que “los tiempos
pasados eran mejores”…
107/139
Los afectos y la empatía
Si bien es cierto se puede pasar gran parte de la vida sin demostrar lo q…
108/139
se nos confiaron íntimamente. Con este modo de escuchar, posiblemente es
que respondamos, ante lo …
109/139
y catártico, lejano a la posible sanción que refleja el conocido espejo social, tan
común en nuest…
110/139
111/139
112/139
Estas afirmaciones no ayudan a la persona afligida a tranquilizarse y sentirse
con el ánimo apropi…
113/139
innecesario, atribuido muchas veces a “mujeres hipersensibles” o
“manipuladoras”. Además, se abusa…
114/139
Y, en general, toda vez que genuinamente se siente la emoción o necesidad
de descargar los afectos…
115/139
Asertividad y toma de decisiones
La mayoría de las personas tomamos decisiones de manera automátic…
116/139
Toma de decisión final y consecuente compromiso personal con ella.
Un ejemplo concreto es cuando n…
117/139
El mejor camino para ir adquiriendo seguridad en la tarea de tener que
decidir es ir, sistemáticam…
118/139
Cuando el vendedor de una tienda es insoportablemente insistente en que
probemos un producto.
Cua…
119/139
Un último ejemplo: cuando en una reunión social se le pregunta
insistentemente a un invitado por d…
120/139
experiencias constructivas. La resiliencia es justamente la capacidad que tienen
las personas de l…
121/139
Finalmente, después de levantarnos cual ave fénix, podemos confiar
internamente en que la vida nos…
122/139
también confesar sus fracasos.
El hombre asertivo, en cambio, se comporta como individuo evolucion…
123/139
mismos. Es enriquecedor observarnos en nuestro desarrollo personal y
comprobar cuántos cambios hem…
124/139
siquiatra austriaco que sobrevivió lúcida y constructivamente a los campos de
concentración nazi.
…
125/139
A veces, tropezarse en la calle (si el golpe no ha sido muy doloroso) es un
suceso que puede trans…
126/139
Algunos ejemplos de ideas irracionales son las siguientes: ¿Qué va a pasar si
pierdo? ¿Y si en med…
127/139
La mente le gana al cuerpo, y los excelentes deportistas son los
que han vencido sus miedos e inhi…
128/139
9. ¿Experimenta generalmente la llamada vergüenza ajena? Por ejemplo,
¿cuando ve a una persona hac…
129/139
5. ¿Le cuesta reconocer explícitamente algo bueno en los demás?
6. ¿Habla frente al público con mu…
130/139
consecuencias negativas de este tipo de comunicación. Finalmente, cada
persona pondrá en su propia…
131/139
han logrado derrotar obstáculos que creían insuperables, reflejan el cambio
profundo respecto de c…
132/139
Cuando alguien funciona de manera asertiva no presta dinero si no quiere;
no miente por no atrever…
133/139
Sentirnos confiados en que podemos controlar nuestros impulsos y ansiedad
desadaptativa, sin tener…
134/139
Glosario
Adolescencia. Período del desarrollo humano comprendido entre el
comienzo de la pubertad…
135/139
Autocuidado. Conjunto de actividades que realizan las personas, la familia o
la comunidad para ase…
136/139
Contexto. Totalidad de las condiciones que afectan a un individuo en un
momento dado, formando el …
137/139
Equipo de trabajo. Entidad social organizada y orientada hacia la
consecución de una tarea común. …
138/139
Sentimientos. Estados afectivos profundos y extensos en el tiempo, con
referencia a un objeto, per…
139/139

La inteligencia asertiva en la comunicación

  • 1.
  • 2.
  • 3.
  • 4. Gerente editorial: Alejandra Schmidt Urzúa. Editora: Camila Domínguez Ureta. Director de arte: Juan Manuel Neira. Diseñadora: Mirela Tomicic Petric. e I.S.B.N.: 978-956-12-2836-8 10ª edición: febrero de 2014. © 2007 por Javiera de la Plaza Cortínez. Inscripción Nº 162.060. Santiago de Chile. Derechos exclusivos de edición en español reservados por Empresa Editora Zig-Zag, S.A. Editado por Empresa Editora Zig-Zag, S.A. Los Conquistadores 1700. Piso 10. Teléfono 56 2 28107400. Fax 56 2 28107455. E-mail: zigzag@zigzag.cl Santiago de Chile. El presente libro no puede ser reproducido ni en todo ni en parte, ni archivado ni transmitido por ningún medio mecánico, ni electrónico, de grabación, CD-Rom, fotocopia, microfilmación u otra forma de reproducción, sin la autorización de su editor.
  • 5. A mis hijos Nicolás y Constanza, de quienes me llenaría de alegría que recibieran estos simples aprendizajes directamente del modelamiento de su mamá, que los ama profundamente y respeta en sus diferentes estilos.
  • 6. Agradecimientos A Mirentxu Busto, maravillosa sicóloga de carne y hueso, quien me introdujo en la querida asertividad. A Benito Baranda, por la entrega incondicional de su valioso tiempo desde la época de mi práctica profesional hasta la actualidad. A mis queridos alumnos, que me han permitido ir acumulando experiencias vicarias. A ellos les agradezco profundamente el haberme confiado el valioso tesoro de sus confidencias, intimidades, inhibiciones, temores, así como sus logros, mejoras y triunfos personales en sus vidas. Reconocimientos especiales A Marietta Radnic, amiga periodista, que me ha ayudado en la redacción del presente libro. A Jenny Contente, diseñadora gráfica, que me aportó con su creatividad y delicadeza.
  • 7. Índice de contenido Agradecimientos Reconocimientos especiales Prólogo Palabras y reflexiones iniciales Asertividad: En busca del equilibrio ¿Qué es ser asertivo? Conducta péndulo: de la sumisión a la agresividad Profecías autocumplidas Imagen propia versus espejo social Asertividad y diferencias económicas Nuestro cuerpo somatiza y paga las consecuencias Adiós al estrés Soy tímida, soy tímido Agresividad versus derechos de los demás Cómo ayudarse frente a personas agresivas Asumamos nuestro cuerpo La mejor cirugía: Seguridad personal La asertividad, una habilidad que se aprende Derechos asertivos Percepción social Simplemente, no Asertividad y competencia Padres y adolescentes La enseñanza de los afectos Ser adolescente hoy Cómo comunicarnos con los tweens Niños asertivos Asertividad en pareja Cuando el amor provoca sufrimiento y dependencia sicológica La separación y los hijos Asertividad y ambiente laboral Adulto mayor y asertividad Los afectos y la empatía Llorar limpia los ojos y el alma Asertividad y toma de decisiones Asertividad y consideración de contexto Duelo, asertividad y resiliencia Mujeres y hombres asertivos
  • 8. Mundo interior Sentido del humor y asertividad Asertividad y deporte ¿Quiere saber cuán asertivo es? Qué se gana y qué se pierde actuando asertivamente Recapitulación Glosario
  • 9. Prólogo Me emociona el apreciar que este libro, hecho con tanto cariño, se ha convertido en lectura de muchas personas de diferente sexo, condición social y educacional; ha traspasado fronteras y ahora se encuentra en librerías de Argentina y México. Se trata de un libro simple y práctico. Mi primera intención cuando lo escribí fue ver si existía una correlación entre la importancia que yo atribuía a la asertividad como herramienta comunicacional y lo que las personas pudieran desprender de ella. Sinceramente, no dejo de sorprenderme por la gran cantidad de personas que me han expresado lo mucho que valoran este libro y todo lo que les ha servido. Algunas me han dicho que les ha sido útil en su trabajo, otras en su vida familiar y también en su vida personal, adquiriendo herramientas para observar su conducta y darse cuenta de cuando se han comportado de manera tímida, sumisa, agresiva, entre otras. En relación a los temas abordados en este libro, editado por primera vez en el año 2007, me llama la atención el observar cada vez más conductas pendulares en el comportamiento de muchas personas en nuestra sociedad. Me refiero a sujetos que aparentemente funcionan de manera tranquila en su vida, pero que al recibir un trato agresivo (no necesariamente violento) se comportan también de ese modo y terminan siendo igual o más agresivas que el que comenzó comunicándose. Este aspecto debe ocuparnos como tema país, ya que muchas personas al descontrolarse pueden, y de hecho lo hacen, perder a tal nivel el control de sus impulsos que no solo hacen un escándalo o pataleta, sino que llegan a herir a otra persona de manera sicológica y muchas veces física, produciendo con este actuar cicatrices profundas y muchas veces irreparables. Con respecto a la timidez, en mi país siguen existiendo muchísimas personas tímidas, las que darían lo que fuera por tener una varita mágica que les ayudara a perder inhibición social, los salvara de no ponerse colorados y por supuesto les permitiera hablar en público de manera desenvuelta. Además de las múltiples conductas visibles que literalmente sufren las personas tímidas, entre
  • 10. las cuales se cuentan: transpirar copiosamente por nerviosismo, tiritar mientras se habla frente a otras personas, quedar bloqueados de pensamientos en momentos de tensión, comportarse de manera torpe motoramente, decir palabras inadecuadas por vergüenza, quedarse callados y sin ningún tema de conversación, dar mil explicaciones por cosas que no corresponden… En fin, desgraciadamente, la enumeración podría ser gigantesca y las personas que son tímidas saben a qué me refiero. Sin embargo, lo más importante es que la timidez se puede superar y con ello conseguir cierta libertad interna, adquiriendo herramientas que permitan expresarse sin sufrir y comenzar el grato camino de disfrutar comunicando lo que se quiere expresar y de la manera en que se quiere decir. Finalmente –ya que esto es un prólogo y no un tratado– el temido espejo social, o entendiéndolo de manera más cercana, lo que los demás piensen de uno, todavía sigue siendo un gran fantasma en la sociedad en la que vivimos, en la que si bien algunos explicitan que ya no les importa el “qué dirán”, aún son muchos los que continúan diciendo algo que no sienten por no caer mal o ser considerados conflictivos o mal educados. Considero que si logramos vencer esas ataduras que nos acompañan como lazos invisibles y nos quitan la alegría y la espontaneidad, podremos compartir relaciones interpersonales verdaderas y a escala humana, y aprender a valorar lo importante de ser honestos y respetuosos en la vida. Agradezco profundamente a los lectores de este libro que hoy se engalana al cumplir su décima edición. Creo firmemente que si las personas nos aprendemos a comunicar desde el respeto y perdiendo miedos innecesarios, podremos construir relaciones más honestas, directas y cercanas. Javiera de la Plaza Santiago 2014.
  • 11. Palabras y reflexiones iniciales Uno de los rasgos distintivos de la sociedad chilena actual es la marcada diferencia con que sus individuos enfrentan el medio social en el que interactúan. Una de las formas conceptuales con que la sicología define el comportamiento comunicacional de las personas, es el de la asertividad. En pocas palabras, esta es la capacidad para comunicarse, expresar ideas, opiniones, puntos de vista y sentimientos de una manera clara, precisa y desenvuelta, aunque sin atropellar a los demás. Es precisamente a esta forma de comunicación que le doy el nombre de inteligencia asertiva. Las definiciones son diversas para referirse al constructo de inteligencia. Algunas de ellas son el CI (coeficiente intelectual), la inteligencia emocional y la capacidad de abstracción. El aprender a utilizar la comunicación como un medio para expresar mensajes a los demás con la menor cantidad de interferencias posibles y de una manera eficaz y respetuosa, obteniendo la mayoría de las veces para el que la practica un sentimiento de bienestar personal, puede ser considerada inteligencia. La forma como se enfrenta este tema, tanto desde la perspectiva personal como social, es fundamental al momento de pretender alcanzar un desarrollo humano pleno y una sociedad de personas felices (a escala humana), contentas consigo mismas y con los demás. Las disfunciones comunicacionales, determinadas por la falta de asertividad, pueden causar problemas esenciales, tanto en la vida personal de cada individuo y, como efecto de cadena, en el comportamiento de la sociedad en su conjunto. La asertividad es un concepto que nació en Estados Unidos a fines de los años 60 y principios de los 70, como una herramienta de autoayuda en la comunicación. En una primera instancia puso énfasis en lo relacionado con los derechos personales, en términos de enseñar a poner límites, a saber decir que no y, en definitiva, a ser personas seguras y autoafirmativas. A poco andar se comenzaron a ver los resultados que, en un principio, no fueron gratos para la convivencia. Básicamente ello se debió a que la asertividad, al estar centrada excesivamente en la defensa de los derechos
  • 12. personales, pero alejada de la consideración del otro, de sus derechos afectivos, produjo muchas veces roces en la comunicación cotidiana. En este contexto surgieron autores como Lange y Jakuwosky, que introdujeron el factor de respeto frente al otro, lo que se fue enriqueciendo con la participación de la deferencia y la consideración hacia los demás y, por tanto, la asertividad fue bastante más humanizada y grata de ser puesta en práctica. El concepto de asertividad que se presenta en este libro, y que corresponde al modo en que yo trabajo, tanto como sicóloga clínica como en la realización de entrenamientos asertivos, persigue un objetivo final: estar en paz y alcanzar una mejor convivencia con uno mismo y con los demás. Aquí se maneja permanentemente el tema de la seguridad personal, con el propósito de romper el hábito de compararse todo el tiempo con los otros y, en estos términos, buscar ser exitoso como parte de una masa. La idea, por el contrario, es dejar de ser tan gregarios, cuando esto tiene como fin el suplir inseguridades personales, y actuar de forma que cada cual se sienta seguro y con un grado de libertad como persona que le permita decidir libremente cómo enfocar su vida en el anhelo de lograr la realización como ser humano. El propósito que me movió a escribir este libro fue difundir, de la manera más sencilla y práctica posible, el concepto de comunicación asertiva, presentándolo como un elemento diferenciador y facilitador para las relaciones interpersonales en nuestra sociedad. De esta forma, la idea es mostrar un estilo de comunicación en pos del desarrollo de seres humanos más contentos consigo mismos. Finalmente, esto último contribuye a que, a su vez, las familias sean más unidas, efecto que sigue una cadena que finalmente podría conducir a una sociedad más amistosa, directa y distendida y, por consiguiente, con menos conflictos interpersonales. Este mismo efecto de armonía en el vivir involucra a todos aquellos campos en los que se desenvuelve un individuo, como, por ejemplo, las organizaciones y el sistema social en general, ya que es de vital importancia que una persona pueda manejarse asertivamente tanto en su vida personal como en sus relaciones de tipo laboral, profesional y también cívico. Uno de los objetivos centrales de estas páginas es entregar información tendiente a comprender y reformular ciertos patrones comunicacionales en nuestra sociedad, diferenciando una conducta asertiva del modelo vigente dominante. Este último se relaciona estrechamente con la comparación con
  • 13. otros y la pérdida de valores fundamentales para una convivencia humana afectiva y solidaria con nuestro prójimo. En sus capítulos se presentan herramientas prácticas para lograr estos fines, las que son accesibles a personas de diferentes niveles intelectuales, de escolaridad y de las más diversas características personales. Lo que se persigue es que quienes lean este libro adquieran instrumentos elementales para optimizar su calidad de vida, tanto a través de un mejoramiento en su estilo de comunicación, como en el respeto manifestado hacia sí mismos y hacia los demás. Por lo tanto, éste no es tan sólo un texto informativo acerca de la teoría de la asertividad, sino que está concebido como un instrumento que permita al lector caracterizar su conducta personal, convirtiéndose así en una guía permanente para explorar nuevos comportamientos individuales. En los primeros capítulos se explica lo que significa el concepto de asertividad y los diversos tipos de conductas –o comportamientos– que se relacionan con ella. Luego se analiza el tema de la asertividad desde el punto de vista de los distintos grupos que componen nuestra sociedad: padres e hijos, parejas, jefes y subalternos, adultos mayores, etcétera. En cada caso se incluyen conceptos destacados, esquemas y ejemplos que facilitan la comprensión del tema y lo hacen más cercano. Su público objetivo son personas de todo sexo y edad, no importando su grado de instrucción formal o escolaridad: únicamente basta que estén interesadas en mejorar su calidad de vida, a través del crecimiento personal que se logra al desarrollar una mayor autoestima y la capacidad de decidir qué hacer y decir en cada momento comunicacional, para así quedar satisfechas consigo mismas y, a la vez, lograr una convivencia más cálida y afectiva con los demás. Esta definición incluye a aquellas personas interesadas en perder inhibición social, timidez y trabas comunicacionales en general, para de esta manera relacionarse mejor con quienes les rodean; también a hombres y mujeres que, sin carecer de desenvoltura, necesitan una guía para conducirse de una manera más directa y respetuosa con sus seres más cercanos como también facilitan el que sus mensajes lleguen de manera más clara.. Para lograr los objetivos que se han propuesto en estas páginas, se ha optado por un lenguaje coloquial y directo. Dada su estructura, el libro da la posibilidad de poner en práctica las técnicas descritas, para lo cual se entregan elementos concretos, de fácil comprensión, manejo y aplicación. No se
  • 14. necesita de un manual adicional para poder alcanzarlo. Sólo se requiere motivación por el tema de la comunicación y valentía para poner en práctica lo que se propone como herramientas sicológicas, las cuales nos permiten ampliar y descomplicar la gran herramienta comunicacional que poseemos todos los seres humanos. Javiera de la Plaza Verano 2007.
  • 15. Asertividad: En busca del equilibrio ¿Cuántas veces usted se ha sorprendido diciendo sí, cuando lo que quiere decir realmente es no? ¿Y al revés? Esta situación es mucho más habitual de lo que podemos imaginar en un primer momento. Basta hacer un simple ejercicio: deténgase un par de minutos a pensar y a enumerar las ocasiones en que ha experimentado algo parecido en las últimas veinticuatro horas. Si se responde con sinceridad, lo más probable es que no deje de asombrarse. Y esas respuestas equívocas no se han producido porque usted sea mentiroso, ni siquiera poco sincero. Es sólo una cuestión de costumbre. De mala costumbre. “No quiero ser pesado”, “no quiero parecer descortés”, “total ¿qué me cuesta?”, “¿y si se enoja?”, “para lo poco que le importa lo que yo opine”, “puedo quedar como tonto”, “en boca cerrada no entran moscas”... Las anteriores son algunas de las miles de excusas, en apariencia totalmente válidas, que podemos encontrar para justificarnos ante nosotros mismos y, ¡para qué decir!, delante de los demás. Pero lejos de ser efectivas, ellas son reacciones adversas, que se vuelven contra quien las toma, como un verdadero boomerang. Lo habitual es que la persona no se dé cuenta de cómo esta actitud le está afectando en lo más profundo de su vida. Sensaciones de angustia, de impotencia, de rabia, de depresión, de inseguridad y de agresividad consigo mismo son el resultado de la acumulación de estas reacciones, que en sicología se conocen como falta de asertividad. Tampoco se trata de pasarse al polo opuesto. No faltan aquellos que, tratando de ocultar una gran timidez o por evitar que “los pasen a llevar”, reaccionan de manera totalmente contraria. Palabras cortantes, expresiones duras y hasta un alza en el tono de la voz, a menudo reflejan una tremenda inseguridad, más que una personalidad fuerte y avasalladora. En ambos casos, el resultado es el mismo: personas poco contentas con ellas mismas. Unas por no lograr nunca decir lo que realmente quieren, y otras por sentirse aisladas y poco queridas.
  • 16. Para alcanzar un equilibrio entre ambos extremos –sumisión y agresividad– lo más indicado es tratar de tener una conducta asertiva. En pocas palabras: acostumbrarnos a decir lo que sentimos y pensamos en el momento adecuado, con las palabras apropiadas y sin pasar a llevar a los demás. Para algunos esto puede parecer demasiado obvio. Para otros, demasiado complicado. Cualquiera sea su posición, la sugerencia es leer las páginas siguientes con detención y tratando de ser lo más sincero posible con lo que se guarda en esa verdadera caja de Pandora en que suelen esconderse, o refugiarse, los sentimientos. Al menos, hasta que se aprende a descifrarlos como corresponde. ¿Por qué hacerlo? Simple. Para ser más felices (a escala humana); para mirarnos al espejo y ver ahí la imagen de una persona contenta, satisfecha consigo misma y segura. Una persona confiada en que lo que diga la conducirá por el camino de la congruencia interna y de la realización personal. Un camino que, a la larga, da muchas más satisfacciones que cualquier logro profesional o material, pues hablamos de alcanzar un alto grado de bienestar personal y disfrute de la vida. Y cuando realmente lo hacemos, ello se traduce en la existencia de individuos alegres, capaces de transmitir esa sensación a sus más cercanos. Entonces, podemos deducir que por esta vía también se contribuye a generar familias más armoniosas. Esto se relaciona directamente con el concepto de círculos virtuosos: gracias a la constante puesta en práctica de algunos comportamientos, finalmente éstos crean especies de cadenas o procesos evolutivos ascendentes que van desde lo positivo hacia lo más positivo, generando importantes gratificaciones para las personas. Ellas, al tener comportamientos asertivos, van de manera casi automática generando nuevos climas positivos en otras áreas y con otras personas. Los círculos virtuosos son el opuesto a los círculos viciosos negativos, es decir, cuando el comportamiento de las personas, y por tanto sus consecuencias, van progresivamente de mal en peor. Lo ideal sería seguir ampliando el círculo virtuoso hasta llegar a tener amigos,compañeros de trabajo o de estudio más abiertos a la comunicación y, ¿por qué no?, a una sociedad más espontánea. Comprendemos la felicidad
  • 17. como un estado afectivo que podemos alcanzar los seres humanos que deseamos vivir en un mundo mejor y estamos dispuestos a utilizar herramientas que nos permitan convivir en nuestra sociedad, pero de una manera más sincera, directa y con menos miedo al qué dirán. ¿Qué es ser asertivo? Lo primero es contestar lo básico: ¿qué se entiende por asertividad? Se puede partir diciendo que La asertividad es un estilo de comunicación que permite expresar pensamientos, sentimientos y opiniones en el momento oportuno, de manera desenvuelta, sin experimentar nerviosismo, considerando los derechos de uno y de los demás. En la práctica, esto supone el desarrollo de diversas capacidades que todos tenemos, pero que no siempre cultivamos. Resumiéndolas, podemos decir que se trata de: Expresar sentimientos y deseos, tanto placenteros como displacenteros, de una forma directa, sin negar o menospreciar los derechos de los otros y sin crear o sentir inhibición o ansiedad desadaptativa. Diferenciar entre la aserción, la agresión y la sumisión, tres diferentes formas de reaccionar que analizaremos más adelante. Discriminar las ocasiones en que la expresión personal es importante y adecuada. Defenderse, sin agredir ni ser pasivo, frente a conductas de otros que consideremos poco cooperadoras, inapropiadas o poco razonables. Estar conscientes de que tenemos derechos y debemos respetarlos, para no pasarnos a llevar como personas. Surge, entonces, otra pregunta: ¿qué ganamos con estas actitudes? Y la respuesta es que con ello obtenemos dos pilares fundamentales para el apropiado desarrollo de la personalidad: por un lado, incrementar el
  • 18. autorrespeto y la satisfacción de hacer algo con la capacidad necesaria para aumentar la confianza y seguridad en uno mismo; por otro, mejorar las relaciones interpersonales, la aceptación y el respeto de los que nos rodean, en el sentido de que se reconoce nuestra capacidad de reafirmar los derechos personales. Éstos, a su vez, ayudan a aumentar la propia confianza y posicionamiento frente a los demás. Conducta péndulo: de la sumisión a la agresividad Para comprender mejor lo que se entiende por una comunicación asertiva, abierta y desenvuelta, es preciso diferenciarla de la sumisión y de la agresividad. Ciertamente, una es muy distinta de la otra. Pero también es cierto que, muchas veces, vamos de una a otra, produciéndose aquello que se denomina conducta péndulo. Veamos cómo ocurre. Las personas asertivas respetan sus derechos y los de los demás, mientras que las sumisas respetan los derechos de los demás, pero no los propios. El ejemplo más típico está al comienzo de este libro: decir sí cuando se quiere decir no. Otra actitud que refleja sumisión es no saber hacer un “rayado de cancha” apropiado o, en otras palabras, no saber cómo poner límites a los otros. También podemos incluir en estos ejemplos situaciones como el evitar expresar críticas o explicitar puntos de vista diferentes, por temor o inhibición, o por no querer parecer conflictivo, peleador o poco grato. Estas son las personas sumisas que, irremediablemente, con el tiempo terminan siendo agresivas o explosivas; o, en su defecto, enferman su propio cuerpo. Habitualmente, las personas sumisas son así porque en el fondo buscan aprobación y cariño. El problema es que el “recipiente” interno se va llenando. Los sentimientos íntimos se van escondiendo y, finalmente, comienzan a funcionar como una verdadera olla a presión que, cuando menos lo esperamos, explota. Y entonces viene el destape, dejando la mayoría de las veces heridos en el camino, afectando
  • 19. severamente a la misma persona que explotó, sintiéndose finalmente muy mal con ella misma. En síntesis, una persona sumisa, sin darse cuenta, va guardando sensaciones de frustración por no haber podido expresar lo que quería. Así es como se va llenando de malestares e incomodidades con ella misma, hasta que la presión interna puede alcanzar tal nivel, que un estímulo –que en otras ocasiones no le habría afectado en lo más mínimo, como una simple mala cara o una momentánea falta de atención– le hace estallar estruendosamente. Generalmente, este tipo de reacción impulsiva violenta al que la recibe y puede herir profundamente su autoestima. Un ejemplo que se ve a cada instante son las peleas de parejas, donde ciertos temas irresueltos se guardan por años, hasta que algo ínfimo desata una discusión en la cual uno de los dos, o ambos, vacía su contenido histórico acumulado: penas, rabias, sentimientos de desilusión, despecho, menoscabo. Es el típico caso de cómo la sumisión (entendida como la acción de inhibir u ocultar durante años contenidos para no pelear o para no ser desagradables) conduce a la agresividad o a la impulsividad extrema e hiriente.
  • 20.
  • 21. Volviendo atrás: cuando afirmamos que la asertividad implica decir lo que se siente o se piensa en el momento y de la forma adecuada, precisamente se sostiene que esta conducta trata de evitar desenlaces como el descrito. A veces en una discusión de la pareja, ella se produce porque uno (o los dos) dice lo que piensa y que había callado por meses o tal vez por años. Tal vez esta explosión, con todos sus efectos negativos, no se habría producido si las cosas se hubieran hablado en el momento oportuno, a través del tiempo. Hay que tener presente que la asertividad no está relacionada, necesariamente, con una comunicación del tipo “pensamiento hablado” o inmediato. Muchas veces, abstenerse es la conducta más adecuada en un determinado momento. Y esto es lo que ocurre cuando uno está seguro de que, independientemente de lo que se diga o se calle, nada cambiará; o que lo que se diga no será recibido de la mejor manera en ese momento específico (puede que los ánimos estén muy encendidos y que, por lo tanto, lo más probable es que nuestro mensaje rebotará). Ahora podemos referirnos a la llamada “conducta péndulo”, que es la que manifiesta la mayoría de las personas. La conducta péndulo está definida por el paso desde la sumisión a la agresividad, saltándose el término medio, que es la asertividad. Un ejemplo cotidiano de este tipo de conducta se ve en nuestra sociedad cuando una persona se deja pasar a llevar en un supermercado, cuando lo atropellan en una fila, cuando no reclama frente a compras insatisfactorias, cuando recibe tratos inadecuados en su lugar de trabajo y debe callar... Pero basta que esa persona, después de estas situaciones incómodas o humillantes, se suba al auto, para que su conducta se vuelva totalmente agresiva y violenta, transformándose ahí en un sujeto temerario para los demás. Tuvo así una oscilación pendular: de un extremo conductual al otro. Solo en algunos casos, la conducta péndulo puede ir en la dirección contraria: es decir, de la agresividad a la sumisión Lo anterior puede suceder por la repetición de sanciones sociales que recibe una persona al comportarse agresivamente.
  • 22. Profecías autocumplidas Aparte de los problemas ya descritos que causan este tipo de actitud, hay que agregar que la persona sumisa está muy predispuesta a la depresión y al estrés. Se entiende este tipo de depresión como reactiva, es decir, que tiene explicación sicológica (no endógena) y, por lo tanto, tratable, modificable y mejorable, ya que está relacionada con factores comprensibles, tales como pérdidas importantes, desvalorizaciones personales, baja autoestima, pobre concepto de sí mismo, el que se arrastra a través de los años. La depresión puede ir de leve a aguda. Comienza a manifestarse a través de una pérdida de confianza en sí mismo y, por ello, la autoimagen se deteriora. Viene entonces la desilusión del individuo consigo, empieza a no gustarse y va generando una serie de pensamientos del tipo “no me va a resultar”, “no voy a poder”, “soy fome”, “no tengo chispa”, “nunca seré entretenido para los demás”. Son las profecías autocumplidas. En síntesis: nada me resulta, o todo me sale mal, porque así lo definí con anterioridad. Es un hecho conocido: ningún atleta gana una competencia si parte convencido de que va a perder. Es tal la fuerza e influencia que tienen nuestros pensamientos en nuestra conducta, que muchas veces vamos pavimentando mentalmente el camino a seguir y definiendo de antemano las consecuencias de nuestros actos. En tantas ocasiones partimos predispuestos al fracaso. Lo bueno de todo esto es que también puede darse lo contrario: partir predispuesto al éxito. Podemos estar seguros de que cualquier actividad impulsada por este sentimiento tendrá resultados positivos. Y, si bien esto no nos asegura un éxito ciento por ciento, nos prepara desde el punto de vista motivacional a estar en las mejores condiciones para emprender las tareas que se nos presentan. La asertividad tiene diferentes componentes y se expresa en diversas áreas: una persona puede funcionar bien en un ámbito de su personalidad, pero no en otra. Por ejemplo, alguien consigue desenvolverse muy bien en su trabajo, pero tiene una gran inhibición en su vida de pareja. El típico ejemplo es
  • 23. cuando un hombre es una especie de rey intocado en su oficina, al que todos le obedecen ciegamente, pero basta que llegue a su casa y su comportamiento se vuelva tan sumiso que no sea capaz de defender sus puntos de vista frente a sus hijos o a su señora y acepte malos tratos, falta de respeto o respuestas sarcásticas, sin reaccionar. O quizá otra persona manifieste contenidos adecuados, pero la forma en que los expresa sea inadecuada. Como también puede que en sus pensamientos existan algunos errores o distorsiones que le hagan sobrerreaccionar frente a algunos temas. Comenzaremos refiriéndonos a los pensamientos o cogniciones, y la importancia que tienen en nuestras conductas y estados de ánimo. Las cogniciones las vamos almacenando en una especie de “caja negra” que existe en nuestra mente: son el procesamiento interno de la información que tenemos las personas y que pueden adoptar al menos una de estas modalidades: autoverbalizaciones, imágenes y olores (también sonidos y otros). Estas cogniciones o tipos de pensamientos se van conjugando y, finalmente, por economía mental, se van conformando en esquemas mentales, instaurados firmemente y la mayoría de las veces son incuestionados por quien los posee. Ellos pueden ayudarnos a ver y actuar en la vida de manera asertiva o, por el contrario, perjudicarnos y debilitar nuestra autoestima, a través de potenciarnos el actuar de manera sumisa e insegura. Así es como nos topamos con las “profecías autocumplidas”, las que están dadas por pensamientos o ideas irracionales que acompañan a todas las personas y pueden identificarse fácilmente por su gran cantidad de absolutivos semánticos. Por ejemplo: “Nunca puedo hacer bien nada”, o “Las personas siempre se aburren conmigo”. En general, son ideas tremendamente castigadoras y dañinas para con uno mismo, ya que se filtran silenciosamente en el pensamiento y no las cuestionamos, lo que conduce a un desenlace previsto, en el sentido negativo o inhibidor de la conducta . Si cada vez que cometemos un error, o nos equivocamos, nos decimos internamente “soy un tonto”, a poco andar nos vamos creyendo personas menos aptas en relación a otras y, por sobre todo, generamos una vivencia interior de menoscabo o desvalorización personal.
  • 24. Un ejemplo clásico es cuando se tiene que hacer una presentación frente a una audiencia, lo que significa un gran costo sicológico. Una posibilidad es tomar la situación diciéndose mentalmente “creo que me va a salir pésimo, que me voy a poner nervioso y todo el mundo se va a dar cuenta de que me faltaba información acerca del tema y voy a hacer el ridículo”. Lo más probable es que pensamientos de este tipo se confirmen en la práctica, pues cuando uno se dice a sí mismo “esto me va a salir mal” y se lo repite muchas veces, se está pavimentando el camino para el fracaso y no para el éxito. En síntesis, debido a una inseguridad personal nos formamos una mala opinión de nosotros mismos, la archivamos automáticamente y la seguimos incorporando a nuestra autoimagen como si fuera realidad. Este es también un sentimiento que se trasluce, y al final los demás llegan a percibir lo mismo y a perder la confianza en nosotros. Es sabido que las personas que se sienten atractivas, valiosas, inteligentes y simpáticas, son percibidas, en general, de la misma manera por el resto, o por lo menos como personas atractivas en su manera de ser, aun cuando algunas de estas “cualidades” no resistan un mínimo análisis. Es fácil darse cuenta de que las profecías autocumplidas conducen a un círculo vicioso negativo, pues a mayor depresión, menores son los deseos de buscar soluciones. De esta manera es fácil llegar al extremo de estructurar una personalidad depresiva, que se puede graficar como aquella que se fija sólo en la mitad vacía del vaso. Aparte de la sensación de desencanto con la vida, quien sufre de depresión puede fácilmente abandonarse con respecto de su cuerpo, dejarse engordar, descuidar su aspecto personal y refugiarse en una “rumiación”, es decir, pensamientos recurrentes negativos que no permiten dejar libre la cabeza para otras ideas, lo cual conduce a desconfiar de sí mismo y a bajar la autoestima. Estos sentimientos se presentan obsesivamente, interfiriendo con la vida cotidiana constructiva de los individuos. Finalmente, las personas tienden a sumirse cada vez más en la amargura y en el descontento. Además de caer en este círculo vicioso que cada día entrega una peor imagen de uno mismo (tanto sicológica como físicamente), el afectado puede llegar a adicciones como el alcohol, la droga o la comida en exceso. Esto se produce porque, como conducta compensatoria a su estado interior insatisfecho o frustrado, la persona busca en elementos externos los medios más rápidos que le permitan alcanzar algún grado de satisfacción a sus pesares. Y muchas de
  • 25. estas conductas nacen por no decir lo que se piensa en el momento oportuno, por dejar de realizar actividades placenteras –pero que provocan vergüenza– o por postergarse indefinidamente. Por ejemplo: ¿se han dado cuenta de que resulta más fácil decir las cosas cuando tenemos mucha rabia? ¿O cuando hemos tomado algunos grados más de alcohol? Tanto la adrenalina de la rabia, como los efectos del alcohol en el cerebro, hacen perder parte de la vergüenza y de la inhibición social. El problema es el gran costo que se puede pagar por esas reacciones, ya que generalmente herimos a las personas, y al final tampoco nos sentimos bien con nosotros mismos. (También podemos transformarnos en adictos al alcohol u otras sustancias). La depresión es como un túnel que se estrecha y quien está en su interior no toma conciencia de lo que ocurre. A nivel del pensamiento se forman patrones irracionales, esquemas rígidos que no se compadecen con la realidad y la persona se limita en ciertas áreas de su desarrollo personal. Por ejemplo: “A mí nunca me resultan las cosas”, o “No soy de las personas exitosas o con personalidad, como se dice”; o la repetida idea de que “Nunca voy a cambiar, haga lo que haga”. En este panorama, no hay que dejar de lado las llamadas depresiones larvadas o encubiertas. Éstas afectan a quienes aparentan ser personas que asumen todo (“apechugadores”), pero si se escarba en su personalidad, pronto se descubren ideas irracionales, desesperanza y un gran sufrimiento sicológico que va por dentro, el cual se ha arrastrado seguramente por mucho tiempo. En síntesis, la depresión por falta de asertividad se produce porque se ha acumulado mucho peso en la “mochila” que todos llevamos dentro y también por cargar con mochilas ajenas y autoabandonarse. Esta sobrecarga es un indicador de sumisión que el afectado no reconoce y sigue actuando como si la vida fuera así. En este contexto, es habitual la aparición de las ideas irracionales: tipos de pensamientos que en una primera mirada parecen válidos, pero que al examinarlos con detención resultan poco realistas e injustos para con la persona que los experimenta, los que generalmente se transforman en verdaderas hiperexigencias y trabas en la relación con uno mismo y los demás.
  • 26. Este tipo de ideas puede combatirse exitosamente. Para ello es necesario reestructurarse cognitivamente o, dicho de otra manera, cambiar los “switches sicológicos”. Por ejemplo, si uno se encuentra fome o aburrido, puede pedirle a una amiga o persona confiable (tercera persona o juez externo) que le diga cómo se comporta cuando está en un grupo. Lo más probable es que le conteste, una vez a solas, que se muestra muy callado. Con esta simple “comprobación empírica” es fácil cambiar su idea irracional de “fome” por la de “callado”, siendo esta última conducta menos dañina para la autoestima y, además, mucho más factible de manejar y de cambiar. Por ejemplo: es más fácil darse cuenta de que si se aprende a poner temas de conversación, a poco andar lo más probable es que las demás personas también conversen o nos den más información naturalmente, y por lo tanto cada vez será más sencillo conversar con los demás. Con esto se rompe el mito de que se es latero o aburrido. Así, para pasarlo mejor basta algo tan simple como pensar que depende de uno ser más participativo y conversador, sobre todo cuando se está en un grupo que recién conocemos. En el caso específico de las mujeres, cabe mencionar que dada la multiplicidad de roles que suelen asumir en la vida actual (mamá, esposa, trabajadora fuera de la casa, participadora social), muchas veces ellas se transforman en personas autómatas, sometidas a la secuencia trabajo–casa– comida–arreglo–higiene–hijos. Muchas veces no hacen valer su derecho al descanso, a la diversión o a la realización de alguna actividad de su interés. Es como si sintieran que no lo merecen, pues siempre hay un rol que asumir, el que se ha dejado de lado por los otros roles. Si este tipo de mujer se asocia a una pareja agresiva (no física, sino sicológicamente), el resultado es aún peor. Y, lo más grave, es que este modelo puede fácilmente reproducirse en los hijos, transformándose en una historia de nunca acabar. Ello no tiene que ver con la genética, sino con la imitación de modelos. La mayoría de las veces somos lo que pensamos que debemos ser o lo que hemos visto a través de nuestras familias de origen. Por ejemplo: muchas mujeres se sienten mal por el simple hecho de descansar un rato en su casa y, cuando llega la pareja o los hijos, se levantan como un resorte con el fin de “no parecer flojas” y cumplir con el mandato social de recibirlos de buena manera, haciendo y sirviendo la comida, aunque ese haya sido un día tremendamente agotador.
  • 27. Imagen propia versus espejo social No hay que ser genio para darse cuenta de que vivimos en una época altamente competitiva y estresante. Para contrarrestarlo, es nuestra opción, como seres humanos, tratar de hacernos la vida más grata y congruente con lo que cada uno piensa, siente o valora. El punto es, ¿cómo podemos hacerlo? En este contexto, la asertividad es una herramienta que permite ahorrar energías y optar por modelos propios en vez de foráneos, consiguiendo los grados de libertad que, como personas, todos por igual merecemos. Para tener éxito en lo anterior, y con ello mejorar nuestra calidad de vida, es necesario modificar algunos esquemas mentales que la mayoría de quienes convivimos en una sociedad como la nuestra llevamos automáticamente en nuestro interior, sin detenernos a cuestionarlos. Estos esquemas o maneras de pensar nos conducen muchas veces al camino contrario de aquel al que queremos llegar. Contribuyen a ello, nuevamente, los llamados esquemas cognitivos irracionales y estresores, que son aquellos que nos instan constantemente a ser competitivos, más exitosos, más rápidos, a tener más dinero o prestigio, a tener mayor atractivo personal, más posgrados académicos, mejor físico, mejor estilo para vestirse, una casa más bonita, un auto más moderno. Todos estos pensamientos–mandatos presionan internamente e inciden en que las personas se “introyecten” o autoimpongan una serie de tareas, actividades y conductas que deben cumplir para poder ser reconocidas y aceptadas en la sociedad. De lo contrario se van sintiendo poco valiosas ante sus propios ojos y ante los de los otros (espejo social). Es importante agregar que es legítimo ser socialmente competitivo, pero también es legítimo no serlo. Si usted es competitivo, bien, pero si no, usted tiene derecho a comprometerse consigo mismo y decidir ser consecuente con
  • 28. los valores propios, puntos de vista y objetivos a cumplir, según sus propios gustos y valores. Es importante considerar que difícilmente seremos considerados “moneditas de oro”. Entonces, si jamás le vamos a caer bien a todo el mundo o nunca seremos afines a todas las personas, ¿por qué mejor no intentar ser y estar a gusto con nuestro propio estilo, ya que de todas maneras, actuemos como actuemos, igual le caeremos mal a muchos, igual nos van a criticar, contradecir o, por último, no les vamos a importar? Recordemos que cuando uno no es valioso para quienes quiere, se refleja en los afectos y autoestima. Pero si no le gustamos a alguien a quien apenas conocemos y que no está dentro de nuestro círculo afectivo más cercano, ¿qué importa? Nada. Es algo que no nos hace ni mejores ni peores. Sólo es la opinión de otra persona y es válido que la tenga, como también es válido que no nos modifique ni altere, ni en un más mínimo grado, la visión que tenemos de nosotros mismos. Los otros no significativos no tienen por qué herirnos con su rechazo, ya que ellos no conforman nuestro mundo afectivo. Si hay algo que falta en nuestra sociedad es aprender a ser más amigo de uno mismo. Cuando un buen amigo o amiga se equivoca, ¿qué le decimos? Lo más probable es que sea algo del estilo “No te preocupes, no tiene importancia. Un error lo puede cometer cualquiera y sigues siendo una persona valiosa para mí”. En cambio, si el mismo error lo comete uno, es seguro que nos reprochemos y nos digamos internamente algo como “¡Qué estúpido soy! No sirvo para nada. Ni siquiera puedo dejar de equivocarme”. ¡Qué fundamental es aceptarse a uno mismo por lo que uno es! Pero, lógicamente, eso no significa que nos vayamos a dar todas las licencias que queramos como personas, o a sobrevalorarnos y a encontrarnos “lo máximo”. Lo que podemos hacer es ser congruentes con nuestras visiones, valores, aspiraciones y gustos, siempre preocupándonos de no pasar a llevar a los demás. Es decir, respetarse uno y respetar al resto. No es bueno tratarse mal o faltarse el respeto cuando uno comete un error. Ello, inevitablemente, disminuye el cuidado y la visión que tenemos hacia nosotros mismos. Lamentablemente, lo que muchos solemos hacer es respetar a todas las personas, en desmedro del autorrespeto. Esta actitud nos lleva, finalmente, a
  • 29. vivir comparándonos constantemente con los otros. Si alguien es aprobado socialmente, sentimos que debemos seguir sus mismos estándares o modelos de comportamiento. Así, vivimos como creemos que debemos vivir y no como deseamos hacerlo, aunque nuestra opción sea muy diferente a la de los demás. Esto se aplica a diferentes áreas de nuestra vida: elegir una carrera, una pareja, un lugar de vacaciones, las actividades recreacionales, los tipos de ropa, la educación de los hijos, el barrio. Muchas veces soñamos con tener un auto determinado sólo porque un amigo lo tiene y no porque necesitemos ese modelo o esa marca en especial. Son varios los peligros que enfrentamos al vivir la vida según lo que piensan otros, pero sin duda que el más serio es pasar por alto nuestra propia vida y cuando nos demos cuenta, ya es muy tarde. Ello, además de descubrir un día que en lugar de hacer lo que de verdad nos interesaba, hemos estado aburridos, marcando el paso de otros y abandonándonos a nosotros mismos. En síntesis, descubrir que hemos sido esclavos de la opinión ajena o del espejo social en que nos reflejamos constantemente. Un ejemplo de este espejo social es la moda: nos compramos ropa con determinadas características no porque nos guste o se acomode a nuestro estilo, sino porque es lo que se lleva en la temporada. En muchas ocasiones hemos oído confesiones como la siguiente: “Me compré unas botas blancas porque estaban de moda, y ahora no sé con qué combinarlas. Además, es verano y me dan mucho calor”. Cerremos por un instante los ojos y recordemos cuántas veces hemos sido testigos de cómo alguien compra determinada tenida que no le sienta bien o que le queda incómoda, pero que lo hizo aconsejado por el vendedor o un tercero. En este caso se produce en la persona la sensación de haber sido ingenua y de haber cometido el error de confiar en otro más que en ella misma. ¿Por qué tendemos a valorar más las opiniones ajenas que las propias? ¿Por qué nos dejamos llevar por los gustos de los demás? ¿Por qué confiar más en alguien que nos viene conociendo que en nosotros mismos? Así, podríamos seguir enumerando una serie de distorsiones e invalidaciones que experimentamos en nuestra sociedad, como producto de la inseguridad personal.
  • 30. Es importante darse cuenta de que todas las personas somos valiosas. Independientemente de lo que hayamos estudiado o incorporado como instrucción formal, tenemos el mismo derecho a expresar puntos de vista y opiniones, así como también a querernos y aceptarnos como somos. Lo anterior vale, por ejemplo, para aquellas mujeres que por el solo hecho de no trabajar fuera de sus casas no se sienten con el derecho de intervenir o de aportar en conversaciones por “no estar en condiciones profesionales de hablar sobre un tema”. El tipo de declaraciones, que he escuchado muchas veces de ellas, refleja muy bien la visión que tienen de sí mismas. Por ejemplo, dicen “No tengo nada que aportar, puesto que mi vida se relaciona solo con la casa”, o “Prefiero escuchar, ya que no me siento con conocimiento sobre el tema para opinar”, o “Lo mío no es algo importante, es sólo algo doméstico”. Todo esto se resume en una frase típica: “Yo no hago nada. Sólo soy dueña de casa”. Desde el punto de vista de la asertividad, la invitación es a dejar de pensar que únicamente las personas validadas socialmente son importantes. Porque la verdad es otra: todos somos importantes y únicos, y así como uno respeta a los demás, también debiera respetarse a sí mismo, con sus características e historias de vidas particulares. Hay que aclarar que ser asertivo con uno mismo no significa no tomar en consideración opiniones ajenas. Lo relevante es que después de escuchar un juicio externo, uno lo coteje con lo que piensa y tome una decisión final. Es decir, podemos convertirnos en jueces de nuestro propio comportamiento. Claro que tenemos que estar dispuestos a ser responsables de las decisiones escogidas por nuestro propio arbitrio, independientemente de si las consecuencias son positivas o negativas. Se puede aprender a vivir la vida según nuestros propios gustos y decisiones, y no por lo que dicten otros como “bien visto”, educado y conforme a protocolo. Lo peor que nos puede pasar es que nos digan que somos diferentes. Y eso, ¿qué importa? En gran medida, la calidad de vida o bienestar personal se da porque dejamos de ser parte del rebaño y perdemos el miedo a ser diferentes. Si nos diéramos más permiso para ser directos,
  • 31. sinceros, autónomos y libres internamente, ello redundaría en una calidad de vida más plena y, consecuentemente, mejor vivida o, mejor dicho, vivida y no imitada. Asertividad y diferencias económicas A medida que el dinero se hace más escaso, es importante aprender a diferenciar entre la dignidad personal y la cantidad de dinero que se posee; es decir, distinguir los recursos económicos de los derechos que se tienen como persona, como ser humano. En mi experiencia con mujeres de escasos recursos, ha sido reconfortante comprobar que ellas pueden aprender a incorporar técnicas asertivas en relación a temas tan variados como: Renegociar deudas. Realizar peticiones directas. Saber comunicarse de manera segura con alguien jerárquicamente de mayor rango. Considerarse dignas de ser respetadas como madres y esposas, independientemente del nivel de escolaridad alcanzado. Autovalorarse por sus logros cotidianos, por pequeños que sean. Saber recibir refuerzos positivos y también entregarlos. Proyectarse hacia objetivos laborales, profesionales o actividades que impliquen su trabajo personal, esfuerzo y persistencia en la meta. No medirse con la vara del poder económico, sino con el de la calidad de ser humano. La autoestima no debe relacionarse con logros materiales, sino con cómo nos podemos aprender a querer, valorar y considerar como personas. Sería muy triste que sólo nos quisiéramos cuando tenemos dinero o bienes materiales. Cuando una persona de extrema pobreza es capaz de creer que a
  • 32. través de su propio esfuerzo y persistencia puede surgir laboral, educacional o espiritualmente en la vida, lo más probable es que esto finalmente ocurra. La fuerza de las propias creencias o pensamientos es el mayor impulso que se puede tener para los procesos de evolución y consecución de metas soñadas. Por cierto que una persona asertiva también sabe pedir y aprovechar las oportunidades que la sociedad le da. Pero, inevitablemente, deberá hacerlo adoptando una actitud decidida a abrirse camino, sin miedo ni vergüenza, y con la seguridad de que como persona, más allá del medio donde le haya tocado vivir, tiene todo el derecho a trabajar dignamente. Ello lo conseguirá aprendiendo nuevas conductas (incrementando o ampliando su repertorio conductual) y modos de comunicarse con los demás, para transmitir sus mensajes de manera segura y confiada. La inseguridad, o timidez, es de los peores enemigos que se pueden tener para crecer en la vida, en cualquier ámbito. Manejando estos aspectos hay más posibilidades de lograr lo que se desea. No hay que invalidarse internamente ni dejar que nos atropellen. Quien se manifiesta conciente de sus limitaciones (económicas, materiales, de formación), pero sin autodegradarse, logrará generar en los demás la percepción de que se está delante de una persona confiable y, por ende, es más probable que le brinden mayores oportunidades reales para obtener trabajos, ya sea de manera dependiente o independiente. En mi experiencia de práctica profesional realizada el año 1990 en un centro abierto de la población La Pintana, perteneciente al Hogar de Cristo, tuve la grata posibilidad de comprobar que muchas mujeres pobladoras, con bajos niveles de escolaridad y graves problemas económicos, eran capaces de romper el círculo de la desesperanza y la pobreza, saliendo adelante de una manera desenvuelta y digna, logrando la consecución de diferentes objetivos. Éstos iban desde los muy básicos –y por eso muy importantes–, como no permitir ser maltratadas por sus parejas, hasta instalarse con pequeños negocios o crear proyectos avalados por personas más influyentes en la sociedad, dispuestas a darles una posibilidad de cambio y realización personal. Casi mágicamente, estas grandes mujeres fueron perdiendo el miedo y la desesperanza en relación a que “a los pobres nadie los escucha”.
  • 33. Gradualmente se abrieron caminos, transformando el rótulo de “pobladoras de La Pintana”, por el de mujeres trabajadoras, responsables y directas en sus maneras sencillas de comunicar sus mensajes. A poco andar, muchas de ellas llegaban a sus entrenamientos asertivos arregladas y maquilladas, preocupándose más de sí mismas. En relación a su lenguaje, también comenzaron a tratarse mejor a sí mismas y aprendieron a no descalificarse. Cuando se decide cambiar ciertos esquemas mentales, y consecuentemente a ese gran cambio se aprenden conductas que ayudan a funcionar de manera más cómoda, se consigue la verdadera modificación interior y exterior. Nuestro cuerpo somatiza y paga las consecuencias Entre los variados efectos que puede conllevar la falta de asertividad, hay uno muy importante: que el cuerpo acuse recibo de ello a través de somatizaciones. Para comprenderlo mejor, es conveniente partir analizando la diferencia que existe entre opción e imposición de conducta. Es diferente optar por quedarse callado en una reunión social, ya sea por cansancio o por un dolor de cabeza o por tener genuinas ganas de escuchar más que de hablar, a, en cambio, guardar silencio por inhibición. Este último caso es el que afecta a los seres tímidos a quienes sí se les ocurren ideas y sí quisieran participar, pero que se mantienen al margen. Aquí, el consejo es no engañarse y responder con sinceridad a la pregunta ¿realmente no quería hablar? Actitudes como la anterior nos llevan a avanzar en la cadena de situaciones que produce la falta de asertividad: el estrés o la tensión se relacionan directamente. Muchas veces ocurre cuando los problemas sicológicos que afectan a una persona se trasforman en enfermedades o dolencias físicas. Son innumerables los casos en que el cuerpo resiente el desgaste producido por la
  • 34. tensión acumulada y, de manera sabia, reacciona haciendo llegar una clave, que puede ir de leve a muy aguda, para que lo escuchemos y le hagamos caso. En los casos de claves leves y medianas, muchas veces llegamos con los músculos de la boca tensos de tanto aparentar sonrisas y gestos para caerle bien a los demás. En otras oportunidades se nos tensiona dolorosamente la espalda por haber aguantado en una silla una postura incómoda, por vergüenza, o no habernos atrevido a cambiar de posición o porque nos sentimos “fuera de lugar”. Otras muchas veces somatizamos, a tal punto de enfermar nuestro cuerpo. Las somatizaciones más frecuentes producto del estrés (es decir, la forma cómo el cuerpo acusa recibo de las conductas forzadas o no expresadas libremente) son las cefaleas, colon irritable, lumbago, úlceras, tortícolis, contracciones musculares, bruxismo y dermatitis. Una forma de identificar estas situaciones es haciendo una especie de memoria histórica con el cuerpo y relacionar las dolencias con ciertos comportamientos o eventos determinados. Es probable que después de una reunión social, las personas tímidas presenten un dolor de cabeza, una contracción muscular, bruxismo (hacer rechinar los dientes por tensión), malestares estomacales u otras manifestaciones físicas provocadas por la tensión mantenida en un encuentro poco grato y que la persona lo sufre internamente, siendo muchas veces imperceptibles ante los ojos de los demás. En otro plano, hasta una negativa en el ámbito sexual puede ser producida por una somatización. Resulta bastante más común de lo que pensamos el que alguien se enferme después de vivir una situación en que lo ha pasado mal. Y esto es por una simple reacción sicológica por haber hecho algo que no se quería hacer, y que nada tuvo que ver con lo que comió, bebió o trasnochó. A muchas mujeres de verdad les duele la cabeza cuando la pareja quiere tener relaciones sexuales y ellas no. La situación se transforma en un sufrimiento, pero no se atreven a decirlo por temor a que él se enoje o se ofenda. Entonces, al experimentar genuinamente una dolencia, queda superada en gran parte la culpa y la persona se libera de formular el necesario, pero tan poco usado, “Hoy no tengo ganas”.
  • 35. Hay quienes, a pesar de todas las explicaciones de tipo sicológico que pueden recibir acerca de su personalidad y del daño que les produce la falta de asertividad, se refugian en una justificación “genética”: “En mi familia todos son así y no hay nada que hacer”. A ellos es necesario explicarles que existe una diferencia entre lo genético y lo aprendido. Lo que se trae al nacer, en forma genéticamente dada, es el temperamento. Sin embargo, una parte vital que estructura la personalidad del ser humano está proporcionada por el ambiente y la consiguiente socialización. Es decir, por la crianza, por la forma en que se fue educado y tratado cuando niño, por cómo nos hablaban, acariciaban o estimulaban. En el tiempo de nuestros abuelos, la socialización era muy diferente a la que vivimos hoy. Es sabido que, aunque se quisiera mucho a los hijos, el estilo de comunicación dentro de los hogares era radicalmente diferente al actual. Por ejemplo, era signo de mala educación que los jóvenes opinaran. No se les fomentaba el hablar delante de las personas mayores y menos aún se les permitía expresar un pensamiento diferente ni tampoco manifestar su disgusto de manera directa. Era habitual que en la mesa familiar (es decir, donde estaban los primeros agentes de socialización) se le dijera a los jóvenes “Y a usted, ¿quien le ha dado permiso para hablar?”. Simultáneamente en el colegio, que es el segundo agente de socialización, era normal toparse con situaciones que inhibían más que incentivaban la desenvoltura personal. Gran parte de los establecimientos educacionales castigaban las ideas diferentes o simplemente censuraban el que un alumno aportara una idea sin ser autorizado por un superior. Conocido es el antiguo sistema de enseñanza inglés –tema de muchas obras literarias– caracterizado por lo duro y castigador, sintetizado en la frase “la letra con sangre entra”. Por aquella época, lo bien visto, especialmente entre las mujeres y personas de niveles más altos, era tener un bajo perfil. Se confundía la sumisión, inhibición y la timidez, con ser cauto y bien educado. Una vez que se toma conciencia de las conexiones entre cómo funcionamos y nuestras tensiones, es más fácil darse cuenta de que el cuerpo debe ser considerado como un amigo. Sin duda, nuestro mejor amigo cuando se trata de indicarnos que algo incorrecto está pasando en nuestro interior o nuestra siquis. Es
  • 36. como la luz amarilla del semáforo, que muchas veces nos ayuda a evitar serios accidentes. Cuando nos duela el cuerpo sin motivo aparente, preguntémonos: ¿estoy tenso? ¿Me he callado alguna cosa que querría haber dicho?¿Estuve por mucho rato conteniendo rabia o pena? Mirar a un lado y otro antes de seguir avanzando, pensar en el próximo paso, puede evitar las consecuencias de atravesar una calle con luz roja. Esto, a nivel personal, puede traducirse en un infarto, un derrame cerebral o cualquier accidente similar. Siempre hay que tener presente que los contenidos no expresados, esos que pretendemos ocultar, existen por más que queramos creer lo contrario. Entonces, como todo, ocupan un espacio y ese espacio está en nuestra “mochila interior”. No hay que pensar mucho para darse cuenta de que si la sobrecargamos, en algún momento explotará. Adiós al estrés El estrés, palabra tan popular en los últimos tiempos, corresponde al concepto acuñado en EE.UU. y que apunta al grado de tensión que experimentamos las personas. Haciendo una analogía, podemos compararlo con un elástico que se estira cada vez más y más, hasta que puede llegar a cortarse. Su efecto es parecido al de la “olla a presión”, pero a nivel individual. El estrés es un conjunto de síntomas fisiológicos y sicológicos que afectan a quienes lo padecen, provocándoles una suerte de vorágine de sensaciones desagradables, angustiosas e irritables, las que perjudican la calidad de vida y el bienestar personal. Lo más preocupante es que este estado de tensión constante se ha vuelto algo normal y se comenta acerca de él con la misma naturalidad con que se habla de muchas otras consecuencias que tiene vivir en grandes ciudades o sociedades modernas. Aquí, las múltiples tareas u obligaciones producen,
  • 37. inevitablemente, cansancio crónico, irritabilidad, angustia y altos niveles de impaciencia y desazón. ¿Podemos evitarlo? La respuesta es sí, podemos. Y debemos hacerlo con el fin de retomar una vida armónica y grata. Dentro de las causas que gatillan los estados de tensión, destaca el ritmo acelerado con que se realizan casi todas las actividades cotidianas. Esto llega hasta el punto de que incluso las placenteras las vivimos de manera rápida y con un mínimo grado de disfrute. Un ejemplo es cuando salimos a pasear y tendemos a caminar excesivamente rápido, comportándonos de manera alterada o irritable ante el más pequeño traspié. Basta pensar en qué sucede cuando alguien se demora unos minutos más en atendernos, o alguna persona nos da un leve y casual empujón o cuando nos topamos con un atochamiento vehicular. Pero, ¿qué sentido tiene distorsionar de tal manera lo trivial o potencialmente placentero y transformarlo en algo desgastador y no diferenciador del contexto? ¿En qué se relaciona el estrés con la falta de asertividad? Muy simple: cuando nos volvemos verdaderos autómatas, debido a agotadoras jornadas de trabajo, tergiversamos los horarios que podríamos brindarnos a nosotros mismos y a nuestra familias, por actividades que no tienen la misma importancia y muchas veces ni siquiera la mínima. Con este actuar nos estamos pasando a llevar en nuestro objetivo de respetarnos como seres humanos, como también estamos pasando a llevar –es decir, siendo agresivos– a quienes más nos importan en la vida. Lo saludable es que existen pautas de conductas que nos pueden ayudar a desestresarnos y a allanar nuestros estilos de vida. Algunas de éstas son: Aprender a caminar con ritmo de vitrineo, en lugar de hacerlo como si estuviéramos corriendo en una carrera angustiosa. Hablar, comer y realizar movimientos lentamente, ya que el ritmo es directamente proporcional al grado de ansiedad o hiperexigencias que nos autogeneramos. Por lo tanto, a mayor estrés o tensión, es mejor ensayar por un tiempo la vida en “cámara lenta”; o, por lo menos, esto es lo que va a vivenciar al comienzo la persona estresada, aunque en realidad esté caminando normalmente.
  • 38. Incorporar en nuestra vida actividades como la relajación, técnicas de imaginería y actividad física de manera sistemática. Estas prácticas nos ayudan tanto a nivel de distensión corporal, como a generar endorfinas. Realizar actividades placenteras, aunque sea por pequeños intervalos de tiempo. Recurrir a una terapia sicológica si no logramos poner los puntos anteriores en práctica. Aprender a tomar muchas cosas con sentido del humor. Realizar jerarquías mentales y darle importancia a lo que realmente es significativo, o más relevante para nosotros. (Ojalá esta lista de jerarquías no contenga más allá de unas diez reglas ultra importantes).
  • 39.
  • 40. Un factor determinante para cambiar conductas estresadas por otras cómodas y relajadas, es reorganizar los pensamientos respecto de los objetivos que nos hemos trazado en nuestra vida, los que deberían considerar una escala o categoría de importancia en su puesta en práctica. No metamos todo en un mismo saco, ya que así vamos a sobredimensionar problemas y, a la larga, nos quejaremos por cosas que no tienen importancia. En nuestra escala de valores, deberíamos darle más relevancia a ciertas actividades o comportamientos y quitarle el significado excesivo a otros. ¡Qué importante es tener una buena convivencia familiar y qué poco importante es que se ensucie la frazada cuando comemos todos juntos un domingo arriba de la cama! Si consideramos que el bienestar personal pasa primordialmente por la relación respetuosa que tenemos hacia nuestra persona y hacia las demás, estaremos atentos a no dar tanto valor a la adquisición de bienes materiales, ascensos laborales o a la opinión que otros tengan de nosotros como seres exitosos, a costa de no tener tiempo para disfrutar de nuestra casa, familia, pareja, hijos y amigos. Podemos aprender a disfrutar de las cosas simples y, a la vez, profundas de la vida, accesibles a la mayoría de las personas, tales como una grata conversación, un hermoso paisaje, el afecto de quienes nos rodean, antes de estar concentrados todo el tiempo en comprar más, ganar más, tener un cargo más alto. En la medida en que nos tomamos aquellos aspectos no medulares de la vida con menor severidad, apreciamos el inicio de un equilibrio interno y la adquisición de la sabiduría de reírnos de nosotros mismos y de nuestras neurosis o errores inevitables. Cuando nos demos el permiso de no ser “el primero del curso”, “el más hermoso físicamente” o “el más inteligente”, de no “terminar los trabajos de una semana en un día para ser más competente” y nos centremos en ser equilibrados y congruentes con nuestros valores, entonces será cuando hablaremos más lentamente, pensaremos más profundamente, expresaremos nuestros sentimientos de manera más abierta y menos pudorosa, como
  • 41. también nos tomaremos más tiempo en lo que nos gusta. Por lo tanto, seremos personas más distendidas y, por qué no, más felices. Es después de un proceso interno como el descrito que daremos la pelea al estrés, el que no está sustentado en nuestros profundos pensamientos, sentimientos o deseos: en rigor, corresponde, muchas veces, a un modelo social –o propio– de exigencia desmedida. Lo podemos cambiar por otro más humano y centrado en las personas, como también en las tareas, pero de un modo equilibrado. Sólo necesitamos desearlo fervientemente y dedicarnos sistemáticamente al trabajo que nos llevará a conseguir nuestras nuevas metas. Es decir, cambiaremos nuestros esquemas mentales irracionales, lo que se acompañará de modificaciones en nuestro comportamiento. Si consideramos valioso el bienestar personal que podemos adquirir los seres humanos, concordaremos en que la vida no puede consistir en tener un exceso de trabajo o en vivir planteándonos metas desgastadoras sin hacer un alto en el camino. Esto, incluso a costa de ver menores ingresos económicos, logros o reconocimientos sociales. Si ponemos estos aspectos en una balanza interna, lo más probable es que reflexionemos acerca de lo que es verdaderamente importante en nuestras vidas, versus lo que es accesorio. Este es un primer peldaño en la sabiduría que los seres humanos podemos alcanzar. Soy tímida, soy tímido Hombres, mujeres, adultos, niños, ancianos... El mundo está lleno de personas tímidas, de diferentes edades y condiciones sociales. Pero, ¿sabemos qué es la timidez? Básicamente, podemos decir que es la inhibición social que experimentan las personas cuando se relacionan con otras. Quienes sufren de timidez experimentan un alto grado de ansiedad y vergüenza al momento de contactarse con los demás, incluso de sólo pensar en relacionarse o ser observados por su entorno. Los tímidos le temen tanto a la mirada de los otros, como a lo que puedan estar pensando respecto de ellos. Muchos imaginan que quienes los observan adivinan (o roban) sus pensamientos o vivencias internas, lo que les produce una fuerte sensación de
  • 42. fragilidad. Los síntomas conductuales y fisiológicos más comunes en las personas tímidas, cuando tienen que exponerse frente a un público (formal o informal), son los siguientes: ruborización facial (ponerse colorado); sequedad de la boca; temblor en las manos, cara, cuerpo o voz; sudoración excesiva; torpeza en los movimientos; rigidez facial; palpitaciones, ahogos, sensación de mareo, bochornos, malestar general y tartamudeo. A quienes los experimentan, estos síntomas les hacen sentirse terriblemente avergonzados y verse a sí mismos como personas inadecuadas y ridículas. Ello influye directamente en que eviten situaciones en las cuales tengan que hablar en público, conversar socialmente, departir con un grupo o, simplemente, ser objeto de miradas. A nivel cognitivo o de pensamiento, las personas tímidas se dicen a sí mismas aseveraciones distorsionadas. Por ejemplo, “qué inadecuado soy”; “apuesto a que todos se dan cuenta de mi timidez”; “nunca voy a cambiar”; “ojalá se termine luego esta reunión”; “todos me están mirando”; “no me va a salir la voz cuando me pregunten algo”; “soy la persona más fome del grupo”; “qué ganas de pasar inadvertido”. Es habitual que las personas tímidas afirmen que nunca dejarán de serlo. Piensan que la timidez es algo así como el RH positivo o negativo de la sangre con la que nacemos y es inmodificable. Esto no es así. Las personas pueden dejar de ser tímidas y aprender nuevos estilos de comportamiento. Para esto deben adquirirse destrezas o formas de conducirse que sean antagónicas a la timidez. Esto es, incorporar a su repertorio conductas desenvueltas, seguras y asertivas. Para dejar de lado la timidez, es importante comenzar por tomar una decisión: no huir ni evitar las situaciones que más cuesta enfrentar. Por ejemplo, si para alguien es muy difícil hablar en público, es necesario que lo intente cada vez que exista la posibilidad de hacerlo. Así, progresivamente, se va venciendo la inhibición o el temor respecto de ese comportamiento. Esto se llama práctica masiva. Es decir, cada vez que se hace nuevamente la conducta temida, ésta va pareciendo más natural y descomplicada. Por cierto que esto no se alcanza de
  • 43. un día para otro, pero la idea es que a mayor puesta en práctica de la nueva conducta que se quiere incorporar, menor ansiedad e inhibición producirá. Por el contrario, si la persona evita la exposición a los demás cada vez que puede, lo más probable es que se convierta en experto en reiterar esta conducta evasiva y así refuerce la idea de que “nunca voy a cambiar”. Las personas nacemos en hogares diferentes y con padres que tienen determinado estilo para comunicarse y demostrar su cariño. Ellos, o las personas que nos han criado, son nuestros primeros agentes de socialización y tendemos a imitarlos. Esto es lo que se denomina aprendizaje vicario. Por tanto, nos guste o no, tenderemos a reproducir sus conductas o comportamientos. Así, si en nuestro hogar de origen se nos demuestra desenvueltamente el afecto y se nos permite comunicarnos libremente, lo más probable es que nos vayamos desarrollando con un estilo de personalidad resuelto y asertivo. También son importantes los modelos que recibimos a través de profesores, amigos y familiares. En el caso del colegio, éste marca la norma de lo que se le va a permitir a los alumnos en temas de desarrollo de la personalidad. Desde hace unos años, los establecimientos educacionales parecen estar tomando conciencia de la importancia de instruir a los estudiantes, no sólo en materias de contenido académico, sino también en destrezas sociales, tales como disertar, exponer ideas en público y aportar opiniones. Una de las formas más seguras para incorporar comportamientos desenvueltos en sujetos tímidos, es la práctica masiva de las conductas que más cuestan. Si éstas no fueron estimuladas en nuestra socialización (hogar, padres, profesores, tíos), es necesario que las conozcamos y las incorporemos a través de su ejercitación sistemática. Es importante tener claro (al principio solamente con fe) que después de una serie de ensayos de las conductas desenvueltas, ellas se van a automatizar o incorporar naturalmente en nuestros hábitos de comportamiento. Muchas veces, quienes sufren de timidez experimentan una ansiedad que aumenta a medida que hablan o exponen frente a los demás. Cuando los tímidos se dan cuenta de que se están poniendo nerviosos, optan por apurarse y terminar de hablar lo más rápido posible. Lo que sucede es que al terminar
  • 44. de hablar en público o abandonar el lugar, efectivamente disminuye la ansiedad, pero nunca se hacen expertos en incorporar o “darle la pelea” a la ansiedad desadaptativa, que va aparejada con la conducta evitada. En una situación como la descrita, lo adecuado sería pensar en “ganarle” a la curva de la ansiedad. Cuando sintamos que ella nos consume, respiremos lenta, tranquila y abdominalmente y pensemos, o digámosnos internamente: “Voy a terminar de exponer, aunque me ponga colorado como tomate o aunque termine chorreando de transpiración”. Progresivamente, este tipo de disposición ayuda a ir superando la ansiedad. Si bien es cierto que ella tiene un comienzo, un clímax, una meseta y un final, es importante esperar lo suficiente como para que baje a un nivel adaptativo. Y créanme que así ocurre. De lo contrario, todos andaríamos infartados por el mundo. El entrenamiento asertivo es una buena herramienta terapéutica para reemplazar las conductas tímidas por otras seguras y desenvueltas. Se trata de un training grupal en el cual hacen variados ejercicios para adquirir herramientas sicológicas, conductuales y cognitivas. Ellas les permiten dejar de sufrir sicológicamente y les hace aprender a comportarse de manera abierta, en el estilo que cada uno requiere para sí mismo, dejando de lado el constante temor al ridículo o el ya comentado “espejo social”. En fin, se trata de liberarnos internamente del yugo del “qué dirán”. Hay ciertos datos prácticos que vale la pena tener en cuenta para combatir activamente la timidez. Veamos algunos ejemplos. Cuando hablemos frente a otros hay que concentrarse en lo que uno dice, y no en lo que puedan estar pensando los demás respecto de nosotros. También ayuda el saludar en voz alta y sonreír cuando llegamos a un lugar. Si nos equivocamos en público, tomemos la situación con humor, o menor severidad, y pensemos que todos se equivocan y que no somos personas tan perfectas o diferentes de los demás como para no cometer errores. Si nos ruborizamos, hay que continuar hablando y pensar que no tiene nada de raro o anormal, y que es algo que le pasa a muchos (aunque en el momento no sea agradable). Si alguien dice “te estás poniendo rojo”, hay que responder “sí, es cierto”. Después, respirar y seguir tranquilamente. Así se combate la “eritrofobia”,
  • 45. que es el nombre que recibe el temor persistente, o fobia, a ponerse colorado. Reestructurarnos y pensar que la conducta tímida se puede cambiar y que, en gran parte, depende de incorporar nuevas conductas y modificar ciertos patrones de comportamientos y pensamientos. Si llegamos a una reunión social donde no conocemos a muchas personas, hay que partir por presentarse con una sonrisa y mirando a los ojos a los demás (aunque nos cueste). Es nuestra mejor carta de presentación. Si queremos dar una opinión en una reunión social, debemos hacerlo. No hay que olvidar que todos tenemos el derecho a entregar nuestros juicios y éstos no deben tener el carácter de conocimiento científico, sino que, simplemente, representar una idea, gusto u opinión (la que no tiene que ser documentada o sabia, ya que es eso, simplemente una opinión). La timidez sí se puede vencer y cuando logramos revertirla, es como si la vida nos cambiara literalmente, en el sentido de percibir que se puede empezar a disfrutar de ella.
  • 46.
  • 47. Se puede aprender a iniciar conversaciones con personas que no conocemos, las cuales nos pueden ser de utilidad o simplemente hacer pasar un buen rato. O tal vez trabajar esta habilidad nos permita relacionarnos mejor al interior de la empresa o en reuniones sociales donde nos toca estar sentados al lado de alguien a quien nunca hemos visto. Nos podemos ayudar en esta tarea, usando las siguientes técnicas básicas. Hacer preguntas abiertas Son preguntas que difícilmente puedan ser contestadas con un monosílabo (un sí o un no). Por ejemplo: “¿Qué tipo de actividades te gusta hacer para distraerte?”. Dar información a nuestro interlocutor Esta información puede ser de distintos temas, hasta que se interese en algunos de ellos. Por ejemplo: “Fíjate que el otro día me tocó andar en uno de esos buses nuevos y...”. Hacer parafraseos Poner atención en lo que dice la otra persona y repetirle ese contenido, comentándole lo interesante que nos parece. Por ejemplo: “Qué notable que te guste coleccionar objetos marinos. Cuéntame, ¿cuáles tienes?”. Acordémonos de cuando estábamos de novios o con alguien que nos gustaba: ahí, una gran cantidad de parafraseos nos salían naturalmente. Por ejemplo, él o ella decía “a mí me encanta la poesía”, y uno parafrasea casi instantáneamente con un “¡ah, qué bonito!”. Lo más probable es que con este comentario a la otra persona le den ganas de hablar mucho más acerca del tema que le gusta. El requisito para que un parafraseo sea asertivo es que sea auténtico, verdadero, y no solamente se emita por caer bien. Estas técnicas son fáciles de aplicar y no hay que pensar que para conversar de manera entretenida hay que hablar de temas complejos. Cualquier asunto puede ser ameno, dependiendo de cómo se tome: con naturalidad, soltura y ganas de pasar un buen rato intercambiando ideas o gustos. Para esto no es necesario haber estudiado en la universidad ni tener un vocabulario especial. Para iniciar estas tareas podemos empezar por dar información a personas que atienden en una tienda o supermercado, por ejemplo, y si no nos sale algo a nuestro entero gusto, simplemente nos podemos retirar. Atrevámonos a iniciar una conversación con alguna persona desconocida: podemos pasar un buen rato, como también darnos
  • 48. la posibilidad de conocer a alguien valioso, que muchas veces por timidez no nos lo hemos permitido. Agresividad versus derechos de los demás A veces las personas se van al otro extremo. Al de la agresividad. Son individuos que no respetan los derechos de los demás, sólo a sí mismos. El disfraz que oculta la agresividad no física es tan eficiente, que muchas veces puede parecer una forma adecuada de actuar. Inclusive hay casos en que llega a ser socialmente aceptable. Una especie de “agresividad envuelta en papel de regalo”. Pero basta tomarse unos minutos para desmenuzar estas conductas y descubrir cómo pasan a llevar los derechos del otro. Frases como “qué buena persona fuiste al quedarte a trabajar por mí”, indican claramente eso que en el lenguaje coloquial se llama “una pasada a llevar”. Por hacer algo en beneficio personal, no se respetan los derechos de terceros. Cuando nos encontramos frente a este tipo de conductas es cuando más grandes se deben abrir los ojos. No hay que caer en la trampa y creer que nos están diciendo un cumplido. En el fondo, se están aprovechando de nuestra buena voluntad. Dentro de lo que se cataloga como agresividad, están también las conductas violentas, que se traducen en malas caras, garabatos, en una comunicación no verbal alterada que se puede iniciar en la descalificación verbal hasta llegar al maltrato físico, pasando las más de las veces por el maltrato sicológico. La descalificación suele verse, también, en los ambientes laborales, en los cuales se producen climas de tensión crecientes e ilusiones decrecientes, al percibir los miembros de la organización que no se les valora o refuerza en sus logros. Muy por el contrario, no se escatima la mínima posibilidad para realizar una conducta agresiva de tipo explícito, como una llamada de atención delante de terceros; o implícita: por ejemplo, a través de chistes o ironías que más tienen de descalificación oculta que de sano humor. Es un hecho que la
  • 49. conducta agresiva no da los mejores frutos, sino que baja la calidad del clima sicológico laboral, porque contamina y enrarece el interior de los grupos de trabajo. Hay personas que avanzan más rápido por la vida, pero a costa de los codazos que dan a otros. La agresividad en personas que trabajan juntas produce una desintegración del grupo o equipo de trabajo. Genera un clima poco grato para la convivencia cotidiana y en los afectados se traduce en ganas de querer irse de ahí lo más luego posible, o en desconfiar permanentemente del resto. Por lo tanto, no es productivo ni sano tener una conducta laboral agresiva o permitirla en los demás. Lo que sí resulta altamente productivo es trabajar estrategias asertivas, tales como hacer proactivos los equipos de trabajo y competir sobre la base de una diferenciación de productos materiales y sicológicos más constructivos. Esto provoca que, a través de la retroalimentación positiva, los miembros del equipo se sientan aun más motivados y con la “camiseta” de la organización puesta. Hay diversas razones por las cuales una persona puede ser agresiva. Una, es que ese sea el repertorio conductual que conoce. Por ejemplo, en aquellos que reconocen que “En mi familia, mi papá decía en voz alta si algo no le gustaba, descalificando de paso a los demás”. Y es un hecho que los padres y madres golpeadoras casi siempre provienen de hogares en que fueron golpeadas, aunque en algún minuto de sus vidas hayan dicho “Yo jamás golpearía a un hijo”. Pero cuando se convierten en padres y deben llamar la atención al hijo, no saben cómo hacerlo y recurren a lo conocido, muchas veces por falta de otro repertorio de conductas. Es decir, al golpe. Madres que han sido golpeadas cuando niñas, lo más probable es que también golpeen a sus hijos, aunque se hayan prometido no repetir esas conductas. Por otra parte, las madres que han recibido afecto, modelan naturalmente esa conducta para con sus hijos. Es lo que en sicología se denomina aprendizaje vicario o a través de modelos. Otra forma de agresividad es la que se da cuando se hace catarsis: desahogos, liberación de energías y de estados tensionales. Uno de los casos más habituales: nos subimos al auto cargando problemas, cansados, con un alto nivel de estrés. Nada de ello se ha manifestado en el hogar ni en el trabajo. Ahí,
  • 50. todo este peso recae en el inocente conductor que está adelante y que se demora dos segundos en partir cuando dan la luz verde. Otro caso: enfurecerse cuando en el supermercado nos pasan a llevar nuestro carro. Y es que la persona agresiva va soltando esta parte de su personalidad con quienes se encuentra en el camino, pues lo ha almacenado en su cabeza de manera automática y sabe que no tendrá trascendencia o repercusión importante alguna si se desahoga a costa de otros. Otro origen de la agresividad es la que surge motivada por la adrenalina de la rabia. En estos casos, la persona deja de experimentar vergüenza, y es así como a veces las personas más tímidas se envalentonan y actúan de una forma que ni ellos mismos pueden creer una vez que ha pasado la ira. Así llegamos a lo que se conoce como muletas sicológicas, es decir aquellos estímulos que pueden envalentonar a alguien y que abarcan desde el alcohol a las drogas, incluyendo los tranquilizantes menores. Por eso, los especialistas recomiendan crear nuestros propios momentos de liberación de energías, pero de un modo más plácido y respetuoso para con los demás. También se le puede pegar a los cojines con el fin desahogarse, con tal de que estos cojines sean los propios o bien de algún terapeuta gestáltico... ¿Cuántas veces hemos oído lo bien que hace contar hasta diez cuando nos invade la ira? También es bueno salir a correr, a caminar o buscar otra actividad que nos distraiga ante los momentos de mucha rabia. Por ejemplo, ir a un parque o a una plaza, gritar y correr hasta quedar cansados es muy liberador de energías. También escribir lo que sentimos y después leerlo. Lo mejor es que con esto no dañamos a los demás. Quizá ahora podamos entender mejor lo que es la llamada conducta péndulo, que está bastante entronizada en nuestra sociedad. Se trata de un comportamiento extremista donde en un lado se encuentra la conducta sumisa, es decir, la que respeta los derechos de los demás por sobre los propios, y se llega sin transición o equilibrio alguno a la otra conducta extrema, es decir, la conducta agresiva, en donde se hiperrespetan los propios derechos en desmedro de los derechos de los demás. Las reacciones que experimentan las personas que funcionan pendularmente en la vida van de un malestar simple, a un malestar extremo. Es lo que ocurre cuando después de un tiempo de mantener una relación con alguien, afectiva, de pareja o de amistad, sin mediar una explicación y sin haber expresado nunca algún desagrado, se le dice todo lo malo que pensamos de su accionar. Del no
  • 51. decir nada, se dice más que el todo, y generalmente de maneras muy poco apropiadas e hirientes. La ironía es otra forma de agresividad que puede llegar a ser muy dura. Por ejemplo, cuando a alguien se le dice, entre risas sarcásticas, “claro, como tú eres una santa...”. También son ejemplos típicos de comportamientos agresivos la pelea, la acusación y la amenaza y, en general, todas aquellas actitudes que signifiquen no tener en consideración los derechos y sentimientos de otros: “¡Ya te las vas a ver conmigo...!”. El comportamiento agresivo suele aparecer tanto como consecuencia de la rabia asociada a la impulsividad, como por la ceguera para autocontrolarse y, por sobre todo, por la incapacidad de contemplar los derechos de los demás. Es habitual que la persona que actúa con agresividad simplemente no se dé cuenta, y lo más probable es que otra persona tenga que hacerle ver su agresividad; por ejemplo, el jefe o su pareja. Lo más posible es que finalmente los demás no querrán compartir con ella y la eludirán, sobre todo en las instancias de tipo social. Una dolorosa consecuencia a la que tienen que hacer frente las personas agresivas, es que la sociedad las va dejando de lado (aislamiento social). Cuando hay una reunión, son las primeras que quedan fuera de la lista de invitados. Otra más dolorosa aún es cuando su pareja le advierte: “O cambias tu forma de relacionarte conmigo o nos tendremos que separar”. Cómo ayudarse frente a personas agresivas Cuando nos va bien en la vida, es fácil dejar resbalar las palabras poco amables, las caras de pocos amigos, las voces poco gratas. Sin embargo, hay días en que el ánimo se encuentra nublado y nuestra disposición es otra. Hombres y mujeres tienen días más sensibles y se vuelven más contestadores o
  • 52. aprensivos frente a las personas agresivas y tienden a acoplarse con la tonalidad afectiva de ese otro (agresivo). En estos casos, existen al menos dos técnicas, o herramientas sicológicas, que pueden ayudar: Hacer una pausa Una pausa puede ir desde el realizar una respiración abdominal y luego retomar el tema con la “línea base de nuestro comportamiento”, es decir, en nuestro estilo habitual de funcionar, pero no cargado de adrenalina; o bien proponerle al otro dejar el tema para el día siguiente. ¿Cuántos disgustos o peleas de pareja se evitarían con sólo posponer un tema en un momento determinado, porque la disposición anímica es inadecuada? Igualmente, ¿cuántos proyectos podrían haber funcionado si hubiéramos decidido dejar ese clima de impulsividad y retomar el tema al día siguiente? La pausa también puede ser de duración indefinida. Por ejemplo, decir a la otra persona que “Considero que este asunto está tomando un cariz que no estoy dispuesta a seguir escuchando. Por lo tanto, es mejor dejar la conversación hasta aquí y me retiro”. Recurriendo a un juez externo, o tercera persona La otra herramienta es recurrir a un juez externo, o tercera persona, que tenga la cabeza más fría y que sea imparcial. Por ejemplo, si en un restaurante se escoge el sector de no fumadores y en la mesa vecina alguien fuma, lo más asertivo es pedirle al mozo (juez externo) que se haga cargo de la situación. El aprender a desengancharse de la agresividad de los demás da muchos grados de libertad y permite decidir lo que se quiere decir y cómo hacerlo, de acuerdo a nuestro propio criterio y no a un estado de ánimo determinado. Por lo demás, este control respecto de la provocación del prójimo toma en cuenta un factor importante: nuestra sociedad no respeta a las mujeres gritonas y que se salen de sus casillas. Más bien las tilda de histéricas. En tanto, a los hombres en la misma situación se les llama neuróticos. Pero lo más importante es que frente a nuestros propios ojos nos sintamos bien con nuestro estilo que por ningún motivo vamos a abandonar, aunque
  • 53. una persona agresiva nos provoque. Asumamos nuestro cuerpo También es muy fácil ser agresivo y descalificador con uno mismo. Un ejemplo claro es cuando pensamos “¡Qué terrible, viene el verano y yo tan gordo, feo, celulítico, espinilludo, pelado...”. ¿Hasta cuándo nos vamos a evaluar por nuestro físico? Las personas bonitas físicamente no son necesariamente buenas personas. Por otro lado, los “menos agraciados” pueden convertirse en muy atractivos. Por cierto que también existen las personas bonitas por dentro y por fuera... Los seres humanos somos únicos en nuestra manera de ser, de sentir, de demostrar, de pensar, de querer. Esto también se aplica a nuestros cuerpos y a nuestras características físicas. Es relevante que comencemos a vernos y a aceptarnos como somos y no nos transformemos en los “modelos culturales vigentes de belleza temporal”. Somos seres únicos, con nuestras propias características y a no ser que algunas de esas características que poseemos a nivel físico realmente no nos gusten o nos produzcan menoscabo, es importante valorarnos tal cual somos. ¿Dónde va a quedar ese lunar diferenciador y coqueto o esas encantadoras arruguitas alrededor de los ojos que, por cierto, se relacionan con nuestras experiencias y horas de desvelo frente a los hijos o con nuestras largas jornadas de trabajo, creadoras, lúdicas y cansadoras, pero reales? ¿Y las huellas de nuestras sonrisas y desvelos hacia los que amamos? ¿Dónde van a quedar esas caderas anchas que reflejan partos vividos con amor? ¿Y esas canas que dan cuenta de nuestras experiencias, vivencias, cansancios, caminos recorridos, fiestas, conversaciones nocturnas, levantadas tempranas? En el caso de los hombres, ¿dónde quedarán aquellas huellas de cierta fatiga que se reflejan en bolsas bajo sus ojos, las que denotan los esfuerzos por cumplir metas laborales en pos del bienestar familiar? ¿Qué será de las canas aparecidas por el efecto del tiempo y de las angustias? ¿O de esa calvicie, que lo más probable es que sea un recuerdo genético de sus padres?
  • 54. No borremos nuestras experiencias de vida tratando de aparentar lo que no somos. Cada persona es más que su físico. Se conoció el caso de una muchacha, quien a partir de una real mutilación física producto de un accidente el año 2002 (perdió las manos y los pies), ha dejado en claro que con fe, valor, seguridad en sí misma y mucho cariño, se ha convertido en una gran mujer que nos debiera servir de modelo de constante superación. ¡Qué opuesta fue su actitud a la de aquellas jovencitas (y jovencitos) que caen en trastornos como la anorexia o la bulimia (que los pueden conducir a la muerte) por el solo afán de tener un cuerpo como “se supone” deberían tenerlo! Es grato contar con un cuerpo bello. Pero, indudablemente, es mucho más grato contar con una fuerte espiritualidad y belleza interior. No cabe duda de que para muchos estas palabras pueden resultar incomprensibles o excesivamente teóricas. Especialmente para los más jóvenes. Pero es un hecho que, con el pasar del tiempo, las personas necesitan hacerse amigas de sí mismas y en esto consiste, en gran parte, la tan ansiada madurez. Me quiero como soy, con todas mis huellas del tiempo recorrido y que me han otorgado una vida bien vivida. Y no se trata de oponerse a todo cambio físico. Por el contrario. Si alguien se siente realmente incómodo con alguna característica corporal y quiere cambiarla mediante una intervención quirúrgica, no hay problema ni se contradice con lo anteriormente planteado. El punto central es, ¿cuántas operaciones nos vamos a realizar? ¿Cuándo estaremos realmente satisfechos con nuestros cambios? ¿Hasta qué edad vamos a seguir ocultando lo que somos? Por favor, no confundirse en este punto, al relacionar la asertividad con el descuido por los aspectos físicos. La decisión de mejorarlos debe ser una opción y no una imposición. Es dignificante ver a personas maduras aceptando sus años, experiencias, cuerpos y características acordes a sus estilos personales, admitiendo el paso natural del tiempo y de los desgastes vividos, sin consumirse por aparentar una inalcanzable “eterna juventud”. Ojalá no tengamos que pasar el mal rato de que nuestros hijos nos digan avergonzados “Por favor, papá, no te pongas viejo verde con mis amigas”. O, “Mamá, sácate esa mini falda, porque te queda fuera de lugar”.
  • 55. Aquí, siempre el concepto central es la opción. Si elegimos ser diferentes físicamente, que ello sea porque de verdad queremos cambiar una característica física que nos molesta. Pero que no sea una elección forzada por la presión social, o porque si no lo hacemos lo más probable es que nuestra pareja nos deje de encontrar atractivas, corriendo el riesgo de la infidelidad. Toda persona está en su derecho de querer cambiar su físico. Pero lo importante es que sea por su propia decisión y no que se realice una lipoaspiración porque le dijeron que estaba muy gorda. Si quiere, y tiene los medios, hágasela. Pero no por darle el gusto a los demás, sino por sí misma. La mejor cirugía: Seguridad personal No cabe duda de que la mejor cirugía plástica (y la más segura y económica) es cultivar la autoestima y la seguridad personales. ¿Qué relación tiene una cosa con la otra? Mucha. Vivimos en una sociedad en que las personas tienden a dejarse llevar por parámetros externos para sentirse bien o para recibir una buena imagen del “espejo social”; es decir, lo que otras personas, parientes, conocidos y amigos piensan o dicen con respecto a lo que debemos hacer. Por ejemplo, para las personas de físico esbelto o “agraciadas”, todo va bien. En cambio, alguien obeso o que físicamente no cumple con los cánones de belleza establecidos, generalmente (y desgraciadamente) es excluido o marginado de numerosas actividades y hasta de cargos o jefaturas, por el simple hecho de no ser un “buen modelo”. Todos sabemos que en muchos países existe una gran cantidad de personas con trastornos de alimentación, tales como anorexia, bulimia y obesidad mórbida. Tampoco ignoramos que en ciertas épocas del año los gimnasios se repletan de hombres y mujeres que francamente sienten que “necesitan” cambiar físicamente para ser aceptados por los demás, o
  • 56. simplemente para ver que son capaces de participar en actividades como nadar o tomar sol en traje de baño. Pero vivir pendientes de lo que nos aprueban los demás, sin que medien análisis personales o reflexiones acerca de los contenidos mismos, es sencillamente agotador. Nos convertimos en una suerte de esclavos de los gustos ajenos, los que llegan a transformarse en mandatos sicológicos y sociales. Entre los requisitos aprobados socialmente para ser una persona aceptada están: Ser delgado. Ser musculoso. No tener arrugas. No tener canas. No ser calvo. No tener narices prominentes. No tener celulitis. No tener várices. Verse físicamente menor en relación a la edad cronológica. Pero, ¿a quién engañamos? Con suerte, quizás a los demás, y nada más que por algún tiempo, mientras duran los efectos cosméticos. Pero en verdad estos cambios foráneos, por sí solos, no logran darnos definitivamente la tan ansiada seguridad personal y autoestima que necesitamos. Al final, tarde o temprano, el cuerpo retoma su desarrollo natural y todos vamos a envejecer corporalmente. ¿Por qué no tomarlo con dignidad? Uno de los caminos más certeros para la evolución personal exitosa es precisamente lo contrario. Es el camino interno. El de la congruencia entre lo que somos, sentimos, pensamos y mostramos. Este camino nos provee de una visión realista de lo que somos como seres únicos, con nuestras cualidades y defectos, con nuestras propias y especiales características que, finalmente, nos dan un sello o estilo personal.
  • 57. Para los adultos es conveniente pensar en la verdadera escuela de la seguridad o de la inseguridad personal. Es probable que nuestra vida hubiera sido de otra manera si durante la infancia nuestros padres nos hubieran dicho que valíamos por lo que éramos y no por las notas que nos sacábamos; o por lo valiente que era expresar abiertamente nuestros puntos de vista, aunque fueran diferentes a los de la mayoría; o porque planteábamos ideas creativas, sin pasar a llevar a los demás; o porque encontrábamos caminos nuevos para resolver problemas; o si nos hubieran dicho “cada vez que entregas amor y honestidad a los demás, te veo más hermoso y me siento orgullosa de ser tu mamá o papá”. Basta meditar unos segundos en lo anterior para darnos cuenta de lo importante que es tener esas actitudes con nuestros hijos. Así formaremos seres que se querrán a sí mismos tal como son y, por lo tanto, tendrán más posibilidades de ser felices. Para que no se mal entienda el espíritu de estas líneas, es necesario explicitar nuevamente que no hay nada de malo en que una mujer o un hombre quiera someterse a un cambio estético. Están en su derecho y puede causarle mucha alegría y sensación de seguridad. Pero también es prudente tener claro que no debemos cifrar nuestra autoestima y autoimagen en parámetros que no tienen que ver con nosotros como personas. Si pensamos por algunos segundos en alguien a quien admiramos, lo más probable es que en lo que menos pensemos sea en su físico, y sí lo hagamos con respecto a su especial manera de ser. La asertividad, una habilidad que se aprende Analizando lo expuesto es más fácil entender que la asertividad es la habilidad personal que nos permite querernos, aceptarnos y expresar sentimientos, opiniones y pensamientos, en el momento oportuno, de la forma adecuada y sin negar ni desconsiderar los derechos de los otros, y que está
  • 58. lejos tanto de la agresividad como de la sumisión. En la práctica, esto supone el desarrollo de la capacidad para: Expresar sentimientos y deseos positivos o negativos de una forma eficaz, sin rechazar o menospreciar los derechos ajenos y sin crear o sentir vergüenza, ni ansiedad desadaptativa. (“Qué bonita te ves hoy, amiga”. “Qué bueno fue tu consejo”. “Creo que eres un hijo muy bueno”). Discriminar las ocasiones en que la expresión personal es importante y adecuada (consideración de contexto). Esperar a que nuestro marido, o señora, esté menos cansado para decirle que nuestro hijo se sacó una mala nota, o se nos rompió un objeto valioso, o se nos olvidó pagar una cuenta. Encontrar el momento en que papá y mamá estén relajados para pedirles un permiso. Defenderse, sin agresión ni sumisión, frente a la conducta poco cooperadora, inapropiada o no razonable de los demás: “Tengo derecho a ser tratada de mejor manera: le pido que me hable con un volumen más bajo y en un tono menos cortante. De no ser así, voy a dar por terminada esta conversación”. Ser asertivo proporciona grandes beneficios al ser humano. Por una parte, incrementa el autorrespeto y la satisfacción de hacer alguna cosa con la suficiente capacidad para aumentar la confianza o seguridad en uno mismo. Además, mejora la posición social, la aceptación y el respeto de los demás, en el sentido de que se reconoce la capacidad de afirmar los derechos personales. Otra ventaja de aprender y practicar un comportamiento asertivo es que se hacen llegar a los demás los propios mensajes, expresando opiniones de manera clara, pero mostrándose considerado. Con ello se consiguen sentimientos de seguridad y de reconocimiento social. En relación a los mensajes mismos, éstos llegan de la manera más directa y sencilla posible, de forma clara y congruente. Sin embargo, hay ciertas actitudes que se traducen de inmediato en obstáculos en la comunicación y que, por tanto, tienden a serlo también para la asertividad. Hay que cuidarse de: Los objetivos contradictorios. Por ejemplo, decirle a la pareja que sea puntual pero, sin embargo, estar dispuesta a esperarlo aunque se atrase una
  • 59. hora. Los lugares o momentos inapropiados. Por ejemplo, decir las cosas que no nos gustan cuando todavía tenemos un exceso de adrenalina Los estados emocionales que perturban la atención, la comprensión y el recuerdo selectivo de episodios negativos. Las acusaciones, amenazas y exigencias. Las preguntas con recriminación. Por ejemplo: “¿Me vas a decir que tú no te diste cuenta?”. Las declaraciones del tipo “tendrías que...”, “haz esto”, “siempre tú...”. La inconsistencia, incoherencia o inestabilidad de los mensajes. El cortar abruptamente la conversación. El etiquetar. Por ejemplo: “Tú nunca vas a cambiar”. Las descalificaciones constantes: “Estás gordo” o “No eres hábil para las manualidades”. O “Si yo tuviera un marido como el de mi amiga…”. Dar consejos prematuros o no pedidos por la otra persona. Utilizar términos poco precisos: “Tu personalidad es tan rara”. Juzgar o rotular los mensajes del interlocutor: “Tú, que te crees mi sicólogo ”. Ignorar mensajes importantes. Interpretar y hacer diagnósticos de personalidad. Por ejemplo: “Eso te pasa por ser tan egocéntrica”. Las disputas sobre diferentes versiones de sucesos pasados. “Yo sé que tengo las razón”. La justificación excesiva de las propias posiciones. Hablar en un lenguaje incomprensible. No escuchar. Así como hay factores contrarios a la asertividad y que dificultan la comunicación, hay otros que son sus aliados indiscutidos. Entre ellos: Elegir el lugar y el momento oportuno. Por ejemplo: esperar que nuestro amigo esté descansado para formularle una crítica.
  • 60. Escuchar activamente. Por ejemplo: estar realmente interesados en lo que nos dice el otro. Empatizar. Por ejemplo: saber quedarse callado cuando alguien está pasando por un mal momento. Hacer preguntas claras y específicas Abrirse a la comunicación con los demás. Pedir la opinión a personas confiables, pero sabiendo que finalmente uno será el que decida. Manifestar los deseos o sentimientos con mensajes en primera persona: “No me gusta cuando dices eso”. “Quiero hacer...” o “Yo opino…”. Manifestar mensajes consistentes y coherentes. Utilizar el mismo código del interlocutor. Por ejemplo: si estamos hablando con un niño, usemos mensajes cortos y concretos. Reforzar positivamente. Por ejemplo: “Aprecio tu honestidad”. Acomodar el contenido a las características y posibilidades del otro. Por ejemplo: no usar conceptos técnicos que solamente un especialista comprendería. O utilizarlos, pero dando un sinónimo o ejemplo comprensible. En lugar de afirmar que “Tu comportamiento tiene características de un paranoico”, es mucho mejor decir “Creo que estás con mucha desconfianza conmigo y eso me da mucha pena”. Expresar sentimientos y observaciones específicas. Por ejemplo: “Te quiero, pero igual me da rabia cuando me elevas la voz”. Derechos asertivos Muchas veces nos encontramos haciéndole una recomendación a un amigo, diciéndole: “Por favor, defiende tus derechos”; o “No te dejes pasar a llevar”, o “Tienes que hacerte respetar”. Pero cuando se trata de nosotros, se produce una suerte de amnesia y no nos acordamos a tiempo de que todos los derechos que tienen los demás son
  • 61. también nuestros, y que debemos respetarlos para internalizarlos y aprender a no pasarnos a llevar ni a permitir que otros lo hagan. Cuando se trata de ser asertivo, es necesario respetar nuestros derechos personales, que son muchísimos. Dentro de los más memorables se cuentan: Derecho a cambiar de opinión: “Antes lo veía de esa manera, pero a través de los años y de la experiencia he cambiado de parecer”. Derecho a tomar decisiones propias: “Mi amor, te quiero mucho y respeto tus opiniones, pero lo que quiero hacer en mi vida quiero decidirlo yo”. Derecho a cometer errores y a ser responsable por ellos: “Hijo, perdóname, me equivoqué cuando te dije que eras un tonto. Fue en un momento de rabia y no es lo que pienso de ti”. Derecho a ser tratado con respeto: “Si usted me sigue ofendiendo, voy a retirarme y dejaré una queja por escrito”. Derecho a decir no y no sentirse culpable por ello: “No quiero tener una tarjeta de crédito”. Derecho a hacer menos de lo que humanamente somos capaces de hacer: “Hoy, sábado, me voy a regalonear y voy a dormir una buena siesta sin sentir culpa”. Derecho a pedir cariño de buenas maneras: “Me encantaría que me tomaras la mano o hicieras un cariño o me rascaras la cabeza”. Derecho a tomarse tiempo para tranquilizarse y pensar: “Lo más probable es que mañana lo vea diferente”. Derecho a tener y expresar los propios sentimientos: “Me siento con mucha pena después de lo que me dijiste en la mañana”. Derecho a pedir información: “Doctor, por favor, dígame qué me puede pasar si no me tomo este remedio”. Derecho a sentirse bien con uno mismo: “Me siento bien con mi cuerpo, a pesar de tener unos kilos demás”. Derecho a reclamar los propios derechos: “Tengo derecho a que me cambien la plancha que compré y que me salió mala”. Tengo derecho a pedir una reparación de conducta si alguien me ha faltado en algo. Por ejemplo, si en una tienda no han retirado la alarma de algún producto que uno compró, y esto le trae molestias y retraso, la persona
  • 62. aquejada tiene todo el derecho de pedir una reparación a la tienda, como, por ejemplo, un descuento adicional. (Créanme que esto en general funciona: el punto es que hay que hacerlo ver de manera abierta, tranquila y respetuosa, y a la persona que corresponda).
  • 63.
  • 64. Percepción social La percepción social es la idea que nos hacemos de las demás personas, aun sin haber intercambiado ninguna palabra. Así, alguien nos puede caer mal sólo porque le encontramos una postura engreída o miradora en menos. Muchas veces se pueden cometer graves errores al etiquetar a alguien antes de darse un tiempo para conocerlo. No sería raro que después de un tiempo nos demos cuenta de que se trataba de alguien encantador y que su timidez le impedía mirar a los ojos al hablar. Otro ejemplo es pensar que porque una persona no nos mira a los ojos mientras conversa, es poco sincera. Nos dejamos llevar, en gran medida, por la importantísima comunicación no verbal, es decir, todo aquello que se dice no con palabras, sino a través de otro tipo de expresiones que a continuación se detallarán. Los seres humanos somos prejuiciosos. Los procesos como el descrito anteriormente los hacemos de manera automática y no nos damos cuenta. Sin embargo, todos tenemos ideas preconcebidas con respecto de lo que es simpático, sencillo, siútico, estirado, tonto o inteligente, ya que en nuestra formación como seres humanos adquirimos una historia personal en la cual hemos ido relacionando algunas conductas con maneras de ser. No todo lo que decimos llega a nuestros interlocutores como queremos que llegue. Y no se trata de un uso inadecuado del vocabulario, sino de nuestro cuerpo. La mayoría de las veces, la comunicación no verbal es mucho más importante que la verbal, a la hora de formarse la impresión de alguna persona. La postura y la mirada, sumada a otras variables que veremos a continuación, pueden llegar a comunicar mucho más que mil palabras. Según los expertos en el tema, más del 80% de la impresión que uno se hace del resto de las personas, es a partir de la comunicación no verbal. Nuestra mente guarda una cantidad importante de esquemas, y eso es lo que nos lleva a “ver”, aun sin darnos cuenta, ciertos signos capaces de abrir la comunicación. Es el caso de una cara sonriente y grata que mira directamente a los ojos. Las posturas erguidas, con cabezas ni demasiado elevadas ni demasiado bajas, son bien aceptadas.
  • 65. En cambio, las posturas corporales encogidas, con los hombros hacia adelante, de alguna manera se relacionan con la timidez, con el susto. A veces, en relación a la voz, la forma en que una persona contesta el teléfono es determinante para que uno se sienta acogido o no acogido. Cuando alguien nos contesta mal el teléfono de una empresa, inmediatamente pensamos que todos quienes trabajan ahí son antipáticos. Es decir, hacemos una generalización negativa, en este caso de una empresa u organización. Lo mismo sucede a nivel más personal, cuando llamamos a una casa. Volviendo a la mirada, ella es el factor atencional de primer orden en la comunicación. Cuando uno se dirige a otra persona, es importante verla a los ojos de forma atenta y grata, no incomodadora. Si uno está hablando con dos personas, la mirada hay que dirigirla hacia ambas. Y si estamos dirigiéndonos a un grupo, es importante preocuparse de mirarlos a todos, pues es la forma de dar importancia visual y sicológica a nuestro (s) interlocutor (es). Esto se llama técnicamente realizar un “barrido de mirada”. Es importante tener presente que si dejamos de mirar a una persona en un grupo, lo más probable es que, a poco andar, ésta se sienta excluida y baje su motivación con respecto a lo conversado; o, si es muy tímida, experimente una fuerte sensación de rechazo social. Las manos complementan y acompañan una idea. Sus movimientos deben ser desenvueltos y congruentes con lo que se quiere transmitir. En el caso de estar frente a una audiencia, las manos no deben “marearla”, pero tampoco pueden quedar ausentes de la comunicación. La postura corporal dice relación con cómo nos presentamos ante el mundo. Respecto de la percepción social, la posición del cuerpo preferible es con el frente descubierto y normalmente erguido. Es decir, sin tener las manos o brazos cruzados, ya que esto refleja estar a la defensiva o bien cerrarse a la comunicación. Las posturas del tipo “manos en la cadera” se suelen asociar a comportamientos poco naturales, agresivos o engreídos. En tanto, la expresión facial es “la cara con que nos presentamos ante el mundo”. Su importancia es relevante, sobre todo cuando se está recién conociendo a alguien. Por ejemplo: cuando uno llega a un lugar y debe ser atendido, como público, generalmente “semblantea” las caras de las personas para así elegir a quien creemos nos atenderá de mejor manera. Generalmente nos acercamos a las caras sonrientes, que nos miran con atención y calidez.
  • 66. También son importantes los gestos que se hacen con el rostro, como la elevación de las cejas, las sonrisas, el arrugar la nariz, entre otros. Ellos ayudan a dar congruencia y conotación particular al mensaje y, por tanto, influyen directamente en la credibilidad del que habla. Por su parte, la voz ayuda a dar una idea de la desenvoltura de cada cual, como también de calidez y animación al mensaje enviado. A través de matizaciones, o entonaciones diferentes que le damos al mensaje, es posible agilizar y hacer más entretenida una presentación. El énfasis, por su parte, nos ayuda a expresar distintivamente los aspectos que queremos que sean recordados. Por ejemplo, decir “¡Qué excelente tu trabajo! O “¡Esto es lo más relevante del texto!”.
  • 67.
  • 68. En fin, el tema del lenguaje del cuerpo –o no verbal- da para escribir verdaderos tratados. Y de hecho, hay varios estudios sobre el tema que ayudan bastante al momento de tener que pararnos o sentarnos frente a alguien. Las manos cruzadas por delante, una pierna sobre la otra, el mentón apoyado en una mano, los brazos reposando sobre los lados de un sillón, todo ello refleja de alguna manera cómo nos estamos sintiendo en una situación determinada. A veces tardamos pocos minutos en formarnos una impresión de alguien, y probablemente tardemos años en cambiar esa impresión, que pudo haber sido injusta. En una entrevista laboral, bastarán pocos minutos para que el entrevistador considere o descarte a un posible candidato a un cargo. Nuestro cuerpo, cara, mirada, voz y postura corporal son componentes cruciales en la idea u opinión que los demás se forman de nosotros, y en el grado de confianza y credibilidad que logramos transmitirles. Estemos atentos a no cometer “conductas parasitarias”, las que desvían la atención de la audiencia y reflejan nerviosismo y ansiedad. Entre ellas se cuentan: Mover un pie constantemente. Morderse los dedos, jugar o tamborilear con ellos. Girar constantemente la silla en la cual se está sentado. Moverse hacia atrás y adelante mientras se está hablando en público. Dar vuelta un lápiz reiteradamente. Jugar con la argolla de matrimonio. Cuando lleguemos a un grupo que no conocemos, presentémonos de manera erguida, pero no tiesa, haciendo contacto visual, con un adecuado volumen de voz (80 decibeles y entre 80-82 cuando se habla frente a una gran audiencia) y sonriendo de manera grata. Lo más probable es que esta sea nuestra mejor carta de presentación. Simplemente, no
  • 69. Aunque en muchos párrafos de este libro se ha hablado, de alguna manera, de lo importante o asertivo que es aprender a decir que no, todavía considero que este tema merece tener un espacio especial. Pocas cosas causan más incomodidad que la palabra “no”. Nos cuesta oírla y, más aún, decirla. ¿Por qué un monosílabo puede producir tantos problemas? Simple: socialmente se tiende a relacionar el decir “no” con ser descorteses o mal educados. Muchos creen que el negarse a algo, además de caer mal, nos restará el afecto de los demás. El punto es que en ocasiones simplemente no se tiene ganas o no se puede hacer algo. Por ejemplo, no queremos ir a una fiesta, no queremos prestar dinero, no queremos ser avales, no queremos hablar de un tema, no queremos comprar un seguro, no queremos tener una larga conversación telefónica, no queremos colaborar con una causa determinada. Pensemos por un momento en nuestras propias actitudes y en aquellas de quienes nos rodean, para darnos cuenta de que en nuestra sociedad la mayoría de las veces las personas se quedan calladas, tratando de dilatar la respuesta, o dicen que lo van a pensar, cuando lo que realmente meditarán es cómo decir que no. Y lo más probable es que terminen diciendo “sí”, o bien dejando que el paso del tiempo borre toda huella de lo que se le preguntó. Y así es como se llega a soportar estoicamente la falta de respeto por uno, al evitar expresar un “no”, por temor a caer en la temida descalificación del tipo “¡Qué persona más mal educada, qué egoísta, qué pesada, qué avara!”. O, en su defecto, “¡Qué mal educada… Nunca me contestó un sí o un no”. Desde el punto de vista de la asertividad, la invitación es a respetar los derechos de los demás y también los propios. Mirado así, es fácil comprender que decir que no, o negarse frente a una petición, es mucho más que algo que nos corresponde como personas: es uno de nuestros derechos más importantes como individuos. Si lo meditamos un poco, resulta obvio que es mucho más caritativo y respetuoso contestar un no honesto y de buenas maneras, que distorsionar nuestro parecer y hacer que el otro pierda el tiempo.
  • 70. Entonces, la tarea es aprender a decir no de manera asertiva. En otras palabras, de forma directa y acompañada de una comunicación no verbal tranquila y respetuosa, pero firme. A menudo sucede que como a las personas les cuesta decir no, se protegen con una suerte de coraza o “envalentonamiento” al enfrentar una situación en que tienen que dar una negativa por respuesta. Así, la negación se transforma en algo terrible, hosco o de muy malos modales. La idea es decir no con la misma simpleza que decimos sí. Esto es, sin descalificar o agredir al otro. Y si creemos que la persona o la situación lo amerita, dar las razones claras y precisas de nuestra negativa. Un ejemplo concreto es cuando alguien que recauda fondos para una institución de beneficencia nos pide una donación. Si no queremos darla, basta decir que no con buena cara y en forma cálida. Pero en este caso no tenemos por qué deshacernos en explicaciones, como tampoco hacernos los desentendidos. Algunas respuestas negativas, pero asertivas: “Gracias, pero no me quiero probar los zapatos que están en la vitrina”. “No tengo plata para comprar eso, por favor no me insistas”. “No tengo ganas de ir a pasear, pero sí de quedarme y hacer algo entretenido en la casa” Asertividad y competencia Adoptar una conducta asertiva se traducirá siempre en una mejor autoestima y autoimagen. Vivimos en tiempos tan competitivos y estresantes, que es un deber, como seres humanos, hacernos la vida grata y congruente con lo que pensamos, sentimos o valoramos. La asertividad es un estilo de comportamiento que permite ahorrar energías y optar por seguir modelos propios en vez de ajenos, consiguiendo los grados de libertad que como personas todos merecemos. Pero, ¿qué es lo que nuestra sociedad nos está reforzando constantemente como personas? ¿El que seamos creativos y diferentes y nos permitamos
  • 71. grados de libertad en relación al espejo social? Mi opinión es que básicamente ocurre lo contrario. Los refuerzos o reconocimientos positivos van por el lado de quién le gana a quién en el sueldo, en el grado académico (si se tiene un MBA se es casi un ídolo), en el atractivo físico basado en parámetros foráneos, en quién asciende más rápidamente, pero no en relación a su trabajo, sino que cómo se abre paso, aunque sea a codazos, entre los demás. Y es que nuestra sociedad maneja de manera poco asertiva el tema de la competitividad. Para poder optimizar nuestra calidad de vida, es importante mejorar algunos esquemas mentales que nos han inculcado por años de años, de maneras múltiples: publicidad, premios externos, reconocimiento social, con el fin de convertirnos en verdaderos robots programados para reaccionar de determinada forma ante determinada situación. Estos esquemas o maneras de pensar, generalmente nos conducen al camino contrario del que queremos llegar. Aquí es cuando nos encontramos con lo que en sicología se llaman esquemas cognitivos desasertivos, o con múltiples ideas irracionales. En concreto, son aquellos esquemas que nos instan constantemente a ser competitivos, a ser más exitosos, rápidos, con más dinero o prestigio, con más atractivo personal, con más posgrados académicos, con mejor físico, con mejor estilo para vestirse... Todos estos pensamientos-mandatos contribuyen a que nos autoimpongamos una serie de tareas, actividades y conductas que “debemos cumplir” para poder ser reconocidos y aceptados en nuestra sociedad. De lo contrario, llegamos a vernos ante nuestros propios ojos como poco valiosos. La pregunta que deberíamos plantearnos ante esta situación es la siguiente: ¿por qué no bajarnos de una vez por todas de este carril de la comparación, de competir siempre con los demás y de querer estar siempre, a cualquier costo, en el lugar más alto o de exitismo barato? ¿Por qué no nos comprometemos con nosotros mismos y decidimos ser consecuentes con nuestros propios gustos, principios, valores y puntos de vista u objetivos? Ya lo dijimos: nunca seremos moneditas de oro para todos. Siempre le caeremos mal a alguien y hay personas con las que nunca seremos afines. Es importante interiorizar esta idea y preocuparse de actuar de acuerdo a nuestros propios estilos ya que, de todas maneras, actuemos como actuemos, siempre
  • 72. habrá quienes nos contradigan o simplemente no nos estimen (lo que en realidad no tiene ninguna importancia). Propongo echarse un aceite imaginario, a través del cual se deslice todo aquello que los “otros no significativos” desahoguen agresivamente a costa nuestra. Elegimos a nuestros amigos no porque son famosos o triunfadores en la vida, sino por sus características distintivas y por el grado de compromiso y afecto que nos dan, sobre todo en los momentos en que los necesitamos. Basta ser valioso para las personas que queremos. Eso es importante para nuestros afectos y autoestima. Quererse a uno mismo también implica hacerse responsable de los propios actos. Esto incluye no hacerse la víctima y reconocer una cuota de responsabilidad en lo que nos pase. Por ejemplo, en vez de decir “mi marido me grita” o “mi jefe me trata mal”, deberíamos reformular el mensaje y reconocer que “yo permito que mi marido me grite” o “yo acepto que mi jefe me trate mal”. Entonces veremos que está en nosotros mismos el cambiar las situaciones que nos desagradan y que constituyen un problema para nuestro bienestar. (Se excluyen de éstas sucesos de emergencia o de presión límite, como un asalto o un accidente). Tal vez es el minuto de recordar que para que exista un problema tiene que existir también una solución. Ésta la tenemos en nuestras manos. La calidad de vida está dada en gran parte por dejar de ser uno más en el rebaño y perder el miedo a ser diferente a la mayoría. Si nos diéramos permiso para ser más directos, sinceros, autónomos y libres internamente, nos sorprenderíamos gratamente al ver que ello redunda en una calidad de vida más plena y consecuente. Hay que dejar de lado la idea de que sólo las personas validadas socialmente son importantes. Todos somos importantes y únicos. Y así como respetamos a los demás, debemos respetarnos a nosotros mismos con nuestras propias características y particulares historias de vida. La gratificación interna que proviene de actuar honestamente conduce al parámetro inequívoco de la conducta asertiva, que es el bienestar personal. Sólo una vez que se está satisfecho con uno mismo, es posible pretender que esa actitud se refleje en las relaciones con las demás personas. Sin duda que en este punto los hijos son los actores principales, y nosotros somos responsables por mostrarles otro tipo de sociedad, una mejor y más humana.
  • 73. Padres y adolescentes Muy pocos que hayan pasado por la adolescencia pueden decir que nunca se sintieron incomprendidos por sus padres. Y, al revés: nadie que haya tenido un hijo o una hija adolescente puede afirmar que nunca les costó comunicarse con él o con ella. ¿Dónde está la complicación? Es la pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez en la vida, desde cualquiera de los dos “bandos”. Si nos ponemos en el papel de padres, hay que reconocer que las relaciones que establecemos con los hijos van cambiando a través del tiempo, y en muchas ocasiones es difícil irnos acomodando a ellos. Cuando los hijos son pequeños, es mucho más fácil esa relación. Cuesta poco conducirlos por nuestro lado de la vereda e inculcarles los valores en los que creemos, nuestros gustos y estilos de comunicación. Sin embargo, a medida que crecen, paulatinamente se van volviendo más autónomos y más independientes de criterio. Aunque esta actitud dificulta los acuerdos con ellos, es la manera más sana de ir creciendo y evolucionando como personas diferentes de los progenitores. Pero, la verdad sea dicha, cuesta soltarles la mano y dejar que escojan su propio camino. Siempre parecerá que el nuestro es el más seguro, cálido y correcto. Difícilmente algún papá o mamá podrá negar que más de una vez ha deseado fervientemente poder acompañar a sus hijos adolescentes en sus procesos y cambios, y conocer detalles de su vida cotidiana. Pero no hay que olvidar que la mayoría de los adolescentes busca, precisamente, lo contrario: diferenciarse lo más posible de sus padres y compartir sus vivencias con personas de su edad o con modelos elegidos por ellos. Es fundamental respetar esta postura en los jóvenes, ya que eso tiene directa relación con la preparación que están realizando para su vida adulta y para su autonomía futura. A medida que crecen, ellos comienzan a ver el mundo con otros ojos, a descubrir una serie de verdades con su mirada y con su corazón. Así es como los padres y las madres –que alguna vez fueron perfectos, algo así como ídolos
  • 74. dignos de imitar en el día a día– en un momento dejan de ser todopoderosos y progresivamente los adolescentes comienzan a descubrir en ellos una serie de defectos o, mejor dicho, imperfecciones. No importa si se justifica o no esta percepción. Parte importante de las tareas que impone el paso de joven a adulto es, precisamente, diferenciarse de estos últimos y de los padres en particular. Lo anterior conlleva una serie de cambios, entre los cuales se encuentran los físicos y las maneras peculiares de arreglarse para marcar la diferencia. Hoy son los aros en la nariz, en los párpados, en el ombligo, las cejas y hasta en la lengua. Igualmente, en la actualidad existe una preferencia por los extremos: pelo largo o rapado; pantalones agujereados y poleras deshilachadas, tatuajes, en fin, todo aquello que les ayude a ser distintos ante los adultos, pero semejantes entre ellos o subgrupos de ellos. También, como en todas las épocas, surgen maneras o modas en el hablar y formas especiales de decir las cosas, las que suelen ser muy lejanas al estilo de lenguaje que se comparte en la familia o con los adultos. Desde su lado de la calle, los padres observan estos cambios bastante atónitos. Choqueados, por decir lo menos, especialmente en un primer momento. Entonces, olvidando que ellos pasaron por lo mismo, aunque a través de otras expresiones, muchas veces eligen el camino de la descalificación y de la crítica constante hacia los hijos. Así, hay frases que pasan a formar aparte del diccionario universal de los mayores. Tal vez, reemplazando algunas palabras por un sinónimo, usted reconozca algunas: “Pareces un mamarracho”. “¿Para andar de esta manera es que te pagamos un colegio caro?”. “No te atrevas a saludar a tus abuelos en esa facha”. “Podrías arreglarte algo para verte un poco más decente”. “¿Puedes dejar de decir palabras raras?”. Con este tipo de verbalizaciones y juicios, lo natural es que el joven tienda a ponerse a la defensiva y se cierre frente a sus padres. Seguramente sus penas, angustias, dudas y problemas pasarán directo a los oídos de los amigos, en lugar de los de el papá o la mamá. Entonces, igual que en el caso anterior, hay también frases universales, como “Mis viejos nunca me entienden”. “Parece que ellos nunca fueron jóvenes”. “Son demasiado prejuiciosos”. “Ellos creen que nunca se equivocan”. Al sentirse incomprendidos por los adultos, los jóvenes reaccionan de manera incluso más opuesta al estilo de los
  • 75. mayores, y muchas veces esconden tristezas y frustraciones, debido a que no se sienten acogidos por los padres. Frente a esto, ¿qué podemos hacer los padres? La verdad, muchas cosas, partiendo por buscar un estilo asertivo de comunicación. Ya hemos visto que una de las características de la comunicación asertiva es el respeto que le debemos a las personas. En este caso, son los hijos los que merecen ser escuchados y entendidos desde sus propios estilos, tanto de su apariencia externa como de su manera de hablar. En la medida en que nos liberemos de las constantes descalificaciones hacia ellos y nos mostremos dispuestos a escucharlos cálidamente, es probable que se abran y nos dejen ver sus sentimientos, dudas y aflicciones. Lo anterior no debe confundirse con consentir a los adolescentes en todo. Las reglas claras deben existir y deben seguir cumpliéndose, aunque con las debidas adecuaciones a sus edades y maneras de ser. Sin embargo, no hay que olvidar que la educación que se les brinda a los hijos no puede consistir sólo en reglas. Para una buena relación y un adecuado desarrollo de su personalidad, es fundamental aprender a conversar con ellos de una manera directa, descomplicada y, por sobre todo, respetuosa. Para lograr los objetivos propuestos es adecuado generar instancias que faciliten el acercamiento. Por ejemplo, una buena idea puede ser contarles cosas de nuestra propia juventud o experiencias personales tempranas, con el fin de que se sientan comprendidos. Además, es una manera de hacerles ver que uno, como padre o madre, también pasó por vivencias similares. Así, cercanos a ellos, pero no encima de ellos, surge la empatía, que es la capacidad de ponernos afectivamente en el lugar de otra persona y que, en este caso, se convierte en la mejor herramienta en el difícil trabajo de lograr que los hijos se sientan auténticamente comprendidos y aceptados. Ello, a pesar de los errores que puedan cometer o las diferencias de pensamiento y de estilos que tengan con sus anticuados, aunque queridos padres. También es conveniente que los padres recurran al “dato histórico”, es decir, a la manera en que nos hemos presentado ante ellos durante su vida. Sería el momento de contestarnos honestamente preguntas como ¿hemos sido padres omnipotentes, dictatoriales, sermoneadores? Si la respuesta es afirmativa, lo más probable es que nuestros hijos adolescentes adopten una manera de
  • 76. comunicarse con nosotros distante e irónica. Frases del tipo “Claro, como ellos nunca se equivocan”, dejan traslucir rebeldía por haberse educado con padres “perfectos”, incapaces de reconocer sus debilidades o errores. No cabe duda de que una de las más grandes equivocaciones es proyectar a los hijos una imagen de perfección. ¿La razón? Simple: porque es imposible serlo y a los adolescentes no los podemos engañar. Ellos, más que nadie, se dan cuenta de cada error que cometemos y, por sobre todo, de cada incongruencia, injusticia o doble estándar que observen en nosotros. Reconocer los errores es una tarea fundamental para padres que quieran ser asertivos. Esta conducta, además, ayuda a que los hijos la incorporen a través del modelamiento. Sólo a través del reconocimiento de un error es posible hacer una reparación de conducta. Si uno no reconoce que se ha equivocado, ¿qué va a reparar? En síntesis, como padres tenemos una gran responsabilidad ante nuestros hijos: ser realistas, directos, honestos, adecuados, pero firmes en nuestros valores y en los objetivos a alcanzar. Ninguna receta es mágica o infalible, menos en el ámbito de las relaciones personales. A pesar de ello, podemos estar seguros de que estas simples técnicas, validadas a través de la práctica clínica y de la experiencia de vida, son una eficiente ayuda cuando se quiere compartir el camino con los hijos. Hoy podemos transitar por el nuestro, pero no olvidemos que también es importante mirar el mundo desde el de ellos. Sin duda, diferentes perspectivas enriquecen ambas visiones. En la relación padres-hijos, es importante que los progenitores tomen conciencia de que en todo momento están siendo modelos de comportamiento. Lo más significativo que aprenden los hijos cuando son chicos, es básicamente lo que les transmitimos por medio de nuestras conductas. Los niños son como verdaderas esponjas que absorben todo lo que ven, y por eso es tan importante que los padres sean congruentes respecto de lo que dicen y de lo que hacen, especialmente durante los primeros cinco años de vida de sus hijos. Cuando uno, como adulto, habla mal de los demás, dice muchos garabatos, es poco respetuoso en el trato, lo más probable es que los hijos repitan estas conductas. En cambio, si los padres son reconocedores de
  • 77. lo bueno y respetuosos con el prójimo, los hijos van a tomar ese comportamiento como una conducta natural en sus vidas. Si hubiera que reducir esto a fórmulas más o menos sencillas, se podría decir que con padres poco expresivos afectivamente, habrá hijos poco expresivos afectivamente. Con padres con un comportamiento asertivo, habrá hijos con un comportamiento asertivo. La archiconocida frase de que “nadie enseña a educar” encierra una gran verdad. Afortunadamente, estamos cada vez más lejos del modelo aversivo, ese que dice que es más fácil castigar y que “la letra con sangre entra”. Pero también es cierto que al abandonarse progresivamente ese comportamiento, pareciera que el “rayado de cancha”, o disciplina, se hace más difícil. Es cierto. Sabemos que el castigo no sirve. Entonces, ¿cómo tener éxito en el aspecto disciplinario de manera asertiva? La respuesta es sencilla: a través de un lenguaje directo, proporcionado, reflexivo y respetuoso, que deje clara la relación jerárquica entre padres e hijos. Esto implica, entre otras cosas, que quede establecido que el papá y la mamá son los encargados de poner las reglas del juego, hasta que los niños sean mayores de edad. Lo anterior se refiere especialmente a respetar los usos y costumbres y que, en caso de no ser cumplidos, se tomarán medidas disciplinarias. Estas últimas son técnicas provenientes de la sicología del aprendizaje, y tienen que ver con dejarle claro al hijo lo que no se está dispuesto a transar, y que cuando no se cumplan estos puntos, tendrá un costo de respuesta, es decir, se le quitará un estímulo positivo. Por ejemplo, después de haberle dicho a un hijo adolescente que llegue de vuelta de una fiesta a determinada hora, él llega más tarde, un buen costo de respuesta puede ser quitarle el permiso para ir a otra el próximo fin de semana. Esto es importante generalizarlo en la casa, en el colegio y en otros lugares donde los pequeños o los jóvenes se desenvuelven. Es importante hacer una ecuación entre lo que les vamos a permitir como hijos “en camino de la adultez”, como también lo que les vamos a pedir. Ciertamente hay algunos aspectos que pueden ser sometidos a negociación: frecuencia de fiestas por semana, permiso para pololear, respeto por actividades o hobbies propios de su edad, mayor flexibilidad en la toma de decisiones sobre ropa, ideologías, elección de carreras profesionales o futuras actividades.
  • 78. Pero hay otras situaciones sobre las cuales no hay cabida para la negociación. Por ejemplo, defensa de valores como honestidad, responsabilidad, caridad, respeto hacia los demás, cumplimiento de compromisos, mantención de ciertos hábitos básicos para la mejor convivencia, como ordenar su pieza y lavar sus platos, entre otros. La idea central es que exista un equilibrio entre lo que el hijo debe cumplir y lo que recibe como refuerzos positivos. Esto genera en los jóvenes un sentimiento de justicia muy importante en aquella época de la vida. Cada padre y madre debe formular un proyecto actualizado en relación al estilo de educación que dará a sus hijos adolescentes, según sus criterios, valores y jerarquías, actuando como personas adultas en torno a ciertos temas. Nuestros hijos están en esa sutil y compleja etapa en la que dejaron de ser niños hace rato, pero aún no son adultos. La demostración de afecto es otro punto fundamental en la formación de los jóvenes. Como adultos, es necesario que los padres tomen conciencia de lo importante que es este tema para los hijos. Ellos siempre están pendientes de nuestras demostraciones de cariño –lo reconozcan o no– y los afectos y reconocimientos positivos hacia su persona les servirán para toda la vida, en relación a la autoestima y a la autoimagen que se formarán a través del tiempo. Los papás deberíamos ocupar más tiempo en decirles a los hijos lo que nos gusta de ellos y lo que los queremos, como también explicitarles lo importante que son en nuestra vida y la felicidad que nos aportan. Por ejemplo, en una situación específica, se les puede explicar que “Aunque estoy molesto por tu comportamiento, eso no quiere decir que no te quiera o deje de reconocer tus cualidades”. Lo “mágico” de las demostraciones de afecto es que producen círculos virtuosos en las diferentes áreas de la vida, y que, en definitiva, van estrechando lazos entre padres e hijos y estableciendo códigos de confianza y respeto mutuo. Por parte de los padres, es común tratar de acercarse a los hijos pretendiendo transformarse en “amigos”. Este hecho, que para algunos puede reflejar el éxito de la relación, en realidad tiene el efecto de confundir aun más al joven en términos sicológicos: por un lado los están tratando con confianza y por otro, sin aviso previo, los mayores hacen uso de su jerarquía y los desconciertan. En este sentido, lo más asertivo es mantener una relación jerárquica de superioridad, pero cercana en lo afectivo.
  • 79. Para fomentar la seguridad y la desenvoltura en el hijo, lo que puede hacerse es aprender a explicitar todo lo positivo que tengan, en relación a su comportamiento sociable y desenvuelto con los demás. Reforzar positivamente en el proceso de aprendizaje es fundamental y se traduce en que el niño o el joven se siente tan motivado, que su objetivo inmediato es llegar a ser aún mejor en esa determinada área. Así, entonces, se produce exactamente lo contrario que con una medida de castigo. Cuando se pretende corregir una conducta usando el estilo aversivo, efectivamente se logra reprimirla, pero por temor de quien fue sancionado y no porque se esté aprendiendo la manera correcta de actuar. Además, hay que considerar que muchas veces esa conducta castigada se torna rebelde y el escarmiento no es para nada eficiente en términos disciplinarios, como sí lo es el reforzamiento positivo. Entonces, a la pregunta de qué hacer cuando algo no nos parece bien en nuestros hijos, hay que responder: aplicar una medida disciplinaria como el costo de respuesta. En la vida, los seres humanos siempre tenemos estos costos de respuesta que, en otras palabras, significa una consecuencia directa de lo que ha sido nuestro comportamiento. Por ejemplo, si no pagamos una cuenta, consecuentemente recibimos una sanción por ello (multas, intereses, interrupción del servicio, etcétera.). Mirado desde otro punto de vista, si somos respetuosos con los demás, recibimos respeto. Educar usando el modelo de costo de respuesta es algo que a la persona le sirve durante toda su vida, pues se trata de una medida realista. En síntesis, significa retirar un estímulo positivo (algo que le guste mucho al hijo), como consecuencia de haber sido advertido de que eso pasaría en caso de presentar una conducta considerada negativa. Para que el proceso sea eficiente y adecuado, la severidad del costo de respuesta debe ser proporcional a la falta cometida. Si un niño de ocho a diez años tiene problemas de indisciplina, el costo de respuesta podría ser un fin de semana sin televisión, y no un mes. Cuando se aplica un costo de respuesta por mucho más tiempo del que corresponde, los hijos tienden a desmotivarse, a decepcionarse y se pierde todo el efecto de la medida en cuestión. Es importante que los hijos tengan claro que el aplicar una medida disciplinaria no tiene que ver con el cariño que incondicionalmente sentimos
  • 80. por ellos. Es decir, aunque les estemos quitando algo que les guste, eso no ocurrirá con nuestro cariño, el cual no está condicionado a estas medidas disciplinarias. La enseñanza de los afectos Otra pregunta que suelen hacerse los padres es cómo enseñarles a los hijos a ser desenvueltos. La forma más simple es siéndolo ellos mismos, practicándolo como adultos en diferentes contextos. Hay que tener presente que nuestra sociedad, por lo menos la chilena, no suele mostrar conductas asertivas y, por lo tanto, somos los padres quienes debemos modelarles constantemente a los hijos comportamientos tales como el atreverse a hablar con las personas. Por ejemplo, saludar, pedir información, agradecer. Otra conducta asertiva es darse el permiso para exponer nuestras ideas y contar nuestros pensamientos a los demás, aunque no seamos eruditos en la materia. Recordemos que todos tenemos opiniones y es importante expresarlas. Toda instancia de desenvoltura, por pequeña que sea, debe ser reforzada. Un ejemplo que me tocó presenciar hace algunos años en Buenos Aires, fue el siguiente: una familia –padres y dos hijos– se encontraba en un restaurante. Al más pequeño de los niños, de aproximadamente seis años, le tocó su carne cruda. Entonces, le hizo ver el problema a su papá, quien le respondió que “Bien, decile al mozo”. Y el niño, con desplante, levantó su mano y le dijo al mozo: “Che, ¿me podés cocer más mi bife, por favor?”. Después de esto, el padre besó a su hijo y le dijo “Te felicito, así se hace”. Lo más probable es que en la misma situación, un papá chileno le diga a su hijo “Cómetelo sin quejarte”, o “Yo le voy a decir al mozo que te cueza más la carne”. Siempre se debe procurar que toda conducta desenvuelta vaya aparejada de respeto a los demás. Una cosa es atreverse a hablar en público, y otra interrumpir o no dejar hablar al resto. El tino y los sentimientos de respeto hacia los demás generan la gran diferencia entre la desenvoltura a secas y la asertividad. Respecto de los agentes de socialización, es importante estar al tanto de cómo el colegio incentiva la desenvoltura. Lo pueden practicar a través de
  • 81. disertaciones, exposición de temas y potenciamiento de la creatividad. Cuando se trata de comprobar si los hijos se comportan de manera asertiva, un camino puede ser cotejar diferentes situaciones. Por ejemplo, ver si en la casa hacen preguntas, si no se quedan con contenidos guardados y, en general, observar si se ven contentos. En tanto, respecto del colegio hay que preocuparse de saber si tienen amigos, si realizan actividades grupales en los recreos, si invitan compañeros a la casa y, más importante aún, si ellos son invitados a casas de compañeros o amigos. Debemos recordar que las personas que no tienen complicaciones sicológicas, generalmente funcionan también de manera descomplicada en relación con los demás, y son capaces de mostrar sus sentimientos –tanto placenteros como de desagrado– con honestidad y sin pudor, aunque sí adecuadamente al ambiente en que se encuentran. Esto último es lo que llama consideración de contexto. Y es tan importante esta adecuación, que a veces por no serla nuestros mensajes pueden perderse. Por ejemplo, cuando alguien hace alguna crítica a otro delante de terceros. Para que todo funcione como es debido, es fundamental que los padres actúen como bloque, aunque no vivan juntos. Ellos deben ser un bloque comunicacional con respecto de los hijos, es decir, ponerse de acuerdo para manifestarles las conductas que esperan de ellos, las medidas disciplinarias que se aplicarán si no cumplen con lo que se les pide, y los permisos o estímulos que van a conseguir. Para que este bloque madre-padre resulte fluido, es importante que los papás se pongan de acuerdo con antelación en los planteamientos que van a conversar con los hijos, así como también en qué respuestas van a dar a las posibles preguntas de ellos. Los hijos, especialmente los adolescentes, siempre esperan recibir directrices de los padres, pues les ayuda a tener esquemas más claros sobre lo que se espera de ellos. Cuando las opiniones de los padres son divergentes, tienden a confundirse y lo más probable es que traten de manipular al papá o a la mamá, dependiendo de a quién encuentren más débil (papá–bueno y mamá–mala, o viceversa). Lo anterior es válido para hijos pequeños o adolescentes, pero también hay formas de ser asertivos con los hijos adultos. Con ellos la comunicación se torna más simétrica y es necesario que los padres se sensibilicen ante la adultez
  • 82. de los hijos, sin olvidar que llegó el momento en que tal vez sean ellos mismos, como padres, los que requieran de su ayuda. Una buena relación en esta etapa de la vida tiene sus cimientos en el dato histórico, es decir, en la relación que se tuvo con ellos durante la infancia y la adolescencia. Muchas veces, por tratar de darles lo más posible materialmente (lo que “uno nunca tuvo”), lo único que se consigue es que se vuelvan muy desconsiderados con los padres. Si sólo hemos incentivado la preocupación de nosotros por ellos, es difícil que de adultos asuman el papel de ayudarnos. Por esto, la entrega hacia el otro debe ser siempre recíproca, ya que no es realista que los hijos vivan en una burbuja, pensando que sus padres son omnipotentes y que por tanto no necesitan nada. En términos afectivos, el papá y la mamá tienen mucho que enseñar, entre otras cosas la verbalización de los afectos. Es común que usemos palabras que esconden los sentimientos y digamos frases como “tengo lata” o “estoy aburrido”, cuando en realidad lo que sentimos es pena, vergüenza o soledad. Hay que ponerle el nombre correcto a los sentimientos, para que así los hijos también aprendan a reconocer los suyos y hagan de ello una conducta habitual. Un buen ejercicio, y además entretenido, es ver juntos, padres e hijos, una película y analizar los sentimientos involucrados en el guión y lo que éstos produjeron en nosotros. De esta forma se aprende a verbalizar lo que se siente y se evitan las conocidas somatizaciones que ocurren cuando se enmascaran estos sentimientos. Es bastante más habitual de lo que parece que los niños lleguen a sentirse tan mal después de ver una película que les produjo angustia o pena no expresada, que necesiten ver un médico. El cuerpo acusa rápidamente recibo de las emociones no liberadas, y ahí pueden aparecer cuadros tales como cólicos, colon irritable o úlceras. Una parte de la enseñanza de expresar sus sentimientos incluye mostrarles que llorar no es una debilidad, ni en mujeres ni en hombres, sino una necesidad, una expresión genuina de una emoción o sentimiento que se debe respetar y no descalificar. También hay otras formas tan válidas como el llanto para obtener desahogo, tales como correr, caminar enérgicamente, gritar en un lugar desierto, hacer deporte, escribir lo que se siente, etcétera.
  • 83. En este punto tal vez resulte clarificador recordar que el cerebro humano tiene dos hemisferios. Uno, el izquierdo, el de la razón. Otro, el derecho, el de los sentimientos. Al hablar estamos expresando con el primero lo que, de alguna manera, está relacionado con el segundo. Entonces, hay que tratar de hacerlo con la mayor honestidad posible, teniendo siempre en cuenta que los sentimientos y las emociones no son debilidades, sino estados afectivos más o menos profundos y estables en el tiempo, además de genuinos, que, al expresarlos, nos permiten ser honestos con nosotros mismos y con los demás. Tal vez en este punto sea relevante reflexionar unos minutos para tomar conciencia de que, en definitiva, lo que nos hace felices en la vida no se relaciona en lo medular ni con el éxito ni con el dinero, sino con aquello que sentimos. Ello, lógicamente, sin menospreciar el éxito o el dinero, que son muy reconfortantes. Sin embargo, si nos acordamos de los momentos más felices de nuestra vida, lo más probable es que en ellos aparezcan vivencias de amistad, amor, compañerismo y solidaridad, más que un fajo de “jugosos billetes”. Ser adolescente hoy Adolescente es una palabra fácil de decir, pero difícil de manejar. Ser joven hoy es una experiencia muy distinta a la de hace diez, veinte o más años. Actualmente, los jóvenes se enfrentan a múltiples ventanas que se abren ante sus ojos y que les permiten tener, potencialmente, crecientes grados de libertad. Esto, en muchos sentidos, es positivo. Pero, por otro lado, dicha apertura les produce bastantes complicaciones o inseguridades, ya que no saben exactamente qué camino tomar en sus vidas, en sus decisiones y en sus valores. Nuestra sociedad es muy diferente a la de hace dos o tres décadas. De hecho, son mucho menores las diferencias que los adultos de hoy tuvieron con sus padres en la adolescencia, que las que hoy tienen los jóvenes con los suyos. Este cambio con respecto de otros tiempos se contrapone a otro fenómeno que parece mantenerse inalterable: la forma de comunicarse con los adultos. Los jóvenes siguen siendo bastante introvertidos al momento de decir, sobre
  • 84. todo a sus padres, lo que piensan, lo que les está pasando o lo que están sintiendo. Los padres, por otro lado, estarían gustosos de recibir una comunicación más abierta por parte de sus hijos adolescentes. Sin embargo, muchas veces se enfrentan a respuestas monosilábicas: sí, no, bueno, ya. Por ejemplo, ante la pregunta de “¿Cómo te fue en el colegio?”, por lo general recibimos un escueto “Bien”. Si les preguntamos “¿Qué hiciste hoy?”, lo más probable es que recibamos como respuesta un “Lo mismo de siempre”. ¿Cómo podemos acercarnos comunicacionalmente a los jóvenes? Algunas herramientas que sirven para abrir comunicación son: Dar información a los jóvenes a través de conversaciones, contándoles cosas personales –que ellos puedan digerir–, hablándoles de temas de actualidad o asuntos varios, entre los cuales pueden estar la sexualidad, las opiniones que uno tiene con respecto a la sociedad y otras. Al entregarles diferentes informaciones, lo más probable es que no se sientan presionados a tener que responder o a dar “informes personales” de sus vidas. Así se promueve la posibilidad de que el joven o la joven baje sus niveles de defensa y se entretenga o “enganche” con algunos de los temas expuestos, sin sentirse obligado a responder. Esta situación lo puede llevar a proseguir una conversación de tipo trivial, parecida a la que establece con sus pares. (Esta técnica es muy útil de utilizar no solamente con jóvenes, sino también con personas tímidas). Otra herramienta útil es generar instancias más íntimas (pero no coartadoras) como, por ejemplo, salir a caminar juntos o visitar lugares donde se esté en contacto con la naturaleza. En estos contextos es más sencillo establecer comunicaciones abiertas y distendidas. Que los adultos sepan adecuarse a las diferentes situaciones es algo que ayuda mucho a los adolescentes, pues les evita sentir vergüenzas innecesarias. Por ejemplo: no tratar de compartir con los amigos de los hijos como si uno fuera de su misma edad; no vestirse de manera juvenil en situaciones formales (por ejemplo, ir como apoderada a una reunión de curso vestida con una minifalda); no romper los marcos valóricos ni los “rayados de cancha”, con el fin de obtener más confianza por parte de los hijos Finalmente, generar espacios para intercambiar ideas, conversarlas respetuosamente, de tal manera que el joven no sienta amenazada su
  • 85. aceptación como persona por parte de los mayores, independientemente de que sus gustos o usos sean completamente diferentes a los de sus padres. Cómo comunicarnos con los tweens Partamos por explicar este término: tweens se refiere a los niños que tienen entre ocho y trece años, aproximadamente, y que poseen una serie de características que los distinguen y diferencian de los niños de esa misma edad de hace un par de décadas atrás. Los preadolescentes pueden generar más de un problema a los adultos, si se descuida la buena comunicación. El período que va entre los ocho a los trece años tiene una tremenda importancia en la relación futura. Hace tan sólo unas décadas, los chicos de estas edades no tenían mayor influencia en las decisiones de los adultos. Tampoco ellos se imponían gracias a su grado de información ni manifestaban mayores exigencias. En cambio, a casi todos los que hoy tienen más de cuarenta años muchas veces les asombra el amplio conocimiento que tienen sus hijos en materias de tecnología, por ejemplo, y muchas veces se ven en serios aprietos cuando se descubren ignorantes frente a lo que para ellos es pan de cada día. Un caso cualquiera se da cuando un adulto necesita programar la hora en el DVD. Es una tarea que puede ser tremenda, pero que para los tweens es simple, “es cosa de niños”. A estos pequeños-grandes, los equipos electrónicos de última generación, los computadores de cualquier complejidad, los verdaderos idiomas nuevos que trae aparejada la informática, les resultan tan naturales como lo fue la radio o la televisión para los mayores. Ellos también están muy informados tanto de las ventajas como desventajas de los productos de consumo y de su diversidad. Opinan de manera segura y desenvuelta respecto de los comerciales de televisión y de las técnicas aplicadas en ellos. Y no son pocas las ocasiones en que se expresan en tono despectivo sobre alguien o algo, diciendo, por ejemplo, que “El modelo de ese computador es chanta, no crean nada de ese aviso. Les conviene comprarse de otra marca, porque ésa tiene poca capacidad de memoria ram”.
  • 86. Por todo lo anterior, no es difícil imaginar que si los adultos no se manejan de manera asertivísima, esos tweens los pueden demoler rápidamente, disminuyéndolos o dejándolos como padres o parientes furiosos, coléricos, salidos de sus casillas al momento de tener que poner en su lugar las osadías de estos niños. Por ello, es fundamental conocer algunas características de los tweens, que los mayores pueden reforzar. Ante todo, es importante saber que los jóvenes son mucho más preparados que los de antes y, por lo tanto, pueden ayudar a los adultos y, por qué no decirlo, enseñarles a partir de sus vastos conocimientos en materias desconocidas para la mayoría de éstos. La posibilidad de diálogo con ellos es más grande, como también el provecho que se pueda sacar de estas conversaciones. Estos jóvenes pueden ayudar a los adultos a elegir tipos de comidas, productos electrónicos, ropa o lugares de veraneo, haciéndonos más fácil la vida en esos ámbitos. Temas como la sexualidad son más fácilmente tocados, ya que los tweens tienen menos inhibiciones para escuchar de sus padres estos contenidos. Seguramente en el colegio ya han sido mencionados regularmente por los profesores y de manera abierta y descomplicada, eliminando así los componentes tabú o “pecaminosos” tradicionales en estos asuntos. Por lo general, estos niños-jóvenes tienen una idea más precozmente formada de los variados temas de la vida, acompañada de posiciones y opiniones bien fundamentadas. Es muy grato para los mayores darse cuenta de que, en comparación con sus historias de vida, ellos están más adelantados en casi todos los ámbitos, lo que les permite saber antes lo que quieren, lo que les importa, lo que opinan respecto de tales o cuales aspectos de la sociedad. Sus habituales paseos por internet les han brindado la posibilidad de tener amigos en todo el mundo y, consecuentemente, su universo es mucho más globalizado y heterogéneo que el que una persona mayor ni siquiera soñó con tener en su infancia. ¿En que pueden trabajar los adultos para comunicarse asertivamente con ellos? Es importante estar informados al tocar asuntos que son de su manejo o, simple y asertivamente, decir a priori que los desconocen. Por ejemplo: “Hijo, yo nunca he bajado música por internet, ¿me puedes enseñar?”. Esto debe hacerse sin poner cara de disculpa o apocamiento por desconocer el tema. Es fundamental no fingir que se sabe de él, ya que los tweens no
  • 87. permiten los engaños por parte de los adultos. Ello podría transformarse en desilusión y falta de confianza permanente en relación a sus conductas y conocimientos. Los jóvenes están siempre evaluando el grado de honestidad de los mayores que les rodean, y es bajo ese prisma es que se formarán –con sus patrones todavía muy idealistas– una idea que bien puede estar ligada a la confianza o, por el contrario, caer en el descrédito de sus opiniones o, peor aún, de sus personas. Se tiende a pensar que los tweens son muy avanzados. Y es cierto. Pero, por otro lado, también tienen la madurez afectiva propia de su edad. Es decir, no son adultos y es importante no olvidar ese punto. Así como el adulto puede llegar a ellos fácilmente de manera honesta en temas donde son expertos, también se puede encontrar con verdaderos acorazados cuando se trata de confiarle materias afectivas o íntimas. Es en estos asuntos donde, como personas mayores, es necesario esforzarse por crear acercamientos que les sean naturales y permitan que ellos presenten sus dudas o inseguridades de su vida y relaciones con amigos, posibles parejas o profesores. Es decir, con todo lo que significa su mundo afectivamente importante. Es sabido que desde la prepotencia no sacamos nada. Y a través de las preguntas, tampoco. Muchas veces en la consulta me ha tocado escuchar a los jóvenes quejarse, porque lo único que hacen sus papás es interrogarlos sobre sus vidas, horarios, gustos y amistades. Esto les produce sentimientos de opresión, con la consecuente rebeldía, y se cierran aún más con sus mayores. Una manera asertiva de abrir la comunicación con los tweens es dándoles información respecto de uno mismo, contándoles lo que para uno tenía importancia en esa época de la vida. Igualmente, reírse con ellos sobre las grandes diferencias que existen entre sus usos y costumbres, con las de uno en esa misma época de edad. Al responder sus dudas o consultas, no es apropiado empezar a enumerar una serie de indicaciones o medidas que deban seguir, como tampoco mostrarse sorprendido. La naturalidad y el consejo serio, pero no grave, les
  • 88. puede ayudar a ir formándose una mejor opinión de lo que significa el ser orientado por sus padres. Después de estas conversaciones, es preferible no hacer mención de ellas frente a otros, ya que se avergonzarían. Tampoco es conveniente seguir dando consejos a diestra y siniestra en cualquier ámbito. El tino y discreción que tengamos es una herramienta mágica y respetuosa para que los hijos confíen en sus padres. Qué estupenda oportunidad para nosotros, como padres, llegar a establecer una relación de confianza y fluida comunicación con nuestros hijos que están en pleno proceso de formación. Recapitulando, estas son algunas consideraciones de utilidad para que los adultos se comuniquen mejor con sus hijos o cercanos tweens: Reforzar positivamente sus grados de conocimientos. Pedirles ayuda cuando ellos saben más. Respetar sus puntos de vista, aun cuando no se compartan, obviamente si éstos no están en contra de valores que consideramos fundamentales. Crear instancias de comunicación naturales y en ambientes físicos apropiados. Darles información de lo que se piensa, o se pensaba, cuando se tenía su edad, pero sin la actitud de dictar cátedra. No volver de manera insistente a tocar esos temas conversados. No participar de esos temas a otros (terceras personas, familiares, etcétera). No reprochar si se equivocan por no haber escuchado los consejos entregados. Darles lo más posible grados de información realistas y adecuados en torno al tema de la sexualidad, drogas y otros que nos parezcan de relevancia para que ellos estén informados. De estas maneras, y de otras que a cada cual se le ocurran en la línea del verdadero acompañamiento y guía, pero no de jueces y verdugos, es mucho más probable que los tweens se sientan acogidos por los mayores y que, a su vez, los mayores sientan que sus hijos les abren su corazón con sus preciados contenidos.
  • 89. Niños asertivos Es difícil separar la conducta asertiva en las distintas etapas de la vida. En realidad, se trata de un continuo que debe estar presente en todas las acciones, independientemente de con quién o cuándo se estén desarrollando. Por eso, todo lo dicho sobre las relaciones entre padres e hijos adolescentes es también válido cuando se trata de menores. Si se logra tener una relación asertiva con ellos desde que nacen, serán niños socializados con amor, con respeto, con reglas claras y con las cuotas de autonomía acorde a su edad. Así, ellos serán candidatos seguros a ser asertivos en las distintas etapas de su vida. A los niños hay que enseñarles sin gritos ni malhumor. Sólo con cariño, mensajes claros y congruencia frente a ellos. Un niño asertivo se reconoce fácilmente. Por ejemplo, participa activamente cuando está con sus pares, es capaz de aportar ideas y opiniones espontáneamente y tiene la creencia de que las cosas en general le resultan bien. En relación a sus padres, se permite tener la libertad para pedir o demandar afecto y cosas materiales, pero sin perder el respeto hacia ellos, ya sea en la forma o en el momento de hacerlo. En lo referente a su participación en el colegio, un niño asertivo se siente confiado en la comunicación que establece con los superiores (profesores, director, jefe de ciclo), considera que pertenece a ese colegio y se siente motivado a participar con entusiasmo en las actividades que le proponen. Ya se ha dicho que los niños son verdaderas esponjas que absorben lo que sus padres o superiores les modelan. Y nos referimos a aquello que aprenden no con palabras, sino a través de la puesta en práctica de las conductas que observan a su alrededor. Ser asertivo desde la niñez es un tesoro incalculable. Provee de una base firme y confiada respecto de su seguridad personal y autoestima, lo que redunda, finalmente, en una mejor calidad de vida y en
  • 90. relaciones interpersonales más confiadas y parejas. Los niños asertivos se atreven a hacer variadas preguntas a sus mayores, respecto del mundo, de las personas y de la sexualidad, y están dispuestos a conversar dichos temas y a plantear sus propias opiniones. Sobre su relación con el sexo opuesto, se sienten cómodos en sus interacciones y también se perciben atractivos tanto a nivel de físico como de personalidad. Esto no los convierte en niños engreídos o presuntuosos, sino en seres seguros de sí mismos y de sus capacidades o características distintivas. Si lo que se desea es lograr que los hijos sean como los niños descritos, la mayor responsabilidad está en las manos de los padres. Nuevamente aquí se plantea la importancia del aprendizaje vicario y de enseñar con el ejemplo. Asertividad en pareja Una de las áreas en que se hace más difícil la asertividad es en la vida de pareja. No querer herir, aspirar a dar en el gusto al otro, evitar las discusiones, son, entre muchos más, los motivos que pueden llevar a dos personas que se quieren a no comunicarse como corresponde. El resultado suele ser la dolorosa “olla a presión” que algún día explota y lo hace de la peor manera posible: palabras hirientes, iras contenidas, frustraciones, penas escondidas, todo sale a borbotones y el resultado final es como atravesar un campo minado donde van quedando heridos y, a veces, muertos por el camino. Por eso, cuando se habla de relaciones de pareja resulta válido preguntarse si se trata de un arte o de una ciencia. Tal vez lo más acertado sea mezclar un poco de cada uno. Saber qué decir, cómo decirlo y cuándo hacerlo resulta fundamental en el logro de una vida compartida, plena, feliz (o al menos muy grata a escala humana) y para siempre, según se promete al emprender el camino como marido y mujer. Desgraciadamente, pocas personas se detienen a pensar y a desarrollar un estilo de convivencia adecuado a las dos personalidades que se están uniendo en una vida en común. Lo habitual es caer en la maravillosa pero poco práctica ilusión de “vivir felices y comer perdices”, que es la filosofía reinante en los enamorados.
  • 91. Al momento de casarse o decidir vivir juntos, todo es miel sobre hojuelas y pareciera que el amor es ingrediente suficiente para ser felices en su existencia futura. Pero, ¿con qué se encuentran efectivamente las parejas al momento de comenzar a compartir las pequeñas grandes cosas que implica una vida juntos? La respuesta es mucho más amplia de lo que cada uno puede haber imaginado: baño común, pieza común, escritorio común, clóset común, cama común, cocina común... En realidad, todo pasa a ser común. Menos las costumbres, la historia personal, los datos de vida, las manías y las respectivas familia de origen. Es entonces cuando las puertas de la realidad se abren y, aplastando las propias narices, dejan a la vista esa primera visión, casi de pesadilla, del baño después de ser usado por el otro, de los escalofriantes pelos pegados con firmeza en el jabón común, de la ropa regada por el suelo, de la maña de dormir con la ventana abierta o de hacerlo con un poco romántico guatero. En otro ámbito, igual cosa ocurre cuando nos enfrentamos a los gritos o malas maneras de nuestra pareja, o a las constantes descalificaciones que realiza cuando se siente frustrada o contrariada en algo. La lista podría ser interminable. Lo más probable es que la primera reacción sea una silenciosa pregunta: “¿Y qué hago ahora?”. También es lógico imaginar que tras el primer impacto, y recuperada la calma, uno piense “Estoy seguro de que va a cambiar, por el gran amor que me tiene”, o “Lo voy a hacer cambiar por todo el cariño que le voy a dar”. Gran error. Con la mejor intención del mundo, él o ella comienza a decirle a él o ella que sería deseable dejar el baño en buenas condiciones después de usarlo; que la cocina quede limpia después de cocinar; que la ropa sucia tiene su lugar; que, cuando no están en sus pies, el lugar de los zapatos es el clóset. Y, sobre todo, que vuelva a decir sus críticas o comentarios de manera más cariñosa. No pasa mucho tiempo antes de que el proceso de cambiar al ser amado resulte ser un rotundo fracaso. Algo se puede lograr, pero seguramente no en la dirección que se esperaba. Lo más probable es que el otro se canse y su furia llegue al extremo de anunciar que si vuelve a escuchar una instrucción o corrección acerca de su manera de vivir, se irá de la casa.
  • 92. Es cierto que las situaciones anteriormente descritas son una caricatura de la realidad. Pero hay que reconocer que, en gran medida, ellas reflejan el tema de fondo: las parejas deben aprender a compartir y a respetarse en relación a las posibles diferencias del vivir cotidiano, las que tienen la generalidad de los seres humanos. Después de haber escuchado a tantas personas referirse de una manera muy dolorosa a sus relaciones de pareja, cabe preguntarse: ¿es posible tener y disfrutar de una vida compartida de manera armoniosa y respetuosa? ¿Se puede lograr que dos personas que se unieron por sentimientos positivos y con una visión de futuro puedan convivir con amor del bueno, sin destruirlo en el camino? Sabemos que los sentimientos, en cuanto tales, no dependen de la voluntad, pero la manera de comunicarse con el otro sí se relaciona con ella y con la buena disposición. Dentro de los comportamientos que se repiten cuando una pareja asiste a terapia, se cuentan la mala comunicación y la constante manera de descalificarse entre ellos. Para la mayoría, la convivencia con otra persona que está socializada de forma diferente, que tiene costumbres, modos de ver la vida, gustos, usos y costumbres distintos, no es fácil. Si a eso se le suman la rutina, los problemas laborales y económicos y la crianza de los hijos, la situación puede convertirse en una gran bola de nieve que, finalmente, termina por sepultar a la otrora tan enamorada pareja. Si bien no es mágica ni menos constituye una panacea, la comunicación asertiva ayuda eficazmente a convivir de una manera positiva con la persona que elegimos. Algunas conductas que nos pueden ayudar a suavizar esta relación son: No olvidarse de reconocer y explicitar lo bueno que tiene nuestra pareja. Ser empático con sus momentos duros o tristes. No juzgar sus conductas. No descalificarlo. Conservar el sentido del humor. Realizar actividades en pareja, tratando que sean diferentes a las rutinarias.
  • 93. Después de un tiempo de convivencia, no despreocupar ni las formas ni la manera que tenemos de arreglarnos y comportarnos. Saber pedir perdón a tiempo. No quedarse con contenidos guardados, pero decirlos en un momento apropiado. No concentrarse sólo en las actividades como padres y desatender las de pareja. Propiciar conversaciones entretenidas. Disfrutar de la compañía del otro y hacérselo ver. Estar más centrados en encontrarle cosas buenas a la pareja que al revés. Contar hasta 100 antes de decir algo ofensivo. (Y luego buscar sinónimos no hirientes para referirse al tema que produce malestar). No quejarse por cosas que no valen la pena. Hay muchas más herramientas que pueden ayudar. Pero, por sobre todo, es necesario tener la férrea voluntad de mantener una buena y respetuosa comunicación a través del tiempo. Muchos mirarán con incredulidad estas “recetas sicológicas”, pero, ¿qué se pierde con probar? En la vida existen los círculos virtuosos, es decir, que si uno tiene comportamientos constructivos y actúa con cariño, no sólo hacia la pareja sino a los seres significativos en general, se dan resultados cada vez más positivos y recíprocos. Sólo hay que ser sinceros y querer de corazón trabajar con mucho amor y persistencia una de las relaciones afectivas más importantes de la vida Cuando el amor provoca sufrimiento y dependencia sicológica Muchas veces las personas, y en especial las del género femenino, están acostumbradas a pasarlo muy mal en sus relaciones sentimentales y a experimentar gran ansiedad y dependencia sicológica con respecto de sus
  • 94. parejas que, muchas veces, distan por completo de ser compañeros de vida maduros y cálidos. Muy por el contrario, se dan el lujo de actuar egoísta y castigadoramente, produciendo tal dolor moral, que sus “víctimas” sienten que sus vidas son paupérrimas, emocionalmente hablando. Pero, paradojalmente, estas últimas no son capaces de cortar estos hilos invisibles (condicionamientos y dependencias) con los que se convive por grandes períodos (algunos para toda la vida): tipos de relaciones perjudiciales y entrampantes que van mermando la autoestima y autoimagen en quienes no se sienten con la voluntad suficiente para salir de ellas, o bien buscar una pareja más sana que esté dispuesta a entregar amor, cuidados y refuerzos positivos a quien dicen amar. Existen diversas teorías explicativas en relación al porqué se producen estas relaciones tormentosas. Entre ellas: Reproducción de relaciones parentales tempranas castigadoras. Baja autoestima y seguridad personal. Tendencia a considerar el sufrimiento como elemento esencial de las relaciones de pareja. Depresión o desesperanza aprendida. Aprendizaje vicario. Por ejemplo, haber visto esa conducta en modelos significativos. Dato histórico de madre o padre sumiso y aguantador de injusticias frente a su pareja. Falta de repertorio de conductas asertivas. Lo cierto es que muchas causas pueden estar estrechamente relacionadas con el origen de aquel tipo de relaciones. Sin embargo, tanto el mantenerlas como el sentimiento de incapacidad de salir de ellas, que experimenta la mayoría de quienes las sufren, son actitudes directamente relacionadas con el grado de déficit o de carencias en cuanto a comportamiento asertivo. Ello se da especialmente en relación al perdido respeto por uno mismo y por el propio valor como ser humano, independientemente de su sexo, grado de inteligencia, atractivo físico o escolaridad. En innumerables ocasiones de práctica clínica he escuchado, con gran sorpresa, que muchas mujeres que sufren maltrato sicológico, al momento de razonar críticamente con respecto al accionar malsano de sus parejas, se echan
  • 95. la culpa de aquellos abusos o defienden a sus parejas argumentando que “lo hacen sin darse cuenta”, o porque “lo pasaron muy mal en su infancia”, o por su “gran inseguridad”. Por supuesto, en estos casos defienden la tesis de que él (o ella) son “buenos”, en el fondo. A poco de escuchar atentamente a estas mujeres malheridas (u hombres malheridos, que también hay), se aprecia una falta de respeto para quererse y respetarse y, por sobre todo, para hacerse cargo de sus propias vidas con todo lo que ello conlleva: es decir, aprender a vivir por períodos en soledad de pareja; poder aceptar que las personas pueden ser rechazadas por alguien amado y que con esto no se acaba el mundo; saber que muchas otras veces el gran aprendizaje lo recibimos cuando nos damos cuenta de que no siempre lo que nos fascina o apasiona nos hace bien. Si aplicamos la asertividad a la calidad de relaciones de pareja que elegimos o mantenemos, estaremos siendo libres internamente para optar por quienes amamos de manera digna, y así no seremos esclavos de personas que sólo sembrarán desamor en nuestros corazones. Si pensamos en tener hijos, ellos aprenderán vicariamente (a través de nuestro ejemplo de vida) a ser individuos que propendan a tener relaciones sentimentales sanas y constructivas. La separación y los hijos Cuando uno o los dos miembros de la pareja considera que ya no pueden seguir adelante en su matrimonio o convivencia en común, es importante ponerse de acuerdo para comunicárselo asertivamente, en primer lugar, a los hijos, dejándoles claro que esta decisión no tiene nada que ver con ellos. El ponerse de acuerdo en cómo se lo van a decir (dependiendo de las edades y de las distintas sensibilidades de cada uno), es de vital importancia, como también actuar en bloque, es decir, apoyarse los dos en un mismo mensaje. Los hijos de padres separados “civilizadamente” están menos expuestos a sufrir sicológicamente, a diferencia de los hijos de padres que viven juntos, pero son mal avenidos.
  • 96. Los padres deben poner especial atención a que, una vez realizada la separación conyugal, se respeten los siguiente puntos: Que los hijos sigan contando con cada uno de sus padres por separado, pero incondicionalmente. (Los papás no se separan como papás). Que ninguno de los dos, papá o mamá, se descalifiquen frente a los hijos. Que, en lo posible, no bajen drásticamente de status o calidad de vida: cambios de casa y colegios, realización de actividades recreativas, etcétera. Que los hijos no obtengan gananciales secundarios a través de la separación de los padres. Por ejemplo: si el papá o la mamá les hacían regalos una vez al mes, ahora, una vez separados, no deberían hacérselos cada vez que se ven o salen juntos. La congruencia en las conductas de los padres es algo esencial en esta nueva etapa; es decir, mantener una coherencia entre lo que los padres o madres dicen y hacen, ya que ahí radica el grado de credibilidad que los hijos se formen de ellos. Es de especial importancia que los padres que se han puesto de acuerdo en días, fechas y horarios para ver a sus hijos, lo cumplan por lo menos un 90% de las veces. Y si alguna vez no pueden hacerlo, lo digan con anticipación y exponiendo las verdaderas causas de ese fallo. Cuando una pareja se separa, en una primera etapa queda generalmente dañada y con muchas rabias y penas en relación a su ex pareja. Es importante verbalizarle a los hijos que lo mejor que les pudo pasar en la vida fue que ellos nacieran. Que como seres humanos nos podemos equivocar, pero que tenerlos como hijos es algo de lo que nunca nos vamos a arrepentir. Por el contrario: ellos son nuestros verdaderos cables a tierra, los que nos dan las fuerzas para seguir adelante. Separarse es doloroso, pero más doloroso es vivir una vida mintiéndose como parejas que aparentan estar bien, pero que viven de a dos una gran soledad. Asertividad y ambiente laboral
  • 97. Igual como sucede en otros ámbitos de la vida, la asertividad también es un factor importante cuando se trata del ambiente laboral. Mal que mal, la mayoría de quienes tienen un empleo pasan más horas activas en él que en sus casas. Entonces, trabajar de una manera grata es fundamental, por una serie de razones que veremos más adelante. Pero tal vez la más relevante es buscar la forma de volver al hogar contento y animoso, a pesar de que nos acompañe un gran cansancio. Así se va completando el ciclo diario de nuestra vida de manera agradable, lo que se traducirá en un bienestar general sostenido en el tiempo. Vivimos en una gloriosa era tecnológica, uno de cuyos efectos indiscutibles es que las organizaciones están cada vez más niveladas en este aspecto. Esto hace posible que los clientes externos de una institución ganen progresivamente en avances de tipo práctico, en eficiencia, economía de tiempo y distancias. Pero la diferencia que se establece entre empresas y organizaciones no es sólo por el producto o servicio que prestan, sino por la calidad humana de quienes trabajan en ellas. Las personas que están detrás de una entidad cualquiera y que establecen comunicaciones con los clientes, ya sea internos o externos, pasan a ser determinantes en el resultado final. Llega a ser tan gravitante la influencia que ejercen los empleados que atienden al público, que el cliente externo puede llegar a preferir una empresa menos tecnológica, aunque más humana. Un ejemplo claro lo constituyen quienes cambian un servicio por otro igual, en otro lugar, únicamente por no sentirse gratos al ser “atendidos” por una grabadora cada vez que necesitan hacer una consulta. Para ellos, la vieja y tradicional conversación con una persona sigue siendo mucho más cálida. Si diferenciamos los planos que se dan en una empresa, se distinguen fácilmente al menos dos tipos de clientes: internos y externos. Los internos corresponden a aquellas personas que trabajan en o para una organización y, por lo tanto, deben convivir con los demás miembros del sistema. Tal como se dijo anteriormente, estas convivencias laborales suelen prolongarse a diario por mucho más tiempo del que se dispone muchas veces
  • 98. para compartir con la familia o con las amistades. Salta entonces a la vista por qué se insiste en que sean interacciones gratas, abiertas, cordiales y respetuosas. Los climas organizacionales son complejos y sensibles a los estilos de las personas que los componen. Es así como una persona agresiva dentro de un grupo de trabajo contamina rápidamente la fluidez y calidad de las comunicaciones. Por ejemplo, alguien atropellador gatilla rabia y resentimiento en algunos, y humillación y menoscabo en otros. Los jefes son los encargados, en primer término, de velar por conseguir un ambiente de trabajo grato. En este aspecto, la comunicación asertiva proporciona algunas técnicas claves que, si las analizamos someramente, veremos que corresponden a las mismas técnicas o claves que se recomienda aplicar en los otros planos de la vida. Algunas de ellas son: Hacer rayados de cancha o explicitar las reglas con claridad. Para mantener la armonía, es importante que cada persona sepa qué objetivos se persiguen en ese equipo de trabajo y qué se espera de cada uno de ellas respecto de la meta final. En este ámbito también se sugiere establecer el estilo de comunicación con que se interactúa en el lugar. Es decir, si el trato es formal, informal o intermedio. En otras palabras, hablamos de conocer la cultura organizacional, lo que también incluye la presentación personal (usar o no corbata en el caso de los hombres), tutearse o tratarse de usted cuando se trata de jerarquías superiores, entre otras. Operacionalizar los objetivos y las tareas a desarrollar por cada miembro y explicitar los plazos en que deben presentarse los resultados. Esto quiere decir no dar las tareas por sentado, pensando que a los demás se les va a ocurrir exactamente lo pensado por otro. Utilizar un lenguaje verbal claro, directo y respetuoso para con los demás. Considerar el contexto en que se plantearán los comentarios, críticas, peticiones de cambio de conducta, formulación de quejas y retroalimentaciones. Que la comunicación no verbal y la verbal sean congruentes y afables, sin por eso dejar de ser segura, firme y concitadora de atención para ser escuchado como corresponde.
  • 99. Todos los aspectos detallados anteriormente deben ser explicitados por el líder, quien también debe ser una persona que los demás miembros de la organización sientan como un experto. Pero, por encima del conocimiento profesional que éste posea, debe ser considerado como un maestro y como un ser afable y cercano, a quien se puede recurrir ante cualquier situación, incluso personal, cuando se producen emergencias en las vidas privadas. Hoy, incluso por sobre su capacidad profesional, se le exige a un líder ser asertivo, empático y seguro, sin que por ello pierda la calidez y la capacidad de formular refuerzos positivos a quienes realizan sus trabajos de manera acertada, constructiva y digna de felicitación. Los ambientes asertivos son gratos y las personas que los conforman se sienten cómodas y en confianza. Están conscientes de sus tareas, pero saben que si necesitan ayuda o colaboración de los demás, se la darán de buenas maneras. Lo que hace distinto a un equipo de un grupo de trabajo, es que los equipos están integrados por personas que apuntan hacia el mismo objetivo, complementándose y facilitándose las tareas con el fin de potenciar entre todos los resultados esperados. En ellos se cumple el siguiente axioma: “El resultado final es mayor que la suma de las partes”. Mucho hemos enfatizado acerca de la importancia del reforzamiento positivo en las relaciones interpersonales. El ámbito laboral no es una excepción, dado que las personas siempre requieren de un estímulo o reconocimiento para seguir adelante. El refuerzo las hace sentirse más contentas e incentivadas para perfeccionar las conductas que las han distinguido o recalcado por su excelencia. En el mundo del trabajo, igual que en cualquier otro, un reforzamiento positivo es la explicitación de aquello que nos gusta de las demás personas. Los contenidos reforzados pueden ser variados y abarcan, por ejemplo, la conducta, la manera de vestirse, la espiritualidad, emocionalidad, intelecto y, por cierto, el modo de trabajar, presentar proyectos, ser puntual, entre otras muchas características dignas de destacar. Para que el reforzamiento positivo cumpla con la característica de ser también asertivo, debe poseer algunas condiciones básicas:
  • 100. Ser directo. Debe ser directo en relación a lo verbal. Esto significa expresarlo en primera persona. Por ejemplo, “Lo que a mí me gusta de ti es...” o “Me parece muy responsable tu manera de trabajar”. También debe ser directo en lo no verbal. Por ejemplo, decirlo mirando a la cara de la persona reforzada y hacerlo con una gestualidad grata, voz agradable y acogedora. Ser respetuoso. Un refuerzo es algo que uno entrega a otro para que se sienta bien. Por lo tanto, debemos ser muy cuidadosos al momento de seleccionar tanto las palabras como las connotaciones y los contextos adecuados para darlos. Ser concreto. Es importante operacionalizar el contenido o características, ya que esto servirá de guía o retroalimentación hacia la persona reforzada, lo que la incentivará a perfeccionar aun más las características destacadas. Ser contingente. Consiste en comunicar el refuerzo en un momento cercano y oportuno a la conducta que se quiere reconocer positivamente. Si lo hacemos después de un año de ocurrida la conducta, este efecto ya no se dará. Ser honesto. Es condición esencial que el reforzamiento positivo sea dado de manera honesta, con la finalidad de entregar algo grato y verdadero a una persona acerca de su comportamiento. No se considera refuerzo positivo asertivo el elogiar con el fin de caerle bien a alguien, de conseguir un favor a cambio, de decir algo sólo por buena educación o únicamente para que el otro se sienta bien. También es necesario decir algo más acerca de la asertividad en el trabajo desde el punto de vista de un subalterno. En este sentido es clave evitar enmascarar la no asertividad con conductas como la llamada negocio oculto. Esto se refiere a tratar de conseguir algo por una vía poco clara y, en definitiva, enredosa. Es lo que ocurre cuando una persona sacrifica algo importante de sus derechos o preferencias, esperando que el otro haga algo específico de vuelta, pero sin decirle directamente lo que se espera. Por ejemplo, hay empleados que aspiran a un aumento de sueldo, una promoción o privilegios especiales, tales como llegar más tarde, entre otros. En vez de solicitarlo directamente, trabajan sobretiempo, esperando que los superiores no puedan rehusar el aumento o los privilegios. Cuando este proceder no da resultado,
  • 101. sienten que la organización abusa de ellos y concluyen que nunca más harán nada para nadie. Una forma de reconocer si estamos usando un negocio oculto es preguntándose los siguiente: “¿Me sentiría usado si la otra persona (superior) no hace lo que yo espero?”. Si la respuesta es sí, lo probable es que efectivamente se trate de un negocio oculto. ¿Por qué es asertivo trabajar en equipo? El trabajar en equipo, a diferencia de hacerlo con un grupo de personas, es un estilo de trabajo sumatorio y enriquecedor para cada uno de sus miembros, los cuales hacen lo suyo y, además, se complementan con las funciones de los otros. En el trabajo en equipo existe respeto para cada función que desempeñan las personas y no se subvalora ni se sobrevalora el trabajo o aporte que cada uno de los miembros, independientemente de su jerarquía, comunique o proponga a los demás.
  • 102.
  • 103. Es importante destacar que toda idea es considerada por el equipo, pensándola como un posible aporte para el conjunto, en lugar de sentirse en una competencia desventajosa o exitista. Aquí el modelo es “ganar-ganar”, lo que hace que todos los involucrados deseen y apunten a un resultado final positivo y que sea el equipo, en su totalidad y más allá de los egos particulares, el que logre los resultados esperados. Para que todo lo anterior resulte, es fundamental que exista una persona que lidere a los miembros del equipo de trabajo, y ella debe contar con ciertas habilidades para facilitar y motivar a los demás en el logro de un sistema de trabajo organizado, en pos de la consecución de las metas propuestas. Dentro de las habilidades comunicacionales más importantes de un líder o guía de un equipo de trabajo, se cuentan las siguientes: Claridad de el o los objetivos a alcanzar. Simpleza para emitir los mensajes de manera directa. Empatía para comprender a los demás cuando tienen un problema o cometen un error involuntario. Saber reforzar positivamente los logros de cada uno de los miembros del equipo. Transmitir y compartir una gran motivación por los resultados que se pueden obtener, como también ser capaz de generar una mística en torno al logro de un trabajo realizado con esfuerzos mancomunados. Saber formular críticas de manera asertiva y peticiones de cambio de conductas. Saber jerarquizar y señalar los pasos a seguir para no perderse en el camino. Estar consciente de que su función como líder es tanto cognitiva como afectiva, de modo de no ser sólo un buen profesional, sino también una persona cercana, asertiva y un buen maestro. Alguien en el que los demás no dudarán en confiar cuando existan dudas o dificultades que no hayan podido sortear por sí mismos, y sin temor a ser juzgados o descalificados en su honestidad. El trabajo en equipo se relaciona estrechamente con la asertividad, ya que es capaz de desprenderse del modelo de
  • 104. competitividad destructiva e inescrupulosa y, en lugar de eso, demostrar que se puede trabajar incorporando y validando cada aporte individual y, finalmente, sacando conclusiones mucho más creativas y ricas que las que hubieran podido salir de una sola cabeza: resolución de problemas, tiempos, experiencias personales, estrategias, etcétera. Adulto mayor y asertividad Hay que partir aclarando que en nuestra sociedad los llamados adultos mayores son personas que tienen sobre sesenta años de edad, lo que abarca un espectro muy amplio de gente, con diversos grados de lucidez y de comportamiento. Excluyendo a los empresarios o individuos excepcionales que ocupan un papel importante en nuestra sociedad, los adultos mayores suelen ser poco tomados en consideración y esa la causa de por qué la mayoría le teme a la vejez. A nadie le gusta ser rotulado como inservible o de menor aporte a la comunidad. El presente esquema es la otra cara de la moneda. El que ocurre, por ejemplo, en las culturas orientales, donde la experiencia aportada por la gente mayor es muy relevante, marcadora de pautas y considerada por los más jóvenes. Inclusive los rangos de mayor jerarquía en la escala social se reservan para los de más edad. ¿Qué pasa en el mundo occidental? Que no hemos aprendido a poner atención y respetar las visiones o ideas de los que han vivido más que nosotros y que, por lo tanto, nos podrían aportar desde su historia visiones, experiencias y contenidos que nunca vamos a poder tener, por el simple hecho de haber nacido en otra época. Uno de los temores que afecta a los adultos mayores es la palabra jubilación. Por una parte la han estado esperando por años, y por otra experimentan grandes dificultades y niveles de angustia crecientes a medida que se acerca ese momento. Ello ocurre primordialmente porque en nuestro tipo de sociedad las personas pasados los cincuenta años y a veces mucho antes, ya van siendo
  • 105. consideradas de menor valía; y encontrar algún nuevo trabajo es casi imposible. ¿No les parece que esto forma parte del verdadero subdesarrollo de una sociedad? Es importante observar qué destrezas van adquiriendo las personas a medida que avanzan los años. Suele haber mayor serenidad y ritmo adecuado. Son más preocupados de los detalles y de terminar las tareas emprendidas. Los adultos mayores son, en general, más adecuados en su forma de decir las cosas, como también más responsables en relación a sus quehaceres y compromisos. La angustia que genera el fin de la vida laboral es comprensible. Al llegar la jubilación pareciera que el concepto se extiende más allá del ámbito de la oficina y abarca a la vida en general. Nuestro medio suele jubilar también a la gente como “personas pensantes”, que aportan, que tienen los mismos derechos a plantear ideas o a enseñar a los demás a través de su experiencia. A los jubilados se les va excluyendo paulatinamente de las materias y actividades que realiza la población más joven. Es así como surge una serie de instancias que convierten a los mayores en una especie de “personita” a la que hay que tratar bien y dar la oportunidad de viajar o de hacer reuniones o cursos semanales con sus congéneres, pero sin importarnos mucho lo que opinen y puedan aportar a la vida de los demás. La invitación para quienes están aún bajo la línea de los 60 años es a aprender, como niños, jóvenes y adultos, a respetar a las personas mayores. Esto no significa tenerles lástima, sino que saber valorar sus características y aportes, a través de sus actos y maneras de ser. Es nuestro deber ayudar a los adultos mayores cuando sea necesario para ellos. Por ejemplo, cuando su cuerpo necesita un apoyo; pero si su cabeza está en impecables condiciones, qué interesante puede resultar una conversación con ellos. Si no les participamos de nuestras contingencias, se irán quedando desconectados de nosotros y no será por su responsabilidad, sino por la nuestra. En todas las etapas de la vida solemos pensar que las personas mayores “no nos van a entender”. La verdad es que estamos tan equivocados como cuando los adolescentes piensan lo mismo de sus padres. La experiencia muestra cómo
  • 106. muchos abuelos se quejan de los comentarios que les hacen sus nietos cuando ellos participan de una conversación en una instancia familiar. La típica intervención de los jóvenes es del tipo “Abuelita, si usted no entiende estas cosas, para qué opina”. ¿Cómo se sentirá cualquier persona al ser tratada de esa manera? ¿Le darán ganas de seguir expresando sus ideas o pensamientos? Lo más probable es que no, como también es probable que finalmente opte por compartir sus pensamientos y sentimientos sólo con personas de su misma edad, quienes, seguramente los van a comprender y no los van a enjuiciar o tratar como bichos raros. Pero no depende sólo de la actitud de los más jóvenes. Los adultos mayores también tienen su cuota de responsabilidad en cómo son tratados y pueden poner bastante de su parte para que la interrelación con las personas menores resulte más grata y enriquecedora. Un caso concreto es su respuesta ante los particulares modos de vestirse y de actuar de los adolescentes. A menudo se suscita su reproche o descalificación frente a las preferencias juveniles. Es común oír frases como “Niño, cómo te pones esos pantalones con hoyos.. ¡Que horror!”. En este punto, la idea es ser más flexible e, incluso, usar el sentido del humor en cuanto a los gustos de la juventud, en tanto que no nos pasen a llevar. El resultado será que los nietos y sus amigos se sentirán a gusto y en confianza para poder expresarle sus ideas y, mejor aún, para abrir sus corazones y contar sus vivencias sin sentirse enjuiciados o rotulados de forma negativa. A los adultos mayores les hace muy bien el contacto con personas más jóvenes. Pero el éxito de esas relaciones depende mucho de la actitud de ambas partes. Necesariamente debe haber respeto y aceptación de las respectivas maneras de ser, de comportarse y de pensar. Los adultos, y no sólo los adultos mayores, suelen desconsiderar los valiosos contenidos que dan los jóvenes, debido al envase en que los presentan. Sin embargo, si toman su forma de ser como algo propio de su edad y de las motivaciones de diferenciación, pueden quedarse con lo que verdaderamente importa en relación a las personas: sus pensamientos, sentimientos, intenciones y valores. Así disfrutarán realmente de los novedosos puntos de vista que sólo ellos pueden entregar. Otra tarea importante para los adultos mayores es aprender a no dejarse llevar por el mal humor o el alegato permanente. Es necesario que se adapten y
  • 107. cambien su costumbre de quejarse casi por todo, aludiendo a que “los tiempos pasados eran mejores”. Veamos algunas conductas asertivas que adultos mayores pueden incorporar a su pauta de comportamiento, para tener mejores relaciones con los demás y con ellos mismos: Explicitar lo que piensan, sienten u opinan, pero sin pasar a llevar a los otros. Es importante no jactarse de ser superior sólo por tener más edad. Pedir asistencia de buenas maneras cuando necesita algo, y hacerlo con un mensaje muy directo. Por ejemplo: “¿Me puedes ayudar a bajar la escala?”. Poner en práctica el sentido del humor al momento de comparar costumbres antiguas con las modernas. Tomar con sabiduría y tranquilidad los cambios de vestuario y manera de hablar, en comparación con los usos y costumbres de su época. Omitir la frase “Antes, las personas y el mundo eran mejores”. No usar lenguaje de víctima cuando quieren pedir alguna cosa o cuando les gustaría que algo fuera diferente. Estar abierto a aprender términos de los jóvenes, con el fin de poder entenderlos mejor cuando hablan. No descalificar a priori a las personas por ser más jóvenes. Disfrutar del intercambio que se puede vivir entre personas de diferentes edades. Permitirse dar consejos sin tratar de imponerlos. No pensar que el mundo debe girar en torno a ellos (aunque esta recomendación es válida para todas las edades). Aprender a disfrutar del día a día, no adelantándose a posibles hechos catastróficos. Reformular cognitivamente (cambiar tipos de pensamientos) sobre la etapa de adulto mayor y verla ahora como un gran período de la vida que les permite hacer lo que antes no pudieron, por falta de tiempo o de oportunidades.
  • 108. Los afectos y la empatía Si bien es cierto se puede pasar gran parte de la vida sin demostrar lo que se siente, es muy difícil no sentir realmente. En nuestro modelo de sociedad, raramente se verbalizan los afectos. Los hombres se inhiben de hacerlo por miedo a parecer débiles, y muchas mujeres tampoco se lo permiten para que no las consideren “tontas”. La relación entre asertividad y explicitación de los afectos es estrecha. A mayor asertividad, es más grato y descomplicado decir te quiero, o permitirnos expresar nuestras rabias y tristezas. Surgen, entre las personas tímidas, vergüenzas e inhibiciones al momento de decir abierta y llanamente lo que sienten. A menudo les resulta más fácil expresar palabras racionales o vagas que hablar con el corazón. Por ejemplo: en la consulta muchas veces he escuchado a algunos jóvenes decir que no hicieron algo por “lata”. Pero cuando les digo, en broma, “¡Ah!, una lata de conserva”, me responden “Nooo, pues. Tú sabes...”. Finalmente, y después de sacarlo con tirabuzón, la “lata” significaba pena, vergüenza o incluso depresión. Es necesario, y sano, perder la vergüenza y demostrar los afectos selectivamente: a quienes realmente se les quieren expresar. A poco andar, la persona se va sintiendo más aliviada y más conforme con el grado de congruencia entre lo que demuestra y lo que siente. Una consecuencia muy importante de ello es que, a través de reconocer y de permitirse expresar los propios sentimientos, es posible hacer una conexión directa con los afectos de los demás. Esto es lo que se llama capacidad de empatizar con el otro, lo que nos permite comprenderlo sin juzgarlo. Empatía es la capacidad de ponerse afectivamente en el lugar del otro. Muchas veces escuchamos atentamente los temas, preocupaciones, proyectos, frustraciones, confidencias y sentimientos de personas que han depositado su confianza en nosotros. Sin embargo, es probable que este escuchar serio y respetuoso de nuestra parte esté centrado en una retención y análisis de tipo lógico, racional y ajustado coherentemente a los contenidos que
  • 109. se nos confiaron íntimamente. Con este modo de escuchar, posiblemente es que respondamos, ante lo que aflige a nuestros interlocutores, con consejos o –con una muy buena intención– con juicios. También es probable que le recomendemos cómo salir de sus equivocaciones o problemas y les indiquemos la forma de aprender a manejar su vida, sus estados de ánimo, sus relaciones de pareja. Este tipo de recomendaciones puede servir de algo a la persona afectada, pero difícilmente llegue a sentirse contenida afectivamente o comprendida. Hasta puede sentirse insegura, incomprendida y experimentar angustia y tristeza. La empatía es, operacionalmente hablando, ponerse afectivamente en el lugar del otro y, por lo tanto, realizar un acercamiento en relación a su mundo afectivo, sentimientos y emociones, compenetrado en los problemas de las personas y en sus circunstancias, como si uno fuera esa otra persona. Por cierto que esto no puede llevarse a la práctica ciento por ciento, ya que nadie es exactamente igual a otro. Pero el solo acto de salirse de uno mismo y tratar de ver el mundo desde la realidad de quien está aproblemado, produce un gran acercamiento que permite verdaderamente, y no sólo a través de un discurso teórico-racional, acompañar y no enjuiciar a quien vive una situación difícil. La empatía también permite que las personas puedan desahogarse, ser acogidas, y escuchadas, únicamente con la finalidad de contar sus sentimientos y no con el propósito de ser aconsejadas o guiadas. Tal vez lo que necesiten como respuesta es un simple y valioso acto de saber en quién confiar sus pesares, sin dar más explicaciones al respecto. Lo más importante para ellos es tener la certeza de que quien les escucha no les va a criticar destructivamente ni les va a enjuiciar lapidariamente, aun cuando no esté de acuerdo con su proceder. ¡Eso es empatía! Este ejercicio de ser empático no es fácil de poner en práctica en nuestros días de convulsión e hiperindividualismo, o cuando se vive centrado en análisis intelectuales, básicamente lógico-aristotélicos. En este marco cuesta conectarse realmente con las personas y producir efectos en donde quienes tienen problemas puedan sentirse comprendidos, bajen sus defensas y se permitan ver sus vidas desde otros puntos de vista. Por sí solo este sería un acto sanador
  • 110. y catártico, lejano a la posible sanción que refleja el conocido espejo social, tan común en nuestro tipo de sociedad. Por otra parte, hay que tomar conciencia de cuán bien nos hace salirnos de nosotros mismos (dejar de mirarnos constantemente el ombligo) para regalar un acto de amor y de acercamiento a los demás. Algunas frases empáticas (sólo para reconocerlas y ampliar nuestro repertorio, si lo necesitamos): Me pongo en tu lugar. Qué difícil debe haber sido para ti. Te noto muy triste. ¿Necesitas hablar? A veces no tenemos otras conductas que nos ayuden a funcionar o a hacer las cosas de mejor manera. Hiciste lo mejor que pudiste. Sería bueno que te perdonaras. Lo importante es decírselo a la persona afectada de manera honesta, y ajustada lo más posible a su realidad. Frases no empáticas: Tú estás equivocado. De nuevo lo hiciste mal. Yo te voy a decir cómo tienes que hacerlo. Siempre te pasa lo mismo. Es que tú te desordenas en el camino.
  • 111.
  • 112.
  • 113. Estas afirmaciones no ayudan a la persona afligida a tranquilizarse y sentirse con el ánimo apropiado para enfrentar sus problemas y buscar soluciones por sí misma. Por otro lado, a veces quien se desahoga sólo quiere hacer eso y no transformar ese acto en una eterna sesión de consejos. ¿Cómo puede ayudarse a sí misma la persona empática? Quienes trabajan su empatía realizan un esfuerzo por descentrarse o salirse de su mundo interno, con el fin de escuchar y observar contenidos desde otros puntos de vista o tratando de ver desde distintos esquemas cognitivos que, por cierto, ayudan mucho en pos de una mayor y más amplia comprensión de las complejidades que cada ser humano presenta como ser único e irrepetible. La empatía es un acto de amor e interés genuino por tratar de comprender a los demás. También es importante saber que la empatía comienza por casa, ya que a veces nos convertimos en los peores jueces de nosotros mismos. Recomiendo leer detenidamente lo anterior, es decir, cómo ser empático con los demás, para luego aplicarlo a uno. Como un mero recordatorio de nuestras conductas, antes de enjuiciarnos es importante tener presente lo que el filósofo español José Ortega y Gasset decía: “Yo soy yo y mis circunstancias”. Llorar limpia los ojos y el alma Cuando nos permitimos llorar, afloran lágrimas, por cierto. Pero además fluyen emociones y sentimientos que permiten desahogar los contenidos afectivos relevantes y profundos de nuestra vida emocional. Las personas se pueden pasar gran parte de su existencia sin expresar su pena ni sus pesares, pero lo que no pueden hacer es borrarlas de su interioridad. El costo de no expresar con un buen llanto o manifestación de tristeza algún contenido guardado por mucho tiempo, puede significar, en el futuro, la presencia de enfermedades o trastornos sicosomáticos. Es decir, las penas que no se muestran no desaparecen mágicamente. Sólo se olvidan en apariencia. En nuestro estilo de sociedad, son pocas las personas que ven en el acto de llorar una conducta natural y sana de la que no deben avergonzarse. Por el contrario, la mayoría lo aprecia como un signo de debilidad o de histrionismo
  • 114. innecesario, atribuido muchas veces a “mujeres hipersensibles” o “manipuladoras”. Además, se abusa del rótulo “llorón” o “llorona”. Lo cierto es que llorar resulta tan sanador, que no son pocas las oportunidades en que los terapeutas sugieren a sus pacientes, la mayoría hombres aunque también algunas mujeres, que traten de liberar un llanto reprimido por mucho tiempo. Ello, aunque sea como resultado de ver una película altamente emotiva. Incluso en algunos casos, y con un fin terapéutico, se le pide al paciente que genere fisiológicamente el llanto, por ejemplo, pelando una cebolla. Su propósito curativo es forzar a que presente, conductualmente, la expresión del llanto con la finalidad de desencadenar, una vez liberado éste, una serie de contenidos afectivos que se encontraban trabados o inhibidos y que causaban al afectado un gran pesar o una sensación de sobrecarga afectiva no placentera. “Los hombres no deben llorar”. La frase anterior es un mandato cognitivo (es decir, un patrón o esquema de pensamiento mecánico) que por generaciones han internalizado hombres y mujeres. Su significado hace muy difícil, especialmente para los hombres, permitirse descubrir y expresar los sentimientos de tristeza, pena, dolor, nostalgia, inhibición, desmedro afectivo, timidez y otros, de una manera natural, descomplicada y “viril”. Todo este mecanismo ha contribuido a que muchos hombres, sobre todo los de pasadas generaciones, se hayan forjado una imagen de sí mismos distorsionada y rígida, desde la cual sólo les es permitido expresar algunos sentimientos y otros no. Por ejemplo, al consultar a una importante cantidad de hombres sobre la verbalización de sus sentimientos, es posible concluir que para ellos socialmente es mucho más aceptable decir “estoy choreado” o “estoy apestado”, antes que “tengo pena” o “me siento solo”. ¿Cuándo llorar es sano y necesario? Cuando tenemos una gran pena y no podemos evitar el llorar. Cuando a través de este mecanismo nos desahogamos y sentimos que estamos liberando contenidos afectivos negativos. Cuando algo nos conmueve tan profundamente que nos inunda una sensación de gran tristeza. Cuando sentimos un gran dolor físico que nos supera.
  • 115. Y, en general, toda vez que genuinamente se siente la emoción o necesidad de descargar los afectos, positivos o negativos, a través del llanto. ¿Cuándo llorar se convierte en un mecanismo manipulador? Cuando lloramos para conseguir algo a cambio. Cuando queremos que los demás sientan pena de nosotros. Cuando necesitamos ser escuchados o atendidos. Cuando no nos atrevemos a expresar de manera verbal y asertiva nuestros contenidos y lo hacemos, indirectamente, a través del llanto. Respecto del tema de las mujeres y el llanto, es importante permitirse llorar, como también es fundamental considerar el contexto en que se hace. Por ejemplo, no tiene nada de malo que a una profesional se le “caigan las lágrimas” delante de su jefe. Ella debe permitírselo, pero de una manera respetuosa y tranquila, sin explicitar estruendosamente que está llorando, ya que eso es obviamente perceptible. No es necesario dar explicaciones, ya que no se está haciendo nada malo. La actitud asertiva es secar tranquila y dignamente las lágrimas, sin dejar que su argumentación verbal cambie de rumbo o pierda fuerza. Si le preguntan qué le ocurre, puede responder lenta y serenamente: “Me emocioné, pero puedo seguir hablando del tema”. Con este modelo claramente asertivo y válido para hombres y mujeres, se reconoce que es legítimo emocionarse, que no es terrible, y que se puede retomar la conversación porque esta representación afectiva no está nublando ni distorsionando nuestra manera de pensar: sólo son caminos paralelos que están expresándose conjuntamente. Los caminos racional y emocional son carriles diferentes, válidos cada uno y ricos en sus diversos contenidos. No se estorban ni deben desmerecerse el uno al otro. Más bien deben acompañarse respetuosamente a lo largo de la vida para ayudar a las personas a volverse seres integrales, compenetrados tanto con la razón como con los sentimientos. No olvidemos: llorar lava los ojos y el alma.
  • 116. Asertividad y toma de decisiones La mayoría de las personas tomamos decisiones de manera automática todos los días. Por ejemplo, al decidir qué ropa nos vamos a poner, qué compras vamos a realizar en el supermercado o a cuáles amigos vamos a invitar a la casa. Nada de esto produce malestar. Por el contrario, es parte del diario vivir. Sin embargo, cuando alguien se pone a pensar que “debe tomar una decisión”, se le empieza a complicar la vida y puede llegar a experimentar crecientes niveles de angustia. Por cierto que este estrés está relacionado con la jerarquía del contenido a ser decidido: no es lo mismo decidir qué plato comer a si debemos terminar una relación de pareja. Habitualmente, detrás de una toma de decisión se esconde un temor –que puede ir desde leve a creciente– de equivocarse en la resolución final. Y esta posibilidad de equivocarse es la que muchas veces paraliza a las personas frente a la manera de enfocar los temas. Ello provoca que se vaya aplazando o evadiendo una resolución, lo cual produce más angustia, ya que el estado irresoluto comienza a dar vueltas de manera repetitiva en la cabeza y uno puede volverse bastante obsesivo y caer en círculos viciosos del tipo “Me angustia pensar en tomar una decisión, por lo tanto, la eludo”. Lo único que se logra es que a corto plazo vuelva a emerger el contenido de manera más potente e invasiva en nuestras cogniciones (pensamientos), lo cual muchas veces redunda en variados síntomas de malestar, tanto físicos como sicológicos. El epílogo de situaciones como las descritas puede ser que la vida del afectado se inunde de este tema, dejándole desgastado y sin energías para abocarse a otras circunstancias, como la vida familiar o laboral. A grandes rasgos, una toma de decisión requiere seguir los siguientes pasos: Comprensión y definición del contenido a ser decidido, y tenerlo muy claro para no confundirse o agrandarlo en la mente. Análisis de sus posibles consecuencias, en el caso de optar por una u otra resolución. Síntesis de lo analizado, tanto en sus distintas facetas como en sus posibles consecuencias. Ejemplo: ¿Qué es lo peor que me podría pasar si me equivoco?
  • 117. Toma de decisión final y consecuente compromiso personal con ella. Un ejemplo concreto es cuando nos preguntamos qué carrera profesional estudiar y seleccionamos tres. De ellas, dos están relacionadas con mi estilo personal. Finalmente me decido por la que me otorgará mayor capacidad de movilidad en diferentes cargos. Cuando se trata de un tema importante para nuestra vida, es deseable darse un tiempo, si realmente se nos está permitido, como también poder consultar esta posible decisión con “jueces externos” o personas confiables, que seguramente van a tener la cabeza más fría para aconsejarnos o darnos su opinión al respecto. Lo asertivo es que después de escuchar a otros por los que sentimos confianza y respeto, se tome la determinación por uno mismo y cada cual se convierta en su propio juez de su comportamiento y se haga responsable de las posibles consecuencias. Esto forma parte de los derechos asertivos, de los cuales hay una buena muestra en el libro de Manuel J. Smith titulado Cuando digo no, me siento culpable. Hay que tener claro que la toma de decisiones no se delega. Cuando alcanzamos una decisión por nosotros mismos, estamos siendo protagonistas de nuestras vidas. Cuando le pedimos a otro que decida sobre temas de nuestro ámbito personal, esa persona puede equivocarse y hay que tener presente que es mejor cometer un error bajo nuestra responsabilidad que por haber transferido el derecho de decidir a otro. Además, casi siempre es posible realizar una reparación de conducta frente a los errores personales o ante quienes hemos dañado con nuestras decisiones. Esto puede realizarse de varias maneras: pidiendo disculpas, desandando el camino recorrido, cambiando de parecer y, muchas veces, perdonándonos a nosotros mismos, tal cual lo haríamos con una amiga o amigo que hubiera tomado una mala decisión. A nadie le gusta equivocarse. Pero si lo vemos de una manera constructiva, el poder decidir es un acto de gran libertad para los seres humanos, como también de compromiso frente a lo decidido. De esta manera estamos tomando las riendas de nuestra vida.
  • 118. El mejor camino para ir adquiriendo seguridad en la tarea de tener que decidir es ir, sistemáticamente, tomando conciencia de que somos nosotros a los que nos corresponde definir lo que nos gusta o no nos gusta, lo que nos conviene, lo que nos daña, la senda por la que queremos optar. Aprender a decidir conlleva respeto por nuestra manera de pensar y de valorar nuestra vida. La única condición es que el acto de decidir contemple el no pasar a llevar a los demás. Los invito a decidir sin soberbia, pero con confianza en nosotros mismos y en nuestros valores. Asertividad y consideración de contexto Qué importante es la consideración de contexto en las personas que trabajan su asertividad. Ello se relaciona con la correcta adecuación a las diferentes situaciones, ambientes y personas con las que se encuentren. Es decir, el dato del momento, de tipo de mujer u hombre con el que se está conversando, la edad de la otra persona, la hora del día, el grado de formalidad de la relación y el dato histórico, es decir, qué tipo de relación se ha tenido con esa persona a través del tiempo. Estas consideraciones hacen que los contenidos explicitados adquieran el carácter de ubicados o de desubicados. Desafortunadamente, suele suceder que por no decir algo en el momento conveniente, se pierde un mensaje que podría ser muy provechoso de tratar y conversar. Ejemplos comunes de mensajes que pueden perderse por falta de consideración de contexto, son: Cuando un joven tutea a una persona mayor y formal (que no es un pariente). Cuando alguien insiste en conversar con su pareja un tema displacentero y no de especial relevancia, en un momento en que la otra persona se encuentra cansada, con rabia o con algún malestar. Cuando un hombre le dice un piropo a una mujer con palabras burdas.
  • 119. Cuando el vendedor de una tienda es insoportablemente insistente en que probemos un producto. Cuando los padres discuten en presencia de los hijos. Las situaciones descritas son sólo algunos de los miles de ejemplos de como, por el simple hecho de no considerar un factor ambiental o motivacional, podemos malograr o perder la emisión de un mensaje que podría haber sido válido. Lo anterior lleva a deducir que la conducta asertiva no tiene que ver con hablar “en borrador”, improvisada o impulsivamente. Por el contrario: cuando se trata de abordar temas que para uno son importantes o significativos, es relevante situarse mentalmente, o por medio de un pauteo, en aquellos aspectos relacionados con el criterio con que se deben enfocar ciertos temas. Y, de manera trascendental, analizar el tipo de lenguaje que se va a utilizar con diversos tipos de personas. Esto no tiene que ver con transformarnos en hipócritas y acomodar nuestros contenidos dependiendo del receptor, sino que con la modulación que realizará (a nivel mental, lingüístico y de comportamiento), con el fin de no perder de vista el objetivo final de una comunicación asertiva: que el mensaje llegue de la manera más nítida y con las menores interferencias posibles al interlocutor, y por el canal más cercano a éste. Por ejemplo: si tenemos una amiga muy tímida y estamos en una reunión social, aunque encontremos que se ve muy buenamoza, no le gritemos desde un extremo al otro de la sala: “¡Qué estupenda te ves con ese vestido!”. De decirlo así, y al no considerar su manera de ser, le haremos pasar un bochorno o mal rato, en lugar de entregarle un refuerzo positivo, como de seguro era nuestra intención. Otro ejemplo es la conocida falta de tino que tienen muchas personas al pedir a un amigo que ha tenido recientemente un nombramiento importante en su trabajo, que haga el favor de conseguirle un puesto ahí, en esa empresa. Con esta inadecuación, lo más probable es que se ponga al amigo en un aprieto: su nuevo cargo y la solicitud de alguien conocido.
  • 120. Un último ejemplo: cuando en una reunión social se le pregunta insistentemente a un invitado por datos o consejos que tienen que ver con su profesión. Es normal que médicos o abogados se atraganten con la comida, tratando de dejar a todo el mundo contento con sus respuestas, pero ellos mismos sin la posibilidad de pasarlo bien hablando de manera distendida. Duelo, asertividad y resiliencia Por lo general, el duelo o pesar por la muerte de un ser querido, por la pérdida de una amistad o de algo que era fuertemente significativo para nosotros, nos lo guardamos. Habitualmente lo volvemos algo oculto y de sufrimiento interno, que puede arrastrarse por mucho tiempo, incluso durante años. Cuando perdemos a un ser querido, lo propio de los seres humanos es que en un primer momento no lo aceptemos y sintamos que el corazón literalmente se nos rompe. A esto se suman episodios de profunda tristeza y abandono de sí mismo, en pos de la remembranza o el anhelo de volver a estar con ese ser que partió. Al no cumplirse este anhelo, muchas veces se instaura un estado de desesperanza del que se torna difícil salir por sí mismo. En muchas ocasiones tendemos a negar ese dolor, o lo dejamos anestesiado, mecanismo que nos ayuda a sobrevivir en ese momento tan infortunado. Otras veces se nos produce una gran rebeldía que inclusive puede abarcar una pérdida de fe, para los que la han tenido, o de desconfianza en su religión. Aquí surgen muchas preguntas del tipo: ¿Por qué me ocurrió a mí? ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Por qué se murió, si era todavía tan joven? Después de una pérdida o dolor de tal magnitud, tenemos al menos la posibilidad de tomar dos caminos: el negativo, que es enterrarnos en nuestro sufrimiento y no querer despegarnos de ese estado –lo que obviamente nos destruye a nosotros y a nuestros seres queridos cercanos– o podemos hacer una acto de resiliencia. La asertividad está directamente relacionada con la capacidad que tenemos los seres humanos de caernos, golpearnos, sufrir reveses en la vida y lograr levantarnos, para luego transformar esos momentos o situaciones dolorosas en
  • 121. experiencias constructivas. La resiliencia es justamente la capacidad que tienen las personas de levantarse, a pesar de haber vivido situaciones muy desgarradoras, acontecimientos desestabilizadores, de encontrarse en condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves, y poder revertir esas experiencias, transformándolas en revitalizadoras de una nueva etapa en la vida. La resiliencia puede cambiar positivamente nuestras vidas y darle un nuevo sentido, más profundo y más humano, y muchas veces nos sirve para ayudar a otras personas que también han pasado por experiencias similares, pero que se han quedado sumidas en sus dolores sin poder despegar. Pensemos en todas esas madres y padres que han perdido a un hijo y que, a pesar del gran dolor vivido, han sido capaces de ponerse de pie y volcarse hacia caminos más evolutivos, tales como ayudar a personas que también han perdido hijos o aprender a disfrutar el día a día o brindarle más horas a su familia por sobre su trabajo, y así aprovechar de mejor manera esta vida. Cómo no pensar en esa joven chilena que sufrió un accidente en el año 2002, quedando mutilada de sus cuatro extremidades y que, a pesar de lo experimentado, se ha trasformado en modelo para muchos jóvenes y no tan jóvenes, por su valor y fuerza interior. La resiliencia se relaciona estrechamente con la asertividad, al permitirle a las personas que tuvieron una vivencia de gran dolor que aprendan a ser mucho más respetuosas para con ellas mismas y para con los demás, y logren transformar dichas experiencias en oportunidades para crecer. Por ejemplo, lo más posible es que una madre que pierde un hijo opte por no flaquear frente a sus otros hijos, ya que ellos no tienen la culpa de lo ocurrido y se merecen toda la atención; o en el caso de una quiebra económica, muy probablemente la persona resiliente encontrará las fuerzas para reinventarse y desde esa nueva vida aprenderá a respetar aun más a los que quizá en un período anterior fueron sus subordinados. También es muy importante poder aquilatar que después de una experiencia desgarradora, aprendemos a valorar mucho más lo que tenemos y a ser menos críticos por cosas que no tienen importancia.
  • 122. Finalmente, después de levantarnos cual ave fénix, podemos confiar internamente en que la vida nos puede brindar golpes, pero que depende mucho de nuestra actitud interna el dejarnos derrumbar o combatirla constructiva y valientemente, sacando la mayoría de las veces una fuerza interior que para nosotros mismos era desconocida. A veces una pérdida es el mejor pasaporte para convertirnos en personas más sensibles, humanas y empáticas con los que sufren. Mujeres y hombres asertivos Tanto hombres como mujeres pueden llegar a tener una manera de ser asertiva, cada uno en su estilo y género. La mujer, cada vez más incorporada al mundo de lo público y de lo laboral, muchas veces es atrapada en una espiral de conducta péndulo: considera que tener poder le da licencia en torno a la comunicación, en general, y a la no verbal, en particular. Por ejemplo, es el caso clásico de las mujeres que han llegado a un puesto importante y se tornan bruscas y altaneras. Gran error. Mientras más asumida está la seguridad personal en una mujer, más se permitirá tener un estilo que le acomode, sin perder delicadeza o femineidad. Este estilo puede ser cálido, abierto y descomplicado, sin que se permita, por cierto, ser pasada a llevar en sus derechos personales ni en su jerarquía laboral. La seguridad no tiene que ver con las conductas dictatoriales ni prepotentes. Ellas sólo crean anticuerpos, más aún –debido a razones culturales– si provienen de una mujer en un alto cargo jerárquico. Un hombre asertivo será la antítesis, por así decirlo, del estereotipo del cavernícola, ése que sólo está centrado en dirigir y controlar todo y a todos, incluidos los miembros de su familia y las personas con las que le toca interactuar laboralmente. Este tipo de comportamiento muchas veces resulta eficiente, ya que los demás, por miedo o intimidación, obedecen a sus mandatos. Sin embargo, el costo que pagan los hombres que actúan de esa manera es el aislamiento social y, a la larga, la soledad. Qué paradojal resulta cuando a veces ellos, en una consulta clínica, se dan permiso para abrir sus corazones y expresar sus temores y tristezas como
  • 123. también confesar sus fracasos. El hombre asertivo, en cambio, se comporta como individuo evolucionado y funciona naturalmente de manera simétrica en su relación con las mujeres y los pares de su sexo. Si tiene que ejercer jerarquía, lo hace con una gran cuota de empatía y soltura. Se permite expresar sus emociones y sentimientos y es capaz de sensibilizarse, y explicitarlo, frente a un hecho doloroso o a alguien que atraviesa por un momento difícil. Los líderes actuales son, precisamente, personas cercanas, cálidas y dispuestas a dar retroalimentación clara y a reforzar a quien se lo merezca. Los hombres y mujeres asertivos ganan en calidad de vida, se llevan mejor con los demás y ponen en práctica el aprendizaje vicario hacia sus hijos de manera directa. Pero, por sobre todo, son personas respetuosas, seguras y libres con ellas mismas y no se sienten menoscabadas al estar con alguien que tiene muchos atributos. Mundo interior Cuando trabajamos la asertividad, nos damos el permiso de detener la vorágine del mundo por unos momentos y centrarnos en ese vasto universo interior que puede colorear nuestra vida y ofrecernos una cantidad insospechada de contenidos de vital importancia para ir completando o relacionando nuestras conductas, estados de ánimo y pensamientos que hemos dejado a medio digerir. En este tipo de sociedad en la que estamos insertos, es bastante difícil darse un tiempo para uno mismo debido, por una parte, a la multiplicidad de roles que nos toca cumplir y, por otra, a que han surgido una serie de elíxires mágicos (televisión, juegos de videos, internet, chateos) que facilitan salirse de uno mismo y conectarse con un mundo mucho más fácil de sobrellevar, pero que hace pensar muy poco. Paradójicamente, en nuestros días se le da mucha importancia a la comunicación, pero a aquella relacionada con los otros y no con nosotros
  • 124. mismos. Es enriquecedor observarnos en nuestro desarrollo personal y comprobar cuántos cambios hemos experimentado en relación a estilos de vida, creencias, gustos y comportamientos, y ver que estos cambios se han debido, básicamente, a una opción surgida después de escucharnos internamente y no por un mandato de la sociedad. Cuando nos escuchamos internamente, muchas veces nos encontramos con que queremos retomar caminos que estaban esperando ser actualizados, o energizados, para poder emprender su proceso de evolución. Pero, ¿cómo se viaja hacia el mundo interior? Algunas ideas de cómo poder hacerlo: Escuchar nuestras claves corporales y ver el significado más profundo que tienen aquellas somatizaciones o tensiones que se alojan en nuestro cuerpo y que obedecen a contenidos ocultos, quizás desde hace mucho tiempo. Cuando algo nos conmueve o llama la atención (como ciertas películas o noticias), podemos relacionarlo con nuestros propios contenidos análogos y ver si ellos han sido elaborados y consiguientemente integrados en nuestra interioridad. Imaginar es gratis. Podemos curar las heridas a través de imaginarnos haciéndolo. Por ejemplo, un paciente que de adulto todavía era muy tímido, realizó un ejercicio de imaginería y recordación de su infancia: abrazó y acogió cálida y permanentemente a ese niño tímido (él mismo) con quien se encontró. El efecto final fue la aceptación de su persona y el consiguiente enriquecimiento y comprensión de sus carencias tempranas. Démonos el permiso para dejarnos llevar por los pensamientos y conversaciones internas, las que más adelante podemos compartir con el entorno y así permitir que los demás también se familiaricen con nuestro mundo interior. Todos tenemos un mundo personal vasto y único. Compartir las experiencias de otros puede ayudar a incrementar el propio repertorio de conductas, como también a generar nuevos modelos en nuestro estilo de pensar. Sin dinero ni viajes de por medio, podemos recrear mundos internos maravillosos. Sin libertad externa también, como es el caso de la vida de Viktor E. Frankl, el
  • 125. siquiatra austriaco que sobrevivió lúcida y constructivamente a los campos de concentración nazi. Finalmente, podemos hacer realidad los sueños en una esfera más trascendente y permanente que, además, no depende del marketing ni de los otros, sino de nuestro propio corazón, sentimientos, valores, creatividad y esfuerzo. Harry Potter probablemente no habría sido creado si su autora no se hubiese sentado a escucharse internamente narrar una “simple historia”. Sentido del humor y asertividad ¿Qué sería de los seres humanos si no incorporaran el sentido del humor en sus vidas? El sentido del humor, a diferencia de lo cómico o lo irónico, es aprender a tomar con simpatía y sin complicación muchas de nuestras características personales. Pueden ser errores, chascarros o simplemente maneras diferentes y lúdicas de ver la vida y a uno mismo, sin densidades o sentimientos de inferioridad. Cuando uno realiza una actividad y cae en la Ley de Murphy (un resultado contrario a lo que se esperaba), es muy sanador tomar la situación con gracia y reírse de uno mismo. Sabemos que no somos perfectos y que muchas veces las cosas no nos salen bien, que nos equivocamos. ¿Por qué ponerse a pensar en lo terrible de esa situación y en “¿qué van a pensar los demás?”. En rigor, los demás siempre van a pensar lo que se les venga en gana. Pero eso no debe ser parte de nuestros pensamientos ni menos convertirse en una preocupación. La risa es sanadora y contribuye a generar endorfinas, que son las hormonas que produce el propio organismo, responsables de causar alegría y placer. Como la asertividad está ligada estrechamente a una mejor calidad de vida, es importante darse espacios de libertad para aprender a sonreír y reír con experiencias sanas que rompen los esquemas o producen hilaridad por su creatividad o desproporción.
  • 126. A veces, tropezarse en la calle (si el golpe no ha sido muy doloroso) es un suceso que puede transformarse en algo gracioso, lo que ayuda a crear un clima relajado y con un tinte de no querer tomarse la vida tan en serio. Esas caídas no deben generar una sensación de ridículo, pues se trata de una impresión subjetiva y sólo aparece cuando uno se siente internamente menoscabado. Pero un tropezón en la vida, cualquiera lo puede dar… Si alguien disfruta de sus chascarros, lo más probable es que tenga confianza en sí mismo como persona. Y, por último, a nadie se le “cae la corona” por cometer un error o por dar un traspié. Si nos ponemos alertas ante las cosas graciosas de la vida, descubriremos que hay muchísimas de ellas, y que es mucho más sano tener la mente ocupada con situaciones gratas, en lugar de pasarse el día pensando negativamente. Asertividad y deporte Chile puede ser un país con muchos más logros a nivel deportivo. Respecto de ello, se pueden formular algunas hipótesis de trabajo y así lograr, como sociedad, objetivos tan importantes como los deportivos. “Mente sana en cuerpo sano”. Esta máxima clásica tiene un profundo y verdadero sentido, sobre todo si pensamos en lo gratificante que resulta realizar una actividad física de manera sistemática. Ella nos entrega, además de un entrenamiento a nivel corporal y de salud física, un grado de bienestar sicológico importante, a través de las mencionadas endorfinas (hormonas que genera nuestro propio organismo a través de algunas actividades, como por ejemplo la actividad física), las que nos hacen sentir más gratos y alegres en la vida. Pero, ¿qué ocurre cuando esta actividad física se transforma en una suerte de profesión o se torna más seria? ¿Qué pasa por la cabeza de los deportistas llegado el momento de competir y lograr los objetivos propuestos, es decir, ganar y hacerlo bien? Es en esta etapa donde comienzan a entrometerse esas famosas ideas irracionales que van mermando la seguridad personal y contaminando los pensamientos de los deportistas.
  • 127. Algunos ejemplos de ideas irracionales son las siguientes: ¿Qué va a pasar si pierdo? ¿Y si en medio del partido cometo un error grande? ¿Qué sucedería si el público se desilusiona de mí? Cuando cualquier persona comienza a llenarse la cabeza de dudas e inseguridades, lo más probable es que se conviertan en profecías autocumplidas. Pero, además, se destina tanto tiempo a pensar en estas cosas, que se descuida el entrenamiento seguro y confiado, donde se está haciendo lo mejor es pos del objetivo final: ganar. En estos casos, la asertividad es una buena herramienta para que los deportistas: Aprendan a pensar en positivo (de manera realista). Se preparen, además de física, sicológicamente para ganar. Sepan no amilanarse con las posibles dificultades ocurridas antes de un partido: el tiempo atmosférico, jugar en un país extraño, competir contra un jugador o equipo muy bueno. No se preocupen de si somos, como raza, más altos o más bajos. Se acostumbren a imaginar y pensar en positivo: todo lo bueno que para ellos significará ganar, en vez de pensar en la gran responsabilidad (léase “mochilas”) que conlleva participar en ese encuentro. No se preocupen del espejo social y den lo mejor de ellos, olvidándose del resto. La seguridad personal no se improvisa y, cuando se adquiere, se puede llevar a los múltiples terrenos en los que nos toca funcionar. En el caso de los deportistas, muchas veces pierden porque no confían realmente en ellos o se dejan amedrentar por sus propios fantasmas. En nuestro país contamos con notables deportistas, pero no así con muchos triunfadores. En lo medular, esto no pasa por falta de preparación física, sino sicológica. Es tarea de nuestra sociedad ir dando herramientas a las personas para que logren cortar el circulo vicioso y dejen de decir que Chile es un país de perdedores. Cambiemos la premisa anterior por “Nuestros deportistas pueden hacer las cosas muy bien: sólo falta que confíen más en ellos mismos y si no ganan a la primera, que redoblen sus esfuerzos constructivamente y se programen para ganar en la próxima ocasión”.
  • 128. La mente le gana al cuerpo, y los excelentes deportistas son los que han vencido sus miedos e inhibiciones, como también su intimidación frente a sus contrincantes. ¿Quiere saber cuán asertivo es? Las personas no siempre captan las ideas con el sentido exacto que pretende el que se las entrega. Más aun en un tema como la asertividad, donde muchos suelen ver la parte que sicológicamente les conviene y terminan convencidos de que son totalmente asertivos cuando no lo son, o viceversa. Una buena forma de buscar la respuesta real a nuestro comportamiento es contestar ciertas preguntas con honestidad. Si le interesa tener una idea clara de cómo está enfrentando el mundo en relación a otras personas, responda las siguientes interrogantes, sin engañarse a sí mismo. Uno no siempre actúa de la misma manera en todas las áreas o escenarios de la vida. Por eso, entregamos cuatro ítemes de preguntas: uno para el área de los afectos, otro para la del pensamiento, el siguiente para analizar las conductas y, el último, para la comunicación verbal. No hay puntaje. Sólo hay que pensar que mientras más respuestas afirmativas se tengan, menos asertivamente se está comportando en esa área. Esperamos que este pequeño ejercicio ayude a modificar sus conductas sociales o a mejorarlas. Área afectiva 1. ¿Le cuesta expresar sentimientos positivos? Por ejemplo, decir “Te quiero”. 2. ¿Le complica expresar sentimientos negativos? Por ejemplo, decir “Me da pena”. 3. ¿Experimenta ansiedad al recibir un reforzamiento positivo? Por ejemplo, cuando le dicen que se ve bien o le reconocen un mérito. 4. ¿Le cuesta llorar, aunque sienta ganas de hacerlo? 5. ¿Considera inadecuado ser demasiado expresivo afectivamente? 6. ¿Siente que se quiere poco? 7. ¿Siente culpa o remordimiento cuando se premia o auto refuerza? 8. ¿Se desesperanza fácilmente si tiene que competir con otra persona?
  • 129. 9. ¿Experimenta generalmente la llamada vergüenza ajena? Por ejemplo, ¿cuando ve a una persona haciendo algo que para usted es ridículo? Área cognitiva 1. ¿Piensa que usted es menos entretenido o más tedioso que los demás? 2. ¿Se le olvidan o confunden las ideas cuando está nervioso? 3. ¿Se imagina a menudo a sí mismo pasando vergüenza o bochornos en público? 4. ¿Se considera más ignorante que los demás? 5. ¿Piensa que no sabe sacarse partido? Por ejemplo, ¿cree que personas menos preparadas tienen más suerte o se publicitan mejor? 6. ¿Piensa que a nivel laboral no se le reconocen sus logros? 7. ¿Le gustaría ser más reforzado positivamente? Por ejemplo, ¿le gustaría que le reconocieran lo que ha hecho bien? 8. ¿Le cuesta o incomoda internamente pedir refuerzo positivo? 9. ¿Piensa a menudo que está haciendo el ridículo? 10. ¿Se dice a menudo frases derrotistas como “Yo nunca voy a cambiar”? Área conductual 1. ¿Se pone colorado con facilidad? 2. ¿Transpira excesivamente cuando está nervioso? 3. ¿Le tirita la voz cuando experimenta ansiedad? 4. ¿Padece temblor en las manos por nerviosismo? 5. ¿Siente que maneja torpemente su cuerpo bajo tensión? 6. ¿Le tirita la comisura de los labios o el mentón por nerviosismo? 7. ¿Habla menos de lo acostumbrado cuando no conoce a las personas? 8. ¿Su cara se pone rígida bajo tensión? 9. ¿Se complica demasiado en relación a su cuerpo, a su forma de moverse o hablar, en situaciones con personas que no conoce? 10. ¿Se incomoda fisiológicamente al sentirse el centro de las miradas de otros? Área verbal 1. ¿Dice contenidos que considera inadecuados cuando se siente inhibido? Por ejemplo: ¿se pone desubicado o con menos tino social? 2. ¿Son sus frases más cortas cuando habla frente al público? 3. ¿Se le enredan las palabras o el sentido de lo que quiere decir cuando pronuncia una crítica? 4. ¿Le da vergüenza expresar sentimientos?
  • 130. 5. ¿Le cuesta reconocer explícitamente algo bueno en los demás? 6. ¿Habla frente al público con muchos condicionales o relativismos? Por ejemplo: “Yo consideraría”, en lugar de “Yo considero”. 7. ¿Le cuesta autocalificarse positivamente? Por ejemplo, decir “Yo hice esto muy bien”. 8. ¿Es difícil para usted poner un tema de conversación a alguien que no conoce bien? 9. ¿Le resulta estresante disertar o hacer una presentación en público o exponer en una reunión de trabajo? 10. ¿Pronuncia frases a veces desarticuladas o que no se entienden bien con respecto a qué objetivo apuntan, debido a su nivel de tensión o nerviosismo? Preguntas abiertas 1. ¿A qué persona pública considera asertiva? 2. A su juicio, ¿somos generalmente asertivos los chilenos? ¿Por qué? 3. ¿En qué nos puede ayudar la asertividad como personas? 4. ¿Las personas nacen con determinada personalidad o se la hacen? 5. Dé ejemplos de comportamientos que para usted sean asertivos. Qué se gana y qué se pierde actuando asertivamente En parte, el objetivo de este libro es trasmitir una serie de experiencias que durante mi ejercicio profesional especializado en asertividad se han ido acumulando, a partir de los resultados obtenidos en lo personal y en el entrenamiento de pacientes y alumnos en esta materia. Por ello, considero que pueden servir a quien perciba que su estilo de comunicación debiera ser mejorado. El ser cotidianamente asertivos, es decir, tomándolo como estilo de vida, trae muchas consecuencias positivas. Pero también hay que vencer o inocularse de una serie de recepciones negativas por parte de los demás, generalmente no asertivos, a los que no les va a caer bien este tipo de comportamiento presentado por nosotros. Por lo tanto, igualmente es importante hablar de las
  • 131. consecuencias negativas de este tipo de comunicación. Finalmente, cada persona pondrá en su propia balanza interna y hará la ecuación que le dirá para qué lado de ella se siente mejor como persona. A continuación se resumen algunas consecuencias de actuar asertivamente. Un signo inequívoco de estar aplicando la asertividad en la vida es el sentirse progresivamente más libre internamente, más cómodos y seguros con los mensajes que queremos hacer llegar a los demás, menos tímidos o inhibidos al momento de relacionarnos con los otros; con menos temor de pensar diferente y estar dispuestos a decir que no, o a disentir, o a hacer “rayados de cancha” o a poner límites descomplicadamente, como también a no dar disculpas o explicaciones innecesarias. Todo esto sin que se transforme en un conflicto o postura prepotente. Considerando que el espejo social es la opinión de los demás y que no tenemos por qué pensar igual a ellos (aunque esto nos traiga aparejada una sanción social que no es de nuestro agrado, pero que se encuentra muy distante de quitarnos el sueño), también se gana a través de la asertividad una cómoda y liberadora separación entre lo que piensan los demás de nosotros, y a lo que verdaderamente le damos validez en nuestras vida. Sin tener la preocupación de caerle bien a todos o ser considerados de una cierta manera por los demás, aprendemos a ser propios jueces de nuestros comportamientos. En el caso de equivocarnos, por nosotros mismos somos capaces de reconocerlo y muchas veces reparar nuestros errores abiertamente. También experimentamos el bienestar de estar atentos al respeto por uno, a través de la defensa de los derechos personales, como también de las palabras con que nos tratamos, y muy especialmente con el grado de cariño y simpatía que comenzamos a sentir, o bien aumentamos, hacia nosotros. Es decir, nuestra autoestima se incrementa, no por el hecho de considerar que lo hacemos todo bien, sino por lo que somos a escala humana y nos esforzamos para ser mejores personas. Algo que merece una especial connotación positiva es haber apreciado innumerables veces el cambio, conductual, cognitivo y afectivo que experimentan las personas tímidas. La mayoría de ellas, después de un entrenamiento asertivo, dicen literalmente que “les ha cambiado la vida”. Realizan confesiones tan reveladoras como “Si yo hubiera hecho esto antes por mí, cómo habrían sido más fáciles y felices mis años anteriores”. Estas frases y exclamaciones, además de la euforia que caracteriza a las personas que
  • 132. han logrado derrotar obstáculos que creían insuperables, reflejan el cambio profundo respecto de ciertos errores o falacias en su manera de ver la vida. Esas palabras también demuestran cómo a través, tanto del cambio de cogniciones como de la práctica e incorporación de técnicas de comunicación y desinhibición de las conductas, fueron dándose cuenta de que la vida podía ser forjada por sí mismos y que era posible vencer la timidez con coraje y con la convicción de que todos tenemos un espacio en este mundo. Igualmente, que podemos y debemos hacerlo respetando nuestros estilos personales, sin importarnos si en el camino personas que no nos conocen piensan diferente, nos juzgan sin conocernos u opinan livianamente de nuestras vidas. También el respeto por los demás aumenta, y a nuestra sociedad le hace falta una alta dosis de ello. El camino de la asertividad bien puede ayudar a cambiar esta mentalidad. Algunas consecuencias negativas de actuar asertivamente. Todos hemos oído la expresión de “tener el cuero duro”. Sería bueno irse familiarizando con ella. En su definición coloquial, este término se refiere a no dejarse amedrentar o deprimirse por los juicios, opiniones malévolas, descalificaciones, chismorreos e hipersensibilidades que puedan lanzarnos como dardos quienes no nos conocen lo suficiente o que no se encuentran en nuestro círculo íntimo de personas significativas. Muchas veces dejamos a la gente descolocada o confusa con respecto a sus propios esquemas mentales, al actuar de una manera desenvuelta o directa en la vida. En general, los demás están esperando de nosotros el típico doble estándar o frases clisés, como también eufemismos e hipocresía criolla; por ejemplo, decirle a alguien lo bien que se ve y a sus espaldas afirmar que en realidad se ve pésimo. En cambio, si una persona asertiva encuentra que alguien no se ve bien, lo más probable es que se quede callada con respecto a ese tema y hable de otra cosa. Porque tampoco hay que confundir la asertividad con la emisión de conceptos irrespetuosos o negativos sobre los que nadie nos está preguntando. Una persona asertiva no da explicaciones cuando a su casa llega una amiga, sin haber sido invitada, y ésta se encuentra desordenada. Cuando alguien pide un libro a una persona asertiva, ésta pide la fecha de devolución y, si le importa, pone énfasis en que se lo cuiden.
  • 133. Cuando alguien funciona de manera asertiva no presta dinero si no quiere; no miente por no atreverse a decir que no; formula críticas respetuosas, pero claras, cuando considera que debe hacerlo, y pide cambios de conducta cuando siente no haber sido bien tratado por alguien. En fin, una persona asertiva bien puede pasar por extravagante en un primer momento, sobre todo en nuestra cultura. Sin embargo, si hacemos uso del “cuero duro” y seguimos actuando sistemáticamente de esta manera (es decir, diciendo lo que pensamos, sin pasar a llevar a los otros), lo más probable es que los demás se vayan dando cuenta de que esta forma es más directa y que no tiene el sentido negativo del doble estándar. Es decir, con una persona que funciona de manera asertiva sabemos a qué atenernos. En otras ocasiones podemos espantar al resto cuando, sin inhibiciones pero adecuados al contexto, somos libres para decir lo bueno que vemos en los demás y abiertamente demostrar nuestro cariño o aprobación por lo que está diciendo alguien. En el ámbito laboral, una persona asertiva es más segura y, por tanto, es capaz de apoyar y valorar al resto sin que por eso sea amenazada su capacidad o su cargo; y ¡cómo cambian las cosas cuando en el trabajo alguien se siente reconocido en su gestión o tareas realizadas! Finalmente, como los seres humanos somos intrínsecamente afectivos, muchos cambian de parecer y prefieren a alguien que diga las cosas por su nombre (sin impertinencias), pero que también sea capaz de ser cálido, reforzador y constructivo en la vida. Recapitulación A modo de recordación, se repasarán algunas de las características que son puestas en práctica por personas asertivas. Estar seguro de que uno tiene derecho a expresar una opinión, idea o pensamiento, independiente del grado de escolaridad, estudios o nivel socio cultural que se posea. Respetar el contexto o situación en la que se expresarán sus ideas.
  • 134. Sentirnos confiados en que podemos controlar nuestros impulsos y ansiedad desadaptativa, sin tener que recurrir a muletas sicológicas del tipo ira, alcohol o tranquilizantes. Podemos equivocarnos, porque somos seres humanos, y es más justo para con los demás que lo reconozcamos a tiempo. Es de vital importancia hacer buen uso de la comunicación no verbal al momento de conocer a un grupo de personas, o al querer simplemente tener una comunicación más cálida con los demás. Tanto al comenzar como al finalizar un mensaje en público, es importante hacerlo con ritmo pausado, pero con voz firme y enfática. Una sonrisa no cuesta nada y vale oro a los ojos de los demás. El bienestar personal es el mejor signo de que nos hemos comportado asertivamente. A veces el quedarnos callados por opción es lo más asertivo que podemos hacer. Los círculos virtuosos: cuando como personas comenzamos a experimentar bienestar en algún área de nuestra vida, debido a la incorporación de nuevas conductas y a cierto tipo de reestructuración cognitiva, casi naturalmente comienzan a realizarse cambios positivos también en otras áreas o relaciones de nuestro vivir, los que al final, y gratamente, se van constituyendo en nuevos bríos y escaladas de armonía y positivismo, tal como espirales crecientes de bienestar personal. En la práctica clínica me ha tocado escuchar muchas veces a personas que quisieron entrenarse en asertividad para perder el miedo a hablar en público. Sin embargo, después de realizado exitosamente dicho entrenamiento, cuentan que también su pareja, sus hijos y amistades se sienten mucho más contentos con la forma en que él o ella le entregan su cariño, le explicitan lo que les gusta y, en definitiva, se muestran menos complicados frente a la vida. Después de todo lo expuesto, no me cabe más que desearles una ¡Feliz asertividad!
  • 135. Glosario Adolescencia. Período del desarrollo humano comprendido entre el comienzo de la pubertad y la edad adulta, durante el cual las funciones sexuales alcanzan su madurez. Adulto mayor. Aquellas personas mayores de 60 años, que en Chile representan el 11,4% de la población. Adulto mayor funcionalmente sano. Persona capaz de enfrentar el proceso de cambio en la vejez con un nivel adecuado de adaptabilidad y satisfacción personal. Agentes de socialización. Aquellos elementos que hacen efectiva o intervienen activa y directamente en el proceso de socialización. Dentro de ellos se encuentran: La familia. La escuela. El grupo de iguales. Los medios de comunicación. Agresividad: Tipo de conducta caracterizado por la tendencia a atacar o lastimar, física o sicológicamente, a personas o propiedades. Anorexia nerviosa. Trastorno de la conducta alimentaria que supone una pérdida de peso provocada por el propio enfermo y que lleva a un estado de inanición. Se caracteriza por el temor a aumentar de peso y por una percepción distorsionada y delirante del propio cuerpo, que hace que el enfermo se vea gordo, aun cuando su peso se encuentra por debajo de lo recomendado. Aprendizaje vicario. Adquisición de nueva información, conceptos o formas de conducta por medio de la exposición a la conducta de otros y a las consecuencias de sus actos. Por el solo hecho de ver lo que otros hacen y las consecuencias que tienen por su comportamiento, se aprende a repetir o evitar esa conducta. Asertividad. Estilo de comunicación abierta, directa y desenvuelta, en donde las personas plantean sus pensamientos, ideas, opiniones y sentimientos de una manera respetuosa para sí mismas y para los demás.
  • 136. Autocuidado. Conjunto de actividades que realizan las personas, la familia o la comunidad para asegurar, mantener o promover al máximo su potencial de salud. Implica cambiar estilos de vida, incorporando conductas que permitan, a través de un estado de bienestar, desarrollar una vida plena y activa, perseverando y fortaleciendo la salud física o síquica. Autoestima. El grado en que las personas tienen sentimientos positivos o negativos acerca de sí mismos y de su propio valor. Opinión emocional que los individuos tienen de sí mismos. Autoimagen: Toda la información y creencias que los individuos tienen acerca de sus propias características y de sí mismos. Autonomía personal: Facultad de decisión sobre el gobierno y la autodeterminación de la propia vida, tenga o no discapacidad o situaciones de dependencia de otra persona. Buena educación versus asertividad: La conducta asertiva debe ser honesta y no sólo una forma de cumplir con las demandas sociales. Bulimia nerviosa. Trastorno de la conducta alimentaria que se caracteriza por la ingesta masiva y descontrolada de alimentos, seguida de conductas compensatorias inapropiadas (provocación del vómito, uso de laxantes, diuréticos, enemas, ejercicio excesivo), con el fin de no ganar peso. Por lo general no se alcanza el objetivo deseado de pérdida de peso, y se produce una sensación de depresión al terminar de comer. Calidad de vida. Percepción del individuo sobre su posición en la vida dentro del contexto cultural y el sistema de valores en el que vive y con respecto a sus metas, expectativas, normas y preocupaciones. Es un concepto extenso y complejo que engloba la salud física, el estado sicológico, el nivel de independencia, las relaciones sociales, las creencias personales y la relación con las características sobresalientes del entorno. Cognición. Procesamiento interno de la información que incluye actividades involucradas en el pensamiento, razonamiento, lenguaje, solución de problemas, conceptualización, recuerdo y, en general, todos los tipos de procesos mentales superiores. Comunicación. Proceso de transferencia de mensajes (ideas o emociones) mediante signos comunes entre emisor y receptor, con una reacción o efecto determinado. La comunicación abarca ideas, hechos, pensamientos, sentimientos y valores.
  • 137. Contexto. Totalidad de las condiciones que afectan a un individuo en un momento dado, formando el cuadro donde se desarrolla un hecho o experiencia en particular. Costo de respuesta. Técnica para modificar el comportamiento, orientada a reducir ciertas conductas. Esto se logra eliminando algunos reforzadores luego de la aparición de una conducta en particular. Es un procedimiento de supresión conductual que no utiliza la estimulación aversiva. Tener que pagar la consulta por no asistir a la cita odontológica, es un ejemplo de costo respuesta. Depresión. Trastorno sicológico que incluye sentimientos intensos de tristeza, desamparo, desesperanza y falta de energía. Deterioro cognitivo. Daño progresivo, en mayor o menor grado, de las facultades intelectuales de una persona. Dignidad. Cualidad de digno, que se comporta con decoro, se hace respetar y respeta a los demás. Discapacidad. Toda limitación grave que afecte o se espera que vaya a afectar durante más de un año a la actividad del que la padece y tenga su origen en una deficiencia. Se considera que una persona tiene una discapacidad, aunque la tenga superada con el uso de ayudas técnicas externas. Emoción. Experiencia o estado síquico caracterizado por un grado muy fuerte de compromiso anímico y acompañado casi siempre de una expresión motora, a menudo muy intensa. Empatía. Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. Endorfinas. Sustancia segregada por el cerebro que posee un efecto narcótico. Aumenta en los momentos placenteros (la alegría, la emoción, el placer sexual) y disminuye en los momentos tristes. Entrenamiento asertivo. Método para aprender, desarrollar y mejorar la habilidad de expresar nuestros deseos de una manera amable, franca, abierta, directa y adecuada, logrando enunciar nuestros deseos sin atentar contra los demás, negociando con ellos su cumplimiento. Envejecimiento. Proceso de cambios graduales e irreversibles en la estructura y función de un organismo, que ocurren como resultado del paso del tiempo. Se inician en el momento de la concepción y se hacen más evidentes después de la madurez.
  • 138. Equipo de trabajo. Entidad social organizada y orientada hacia la consecución de una tarea común. Se constituye normalmente en un número reducido de personas, que adoptan e interpretan roles y funciones con flexibilidad, de acuerdo con un procedimiento y que disponen de habilidades para manejar un proceso socioafectivo en un círculo de respeto y confianza. Espejo social. Ver el reflejo de las propias conductas en otras personas. Estrés. Alteración física o síquica de un individuo por exigir a su cuerpo un rendimiento superior al normal. Felicidad. Estado de satisfacción general, caracterizado por el contento con la vida en conjunto. Gradiente. Utilizar pasos graduales tendientes a subir el tono y la asertividad y, en algunos momentos, poder recurrir a realizar una pausa o acudir a un juez externo. Ideas irracionales. Creencias, proposiciones cognitivas distorsionadas, fuertemente arraigadas en la estructura cognitiva del sujeto. Imaginería. Utilización, con fines terapéuticos, de la imaginación puesta en movimiento a través de distintos tipos de ejercicios mentales. Ley de Murphy. Frase popular en la cultura occidental, que a grandes rasgos dice que “si algo tiene la posibilidad de salir mal, saldrá mal”. La ley fue nombrada por Edward A. Murphy, Jr., un ingeniero de desarrollo que trabajó por un breve período en experimentos con cohetes sobre rieles hechos por la Fuerza Aérea de Estados Unidos en 1949. Líder. Persona que ejerce influencia sobre los demás miembros de un grupo, en relación con la obtención de metas grupales compartidas. Mundo interior. Dimensión interna de la persona, que incluye los procesos sicológicos y espirituales. Parafraseo. Explicación o interpretación de un texto para ilustrarlo o hacerlo más claro según las propias palabras. Postura de límites. Aclarar a otra u otras personas cuáles son los márgenes de acción o reglas dentro de los cuales pueden actuar o que se deben seguir. Reforzamiento positivo. Aplicación de un estímulo positivo o premio para aumentar la fuerza o aparición de una conducta. Retroalimentación. Etapa del proceso comunicacional, donde el que recibe el mensaje le da una respuesta al emisor del mismo. Lo anterior permite comprobar la eficacia de la comunicación, ya que el emisor del mensaje puede asegurarse de que su mensaje ha sido comprendido.
  • 139. Sentimientos. Estados afectivos profundos y extensos en el tiempo, con referencia a un objeto, persona o idea abstracta. Sicología. Estudio científico de la conducta y la experiencia, de cómo los seres humanos sienten, piensan, aprenden y conocen para adaptarse al medio que les rodea. Socialización. Proceso mediante el cual las personas adquieren hábitos socialmente deseables y quedan capacitados para vivir como miembros de un grupo social. Somatizar. Manifestación física de problemas sicológicos a través de síntomas o enfermedades. Sumisión. Acatamiento de una persona a otra, subordinación manifiesta con palabras o acciones. Tercera edad. Ancianos jóvenes, individuos que tienen entre 65 y 74 años de edad. También se habla de la cuarta edad, que se refiere a las personas mayores de 75 años, y de la quinta edad, concepto que engloba a quienes tienen 85 o más años. Toma de decisiones. Proceso mediante el cual una persona debe escoger entre dos o más alternativas. Vergüenza. Actitud emotiva que surge en relación con defectos reales o imaginarios del cuerpo o la conducta, falta de vestimenta adecuada, inhibición social, etcétera, y que se caracteriza por la tendencia a la huida o alejamiento, y a veces por alguna manifestación autónoma como rubor o trastornos digestivos.


  • Previous
  • Next
  • f Fullscreen
  • esc Exit Fullscreen
@ProfGastonPerez

Share

La inteligencia asertiva en la comunicación

Embed code

Report Inappropriate Content on Jaunt

Choose the reason you are reporting: La inteligencia asertiva en la comunicación as inappropriate to Jaunt's content team.


Swipe LEFT
to view Related

Scroll DOWN
to read doc

Cookies to automatically collect, record, and share information about your interactions with our site for analytics purposes.
Cookies used to enable advertising on our site.

Login

OR

Forgot password?

Don't have an account? Sign Up